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Mi Archivo me advierte de que vuelvo a tratar temas que ya he tratado. Por ejemplo, el tema de la persuasión (Diario de un investigador: “La persuasión como herramienta del poder”,  “¿Hay que vacunarse contra la persuasión?”) Esto tiene un aspecto bueno: las investigaciones, los nuevos datos, las nuevas lecturas siguen señalando la relevancia de esos temas. Pero podría tener un aspecto malo: tengo unas anteojeras que me hacen ver siempre lo mismo. Para librarme de este peligro intento leer con atención a quienes están en desacuerdo conmigo y durante varios años hice crítica de libros en El Cultural, para obligarme a leer libros que no me interesaban, precisamente porque no se referían a los asuntos que traía entre manos y me impedían ser monotemático. En esto de las ideas, toda precaución es poca, porque el autoengaño es un enemigo poderosísimo.

Quien controla la atención, controla la libertad, porque dirige la corriente de conciencia del sujeto, lo que piensa.

He dicho que las tecnologías de la información y de la Inteligencia Artificial plantean un problema social porque han sido desarrolladas como negocio, y no pueden librarse de los condicionamientos económico. El “excedente cognitivo” que producen las gigantescas masas de datos que atesoran se ha convertido en principal fuente de negocio. Para serlo, lo primero que necesitan es atrapar la atención de los consumidores. Esto no es nuevo. Todos los predicadores, vendedores, propagandistas, políticos, educadores y timadores, han intentado hacerlo. Quien controla la atención, controla la libertad, porque dirige la corriente de conciencia del sujeto, lo que piensa. Ya a finales de los 90, Éric Schmidt, presidente de Google, declaraba que el siglo XXI sería sinónimo de lo que llamaba “economía de la atención”, y que las empresas a escala mundial serían aquellas que consiguieran captar el máximo de “globos oculares”. Tim Wu, en Comerciantes de atención: La lucha épica por entrar en nuestra cabeza (Capitán Swing, 2020), comenta: “La economía de la atención es inevitable. Algunas firmas tecnológicas estaban desesperadas por un nuevo modelo de negocio; se dieron cuenta de que tenían que captar la atención de la gente”.

Patrick Le Lay presidente de TF1, declaraba: “Lo que nosotros vendemos a Coca-Cola es tiempo de cerebro disponible. Fue un gran cambio en la historia del capitalismo cuando algunas de las empresas más importantes se decantaron por ese modelo», explica. James Williams trabajó durante más de 10 años en Google, pero dejó la compañía para investigar cómo la tecnología capta nuestros sentidos y cuáles son las implicaciones morales y políticas de la economía de la atención. «Muchas compañías se percataron de que existía ese recurso natural a su alrededor: la atención de la gente; si les das cosas gratis, puedes captar su atención y después vender más», dice Williams. «Eso se convirtió en el modelo de negocio por defecto de las empresas en Silicon Valley. Cuando trabajé en Google, estuve en el departamento de Search Advertising (publicidad de búsqueda), uno de cuyos objetivos era cambiar el sistema de la publicidad». Lo importante ahora era maximizar el número de clics y el tiempo de permanencia. “La atención –escriben Thomas Mandel y Gerard Van der Leun en su libro Rules of the Net– es la moneda fuerte del ciberespacio”. En la revista Wired, Michael Golhaber comenta: “Según la red aumenta su presencia en toda la economía, el flujo de la atención no solo anticipa el flujo de dinero, sino que eventualmente lo reemplaza al mismo tiempo”. El articulista reconoce que esto puede sonar extraño, pero que todos los que participan en la red necesitan captar la atención.

Mucha gente quiera apropiarse de nuestra atención, porque eso les permite influir en nuestra realidad y en nuestra conducta

Todo este sistema está fundado en el fortalecimiento de la “atención involuntaria” y en debilitamiento de la “atención voluntaria”, y esto vuelve a la sociedad vulnerable. Nicholas Carr, que fue director de la Harvard Bussiness Review, en su libro ‘Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?afirma rotundamente que «está erosionando la capacidad de controlar nuestros pensamientos y de pensar de forma autónoma”.

Acaba de publicarse el libro de Johann Hari El valor de la atención, que corrobora la gravedad del problema. Estudios experimentales solventes indican que los estudiantes estadounidenses cambian de tarea cada sesenta y cinco segundos. (Yeikelis, I., “Multitasking on a single device”, Journal of communication, 64, 2014) Gloria Mark, de la Universidad de California, midió el tiempo medio que se mantienen en una misma área los empleados de una oficina. Fue de tres minutos. Joel Nigg -conocido especialista en trastornos de la atención- cree que estamos desarrollando una “cultura atencional patogénica”. La abundancia de problemas de atención no es un problema personal, sino sistémico. En el que Influyen sin duda, las compañías tecnológicas. Esta crisis de la atención afecta a toda nuestra sociedad, porque “cuando la atención se destruye, se destruye la capacidad para resolver problemas” (p.28). El estadounidense medio toca su teléfono 2.617 veces cada veinticuatro horas. Cuanta más información incorporas, menos tiempo tiene la gente para concentrarse en un elemento informativo concreto. Colectivamente estamos experimentando “un agotamiento más rápido de los recursos de atención” (p. 51).

«El problema de fondo que estoy tratando es el tipo de inteligencia que deberíamos educar. Por de pronto, una que proteja la “libertad de atención”, por lo tanto, que fortalezca la “atención voluntaria”

Quedan por estudiar las otras dos herramientas utilizadas por las industrias tecnológicas, que tienen como efecto secundario limitar la libertad. Me refiero a la “ingeniería social de Skinner” y a la “cultura de la facilidad”. Hablaré de ellas en próximos post.

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