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En los últimos años, el estudio de la co-evolución genes-cultura ha dado resultados fantásticos. Nuestra naturaleza heredada ha producido cultura que, a su vez, ha influido en nuestra naturaleza heredada. Eso ha ido produciendo cambios acumulativos. Una tesis que al principio pareció exagerada se va confirmando: nuestra inteligencia progresó porque nuestra especie “se amaestró” a sí misma. Esta es una palabra muy adecuada, porque deriva de “maestro”, de la idea de enseñar, aunque se utiliza únicamente para animales. Los niños se educan, los animales se amaestran. Ese es nuestro origen: una especie animal que se amaestró a sí misma mediante diversos procedimientos, alguno de ellos, sin duda, durísimos. Rudolf Ihering lo advirtió en su historia del derecho. Los humanos vencimos la violencia con la violencia.

El estudio del adiestramiento de animales nos permite aclarar este sorprendente hecho. Amaestrarlos significa aprovechar su capacidad de aprendizaje para someter su conducta a pautas impuestas desde fuera por un cerebro mas desarrollado. Esta misma relación se da entre el bebé y su cuidador/educador. Llamo la atención hacia el hecho de que la actividad educativa establece una jerarquía inevitable entre educador y educando.

Este fue uno de los motivos de que todas las sociedades fueran jerárquicas. En nuestros parientes animales, la jerarquía se basa fundamentalmente en la fuerza física. En los humanos interviene también el conocimiento, la experiencia, la capacidad de resolver problemas, la astucia.

Es muy probable que los humanos fueran autoseleccionándose, privilegiando ciertas ventajas competitivas: la docilidad, la rapidez en aprender, la sociabilidad. Richard Wrangham, un gran primatólogo, señala como rasgo de domesticación la “infantilización de los rasgos” (pedoformia o neotenia). Tras estudiar los cráneos prehistóricos, piensa que “los humanos lo experimentaron entre los 50.000 y 40.000 años, y que continua todavía”. (Wrangham, R, Catching Fire: How Cooking Made Us Human, 2009).

Además de aprender las diversas técnicas para sobrevivir, los humanos aprendieron a obedecer órdenes y a seguir normas. No creo ser exagerado al decir que esta fue una colosal herramienta de progreso. Permite que las jerarquías se hagan más poderosas, aumenta la sumisión, pero también permite una mayor cooperación y formas pacíficas de convivencia. Al seguir su evolución, veremos que la obediencia va a manifestarse de dos maneras: como sumisión al poder o como sumisión a la ley. Atención: al principio ambas cosas se confundieron, pero cada vez se fueron separando más. Es un formidable capítulo de la búsqueda de la felicidad.

Me encuentro ante un problema expositivo. Voy a hacer un ESBOZO DE UNA HISTORIA DE LA OBEDIENCIA, que mostrará su evolución como el despliegue de un argumento. Pero no quiero que mi libro consista en una serie de hilos argumentales -que me resultaría más fácil- sino que sea la historia de la interacción de esos hilos, de su trama. En el capítulo inicial, en que he hablado de la aparición de los animales espirituales, resulta fácil hacerlo, porque los deseos son pocos y casi no se han diversificado por sus objetos. Pero con el tiempo, han dado lugar a una maraña fascinante, pero difícil de relatar.