Skip to main content

A distintas escalas, provinciana una y mundial otra, desde el Panóptico se ve en los enfrentamientos en el PP y en Ucrania   un fenómeno análogo: el deseo de poder en acción. Se trata de un deseo presente desde el comienzo de la historia. Bertrand Russell decía que las dos grandes pasiones humanas son el poder y la gloria, pero el poder raras veces se presenta descarnadamente.  Hace falta tener la rudeza de Gengis Kahn para reconocer el placer de matar a los enemigos, apropiarse de sus propiedades y violar a sus mujeres. La voluntad de poder siempre ha intentado legitimarse, bien por su origen (se ejerce el poder por la gracia de Dios) o bien por su meta (“lo que quiero es la felicidad de los franceses”, decía Napoleón).

¿Por qué menciono a Gilles Deleuze en este contexto? Deleuze, un popular filósofo francés muerto en 1995, ha sido resucitado por el movimiento queer, al igual que otros filósofos postmodernos. Es lo que en Estados Unidos se llama la French Theory. Por eso he vuelto a repasar su obra, que tenía ya olvidada. Como otros pensadores franceses coetáneos suyos, tuvo talento para la frase, aunque sus teorías me parecen fragmentarias, exageradas, y confusas. Definió a los humanos como “máquinas deseantes” y a la política como “modo de encauzar los flujos del deseo”. Triunfa cuando consigue organizarlos bien. (A partir de ahí, Deleuze se desmelena porque piensa que el fracaso de la política, es decir, de la canalización del deseo, es lo que nos hace libres, lo que es falso).

Pero la frase es expresiva. En efecto, la política en el plano social -al igual que la moral en el plano individual- tienen que establecer canales para que fluyan los deseos. En el caso de la política se trata en primer lugar del deseo de poder. He repetido muchas veces que el poder se ejerce dos maneras:

1

Imponiéndose por la fuerza

2

Contando con la colaboración del dominado

Esta es la manera más duradera porque, como dijo Napoleón, que sabía de qué hablaba, no se puede gobernar apoyándose siempre en las bayonetas. La colaboración del sometido (en todas sus variantes: esclavo, súbdito, ciudadano, cliente) se consigue utilizando una o todas las herramientas del poder, que, hasta donde llego, son cuatro: dar premios, infligir castigo, cambiar las creencias y cambiar los deseos y sentimientos. Quien desea al poder tiene que ir creando a su alrededor las estructuras necesarias para manejar esas herramientas. Y eso sucede igual en Madrid que en Rusia o en Ucrania. A desvelar esos mecanismos se dedica el Proyecto Gamma.