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El capítulo segundo del libro avanza. Se ocupará del nacimiento de la historia, de la aparición de los animales espirituales que somos nosotros. “Espiritual” significa que rigen su conducta no solo por estímulos físicos, sino por el manejo de representaciones. Pensemos en los conceptos visuales. Son patrones perceptivos que permiten reconocer objetos parecidos: un animal, una planta. Los animales también los forman y, como estudió Lorenz, nacen con algunos conceptos innatos que les permiten, desde el nacimiento, reconocer los peligros. Pero la inteligencia humana aprendió a manejar esos patrones guardados en la memoria, a recordarlos voluntariamente, a combinarlos. Ese es el comienzo de la imaginación que supuso una ampliación gigantesca de nuestros deseos y nuestras emociones.

En este capítulo voy a intentar un ejercicio de “psicología inversa”, es decir, partiendo de nuestro actual repertorio afectivo, averiguar cuales se remontan a los orígenes de la humanidad. Podemos rastrear alguno de ellos hasta nuestros parientes animales, por ejemplo, los deseos que derivan de necesidades básicas: evitar el dolor, nutrirse, reproducirse, relacionarse socialmente, establecer jerarquías. Frans de Waal escribió un libro sobre La política de los chimpancés, y con Warneken, Tomasello y muchos otros, descubre conductas altruistas en los grandes simios. Sin duda, esos afectos se mantuvieron a lo largo de la evolución de nuestra especie. Con el tiempo aparecieron otros más, por ejemplo, la compasión, manifestada como ayuda a los enfermos y discapacitados, que está ya presente en los Neandertales.

También hicieron enterramientos hace ya 120.000, lo que supone un sentimiento enigmático hacia los muertos. Las tumbas del homo sapiens se caracterizan porque junto al cadáver se depositan objetos, lo que hace más profundo el enigma. Los adornos también son antiquísimos. En la gruta de Skhul, en Israel, se han descubierto adornos: dos conchas perforadas. En la cueva de los pichones (Marruecos) se hallaron 13 conchas marinas llevadas allí desde una distancia de 40 kilómetros. ¿Qué querían expresar con esas “joyas”? ¿El estatus? ¿Eran una adaptación humana del plumaje del pavo real para atraer a la hembra?

Sophie A. de Beaune, en su libro Préhistorire intime (2022) señala dos sentimientos prehistóricos de los que quedan rastros materiales. El primero, el apego a los niños. Los neandertales ya enterraban a niños pequeños. En Dederiyeh (Siria) hay una tumba de un niño de un año y medio, y otra de dos años, por lo tanto, no eran indiferentes a la muerte de los niños. Me ha sorprendido porque Philippe Ariès nos quiso convencer de que la infancia era una invención del siglo XIV, una construcción social. Los sapiens también sentían la muerte de los niños.

Una tumba de hace 27.000 años en Krems-Wachtberg (Austria) contiene los restos de dos hermanos gemelos, uno muerto al nacer y otro cincuenta días después. Ambos estaban cubiertos de ocre rojo y uno de ellos con 30 cuentas de marfil. En Bogebakken (Dinamarca) hay tumbas de madres muertas en el parto, con sus bebés.

La aparición de arte es un importante cambio afectivo. ¿Qué les impulsó a pintar o a decorar los objetos? Se conservan flautas de hace 40.000 años. Esas actividades se introdujeron en el círculo de recompensas, pero ¿por qué?

En Biografía de la inhumanidad he explicado que posiblemente nuestra especie se autodomesticó. Es decir, se fueron seleccionando los individuos que aprendían más rápidamente y eran más dóciles. Con la aparición del lenguaje no solo hubo más posibilidades de transmitir información, sino también de dar órdenes. La sumisión a las órdenes y la facilidad para cumplir normas es sin duda una de las adquisiciones afectivas más importantes para la historia de la humanidad.

El capítulo terminará dejando a la humanidad a las puertas de la ciudad. Los cazadores recolectores se hacen sedentarios y agricultores. Este cambio de vida va a suponer un terremoto afectivo. Aparecerán todas las pasiones relacionadas con la propiedad y con la seguridad. Se impondrá un nuevo tipo de poder, religioso y político, y una nueva manera de relacionarse socialmente. El amplio mundo emocional de la familia se fortalecerá e institucionalizará. Las invenciones aumentaron con celeridad. Pero todo esto formará ya parte del capítulo tercero.