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También en La Vanguardia (28.2.2022) Francesc-Marc Álvaro comenta que “el relevo en el liderazgo de Òmnium Cultural es más importante de lo que parece”. Xavier Antich, nuevo presidente, ha pedido “revisar los marcos con que se ha trabajado hasta ahora”. EL 7 de febrero partido y entidades independentistas chocaron sobre la puesta en marcha de un nuevo Estado Mayor. Ante la división existente, Òmnium cultural planteó “comenzar de cero” con nuevos interlocutores. Algunos participantes invitaron a la entidad a que abandonara las reuniones. Antich es un defensor de la “desobediencia civil” como modo lícito de defender los derechos, pero afirma que se trata de una acción compleja, difícil, que debe ser bien planificada.

El movimiento secesionista catalán, en su mayoría, ha optado siempre por la vía de la desobediencia civil, por eso se interesó en algún momento por la obra de Gene Sharp (De la dictadura a la democracia y The Politics of Nonviolent Action). Se entiende por desobediencia civil aquel «acto público, no violento consciente y político, contrario a la ley, cometido con el propósito de ocasionar un cambio en la ley o en los programas del gobierno» (Rawls, J. Teoría de la Justicia, 1971, 405).

La desobediencia civil tiene una función persuasiva, propagandística, simbólica, mediante la cual una minoría intenta convencer a una mayoría para que cambie de postura, por ello apela a principios éticos o a principios superiores al ordenamiento legal positivo.

En general, los numerosos tratadistas que han estudiado el tema, reservan el término “desobediencia civil” para un comportamiento que se da dentro de un sistema democrático, que los desobedientes consideran legítimo (De Lucas, Prieto Sanchis, Malem Seña). No es una acción para cambiar un sistema, sino para cambiar una norma o una ley. Si no cumple estas condiciones, la acción que intente derrocar a un poder -tal vez justamente- es otra figura jurídica distinta. La desobediencia civil tiene una función persuasiva (Garzón Valdés), propagandística (Singer), simbólica (Habermas) mediante la cual una minoría intenta convencer a una mayoría para que cambie de postura, por ello apela a principios éticos o a principios superiores al ordenamiento legal positivo (Habermas, Dworkin,). Precisamente por aceptar la legitimidad del gobierno para dar leyes -aunque consideren que esa ley es injusta- los desobedientes están dispuestos a aceptar el castigo, como señal de respeto hacia el ordenamiento jurídico, aspecto que muestra la peculiaridad de estas acciones (Passerin d’Entreves, Falcon y Tella). Traté su relación con el conflicto catalán en Desobediencia civil y la poderosa humildad de la democracia.