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PANÓPTICO

El panóptico
Panóptico 45 Somos previsibles

Una de las características de la inteligencia humana es su capacidad de anticipar el futuro. Tomamos decisiones pensando en el porvenir, a sabiendas de que no lo conocemos. Creemos que un comportamiento responsable es aquel que prevé las consecuencias, aunque frecuentemente los efectos de nuestros actos no corresponden a nuestras expectativas.

Conscientes de la cantidad de factores que influyen en cualquier situación, nos esforzamos por hacer el futuro predecible de muchas maneras. La promesa, el juramento, el pacto son modos tradicionales de hacerlo.  También las normas morales transmitidas por la educación intentan hacer previsible el comportamiento. ¡Eso no se hace! es una consigna moral universal. Todos esperamos que los demás se comporten “normalmente”, es decir, dentro de las normas. Las leyes son otro modo de ponernos a salvo de la arbitrariedad de los otros. El caos siempre ha aterrorizado a los humanos.

El gigantesco crecimiento de la “industria de la persuasión”, de la “economía libidinal” o de la “economía de la atención”, son mecanismos para influir en las decisiones.

El poder -a cualquier nivel, político, religioso, económico, comercial- intenta controlar el comportamiento de los sometidos, uniformándolo. Lo hace utilizando sus herramientas: la fuerza, los premios, los castigos, el cambio de creencias y el cambio de sentimientos. El gigantesco crecimiento de la “industria de la persuasión”, de la “economía libidinal” o de la “economía de la atención”, son mecanismos para influir en las decisiones.

Nuestro interés por el futuro no es teórico, sino práctico. Necesitamos tener una imagen suya, lo más clara posible, para tomar decisiones. No olvidemos que la función de nuestra inteligencia no es conocer, sino dirigir nuestro comportamiento. Por eso, los gobiernos, que tienen que tomar muchas decisiones, suelen tener grupos de estudio sobre el porvenir, las foresight unit. En España se creó en enero de 2020 la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, con un objetivo plausible. En su presentación se decía:

“Uno de los grandes defectos de la democracia es el cortoplacismo. En la frenética cotidianeidad de los gobiernos, lo urgente a menudo eclipsa a lo importante. Esto genera a su vez otros problemas como falta de pensamiento estratégico, de respuesta a la demanda de la sociedad, obsolescencia legislativa, oportunidades no aprovechadas o escasa anticipación, que están en la base de fenómenos como el cambio climático, el vaciamiento rural o la pérdida de relevancia económica para una nación. Para combatir este cortoplacismo y velar por los intereses futuros de España como nación, se crea esta Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo”.

El método más usado consiste en intentar identificar tendencias, hacer proyecciones a partir de los datos actuales de acuerdo con algún modelo previo (como hacen los meteorólogos), introducir diferentes variables para diseñar diferentes escenarios.

“Tengo la esperanza de que se pueda desarrollar una capacidad especial para detectar ese “aire de los tiempos”, una habilidad que caracterizaría al buen político, al buen médico (ojo clínico) o a buen empresario (ojo para los negocios)”.

Las técnicas de Big Data pretenden descubrir en los flujos gigantescos de información patrones que nos permitan predecir el futuro, confiando en una premonición computerizada.  Su objetivo en conseguir es descubrir las “virtualidades en germen”, los cambios en el momento de su inicio, en curso de formación, detectando su “potencia anunciadora”, “revelando los lazos evolutivos entre una multitud de factores, con el objetivo de captar los escenarios en devenir, con una fuerte probabilidad de realización” (Sadin, E. La societé de l’anticipation, Edition inculte, 2011).

Me parece escuchar a san Agustín, que en el libro XI de sus Confesiones, dice: “El porvenir no existe todavía, y si no existe no puede verse en absoluto, pero se lo puede prever a partir de los signos presentes, que están ahí ya y pueden verse”. Tengo la esperanza de que se pueda desarrollar una capacidad especial para detectar ese “aire de los tiempos”, una habilidad que caracterizaría al buen político, al buen médico (ojo clínico) o a buen empresario (ojo para los negocios). Estoy seguro de que tiene que ver con una especial organización de la memoria, que se puede por lo tanto educar, pero que excede al tema de esta entrada.

