Skip to main content

He visitado una vez más el Museo Picasso de Málaga y una vez más me he preguntado algo que en este momento parece estúpido. ¿Por qué nos gusta la pintura de Picasso? La respuesta no es sencilla.

Podemos comparar un retrato de Madrazo y otro de Picasso para percibir el contraste. Durante todo el siglo XX la pintura ha conseguido cambiar el gusto de la gente, esto me intriga. En cambio, no lo ha conseguido la música “de vanguardia”. La pintura impresionista despertó la irritación de los críticos y del público, porque en sus cuadros no se veía nada. Los primeros cuadros expresionistas, fauvistas, abstractos, también escandalizaron. Hitler intento desacreditarlos llamándolo “arte degenerado”. Sin embargo, el nuevo arte triunfó, acabó al cambiar el gusto de los espectadores. Ahora todos somos picassianos. ¿Qué ha sucedido? ¿Cómo cambia el gusto? ¿Cómo se imponen las modas? De repente tropiezo con un tema de gran calado psicológico y social. Kant resolvió el problema en el campo estético diciendo que “el genio era el encargado de dar reglas al arte”, es decir, de fijar el canon y refinar el gusto. Pero no explicó cómo lo consigue.

Formar el “buen gusto” -estético y moral- era el objetivo de la educación.

El “gusto”, como una capacidad de juzgar el valor de algo de manera inmediata, es un concepto importante en la historia occidental. Formar el “buen gusto” -estético y moral- era el objetivo de la educación. Es posible que el inventor de esta idea fuera el español Baltasar Gracián. De ser un modo objetivo de evaluar, el gusto acabó designando solo la preferencia individual, el “like”, el “me gusta”. Los expertos en márquetin se interesaron por el tema, pero sin gran apoyo teórico. En 1979, la célebre antropóloga inglesa Mary Douglas escribió: “No existe hasta ahora ninguna teoría del consumo que pueda relacionar los diversos gustos y actividades del consumidor en un solo esquema conceptual”. En el mismo año, el sociólogo francés Pierre Bourdieu, intentó llenar ese hueco con su famosa obra La distinción. Pero el tema resulta todavía enigmático. A la pregunta ¿por qué nos gusta Picasso? podríamos añadir otras: ¿por qué han tenido éxito los piercings y los tatuajes? ¿Por qué se han puesto de moda los “pantalones rotos”? ¿Por qué se ha llegado a una estética femenina que exige grandes sacrificios para mantenerse? ¿Por qué triunfa el “feísmo” en arte?

La “historia del gusto, de las modas, de las preferencias” forma parte también de la historia emocional de la humanidad.

Deja tu comentario