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El movimiento puritano actual, al que he llamado “puritanismo woke”, tiene unas características que le hacen peculiar. Se trata de un movimiento a veces contradictorio, por eso políticos tan diferentes como Emmanuel Macron en Francia, y Ron DeSantis, el aspirante republicano a la Casa Blanca han mantenido una postura beligerante contra él. Hanno Sauer se ha preguntado: ¿Por qué odiamos tanto al movimiento woke? (Sauer, H. La invención del bien y del mal, Paidós, 2023)

El significado político de la palabra “woke” procede de la expresión “stay woke”, estad despiertos, vigilantes, un lema lanzado por movimientos de defensa de los derechos de los afroamericanos, que fue adoptado por todas las minorías que se consideraban ofendidas. Es un movimiento radical, cuya idea central es la “Justicia Social critica” emprendida por las víctimas de la dominación. Lo que pretenden es despertar la conciencia de la situación. Todo el mundo parece de acuerdo en que la desigualdad es mala, pero aumenta; en que los derechos son universales, pero no se respetan; en que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, pero el machismo sigue rampante. La explicación que dan es que los esfuerzos individuales son inútiles porque el mal es más profundo. La desigualdad, la violencia, la dominación, el machismo son estructurales, y las estructuras son INVISIBLES. El wokismo es un movimiento de concienciación.

La idea de que toda la cultura actual está corrompida porque ha sido creada por hombres blancos, machistas, esclavistas, colonialistas, enajenados por un afán de dominio lleva a consecuencias que parecen contradictorias. El sueño de Martin Luther King era la universalidad de los derechos, el que los negros pudieran vivir como los blancos. Contra esto se levanta el movimiento woke. Querer vivir como los blancos supone reconocer la supremacía blanca, la cultura blanca, el colonialismo blanco. Someterse una vez más al “privilegio blanco”. Podemos trasponer esta idea al tema del feminismo. Las feministas clásicas aspiraban a que las mujeres tuvieran los mismos derechos que los hombres. Ellos marcaban el paradigma. El feminismo woke piensa que todo lo que tiene que ver con los hombres -incluso con los bien intencionados- está contaminado de cultura machista. Por eso la cultura occidental está afectada por un machismo y un colonialismo que ya ni siquiera es consciente.  Impregna nuestras instituciones, se ha hecho estructural. Conclusión:  