Los centros de prospectiva no están teniendo mucho éxito, entre otras cosas por la aparición de lo que Nicholas Taleb llamó “cisnes negros”, lo altamente improbable. Es fácil de comprobar en la aparición de innovaciones tecnológicas disruptivas. Nadie pudo prever hace no muchos años la influencia que los móviles conectados a internet iban a tener en nuestras vidas. Philip Tetlock ha estudiado un grupo de “superpronosticadores” para comprobar sus tasas de acierto. Auguraron solo un 23 por ciento de posibilidades de que el electorado británico votara a favor del Brexit. En febrero de 2020 vieron solo un 3 por ciento de probabilidades de que un mes después hubiera más de doscientos mil casos de coronavirus. En 2008, cuando se iniciaba la gran crisis económica  la reina Isabel II de Inglaterra  durante la inauguración del nuevo edificio de la prestigiosa London School of Economics, hizo una pregunta muy pertinente: ¿Cómo es posible que los expertos en economía no hayan previsto la crisis? . Los brillantes economistas presentes no supieron que contestar, lo que produjo tal malestar que la Academia Británica convocó un Congreso para responder a esa pregunta, cosa que hicieron en julio de 2009. Concluían echando la culpa a “un fallo en la imaginación colectiva de muchas personas brillantes, en este país e internacionalmente, que no entendieron los riesgos que la situación presentaba”.

Fueron incapaces de reconocer los signos. Tres años antes, Raghuram Rajan, economista jefe el Fondo Monetario Internacional, presentó un informe advirtiendo de los riesgos que estaba tomando el sistema financiero, pero nadie le hizo caso. Lo contó en un libro que les recomiendo: Grietas en el sistema (Deusto). Los economistas no estaban utilizando modelos adecuados. Al estallar la crisis, Greenspan, expresidente de la Reserva federal se confesaba en estado de shock, “porque todo el edificio intelectual había colapsado”. Ese mismo año, Paul Krugman, premio Nobel de Economía, en un conocido ensayo titulado “How Did Economist Get It So Wrong”, contaba que en vísperas de la crisis la mayor parte de los economistas pensaban que la “macroeconomía” como ciencia estaba ya consolidada. No vieron venir la crisis, porque estaban encerrados en prejuicios teóricos. Philip Tetlock, en su análisis sobre el juicio político de los expertos, se alarma ante esta situación refiriéndose a los partidos políticos:” Los sistemas de creencias políticas corren permanentemente el riesgo de convertirse en cosmovisiones que se auto perpetúan, con sus propios (e interesados) criterios para juzgar y asignarse puntuaciones, con sus reservas y analogías históricas y con sus propios panteones de héroes y villanos”.

Ante estas dificultades, tengo que revisar el proyecto de El Panóptico. ¿Realmente puede la Historia ayudarnos a tomar decisiones, es decir, a anticipar de alguna manera el futuro?

No. La Historia, no. Lo que puede ayudarnos es la utilización de la Historia como experiencia de la humanidad, para aprender de ella. Una cosa es conocer la Historia y otra sacar de ella un conocimiento de superior nivel, que nos permita comprender las dinámicas humanas. Es lo que denomino Ciencia de la evolución de las culturas, que se puede considerar una nueva denominación de la filosofía, como saber reflexivo sobre nuestro trato con la realidad.

"Conocer para comprender, y comprender para tomar buenas decisiones y actuar"

Augusto Comte lanzó el lema: “Saber para prever, prever para poder” (savoir pour prevoir, afin de pouvoir”). Prefiero sustituirlo por otro más humilde y realizable: “Conocer para comprender, y comprender para tomar buenas decisiones y actuar·. Por muy falible que sea, la única fuente de conocimiento sobre los comportamientos humanos a largo plazo es la Historia. Creo que esta idea se va imponiendo. Thomas Piketty, en Capital e ideología, considera que la historia de las sociedades humanas es un “vasto experimento colectivo” (p.1147). “Estoy convencido -escribe- de que es posible contribuir a una mejor comprensión de los cambios sociales confrontando minuciosamente experiencias históricas que proceden de países, áreas culturales y civilizaciones diferentes” (p.23). Steven Pinker dice algo parecido: “Una aproximación más racional a la política consiste en tratar a las sociedades como experimentos en curso  y aprender las mejores prácticas con amplitud de miras, con independencia de la parte del espectro de la que procedan” (En defensa de la ilustraciónp.446). En su último libro –Desastre, Debate, 2021_ Niall Ferguson recomienda estudiar la “incompetencia política” y señala cinco categorías de mala praxis. La primera de ellas es la “incapacidad para aprender de la historia” (p.27).

La metodología que ensayo, y en la que cada vez tengo más confianza, consiste en estudiar las necesidades, deseos, emociones, expectativas universales y ver cómo han ido evolucionando, cambiando de acuerdo con el cambio de las creencias, impulsando proyectos, resolviendo los problemas.

Apliquemos todo lo anterior al caso de Ucrania. Hasta muy pocos días antes, nadie pensó que Rusia iba a invadir Ucrania. Y en este momento el mundo entero está en vilo sin saber si estamos en vísperas de una nueva guerra mundial. ¿Nos dice algo interesante la Historia? ¿Nos permite descifrar los signos del presente? Hay algunos aspectos parecidos a los que desencadenaron las anteriores guerras mundiales, y otros muy diferentes, por ejemplo, la reconocida y aplastante superioridad militar y económica del mundo libre, que hace irracional que Putin intentara algo sin tener a China como aliado que compensara la fuerza, cosa que no parece por el momento viable.

Que Rusia desencadenara una guerra a sabiendas de que la iba a perder sería irracional, lo que no quiere decir que sea imposible. Barbara Tuchman en La marcha de la locura, ha estudiado decisiones irracionales de ese tipo a lo largo de la historia, y Chistian Morel, en los tres tomos de Les decisions absurdes lo hace en campos más amplios que la política. Parece pues que todo depende de lo que decida hacer Putin, y de su capacidad de maniobra dentro del régimen ruso actual. Y es aquí donde la Ciencia de la evolución de las culturas nos permite elaborar una escala sobre la previsibilidad de un político:

1

La acción de un político democrático en una nación democrática es altamente previsible.
2

La acción de un político autoritario en una nación democrática es menos previsible.

Un ejemplo: Todas las democracias de éxito dependen de reglas informales que, pese a no figurar en la constitución ni en la legislación, son ampliamente conocidas y respetadas. (Levitsky y Ziblatt 121). Una de esas reglas es la que se denomina “contención institucional”, es decir, “la acción de refrenarse para no ejercer un derecho legal”. Trump no respetó esas nomas y por eso le hizo menos previsible.
3

La acción de un político autoritario en una nación no democrática es altamente imprevisible.

Ejemplo, Kim Jong-un presidente de Corea del Norte.
4

Esa imprevisibilidad aumenta en la acción de un dictador en el plano internacional.

Ejemplo, Putin.

CONCLUSIÓN: la democracia es un sistema que aumenta la previsibilidad de las conductas y, por lo tanto, la seguridad de la ciudadanía.

Únete 2 Comments

  • Carlos dice:

    Una cuestión importante es “comprender” que la Historia no es generalmente lo que ha sucedido sino, como afirmó Idries Shah “lo que algunas personas consideran significativo”.

  • juan dice:

    Quiero entender y creo que lo consigo la frase de Marina «No olvidemos que la función de nuestra inteligencia no es conocer, sino dirigir nuestro comportamiento», pero enunciada de esta manera tan categórica, asumo que no es verdad. Que en los primeros estadios de la humanidad tuviera esa función principal de adaptación y solución de problemas de supervivencia, es cierto. Que hoy en día en un medio tan tecnológico nos sirva para resolver problemas de adaptación y progreso, también lo entiendo. Pero inventar matemáticas, descubrir leyes de la naturaleza, incluso filosofar va más allá de un pragmatismo ramplón unas veces, necesario otras. La curiosidad epistémica propia y creo exclusiva de los humanos va más allá de un saber pragmático e intenta buscar razones, explicaciones, crear mundos simbólicos paralelos, cuya alcance aplicado podrá llegar a ser útil, aun sin saber cuando y ni quiera saber con certeza si tendrá aplicación alguna.
    Saber para prever, supone muchas veces anticipar consecuencias precisamente para que no se hagan realidad, lo que ciertamente nunca sabremos con seguridad pues los confrácticos por su naturaleza pde irrealizados son incognoscibles.
    En fin, el texto me parece muy certero, por demás, y aprender a razonar y actuar en espacios abiertos, de mucha incerteza, siempre será una señal de racionalidad óptima. El caso es que «conocer esa racionalidad» óptima probablemente solo sea posible post hoc, a posteriori.

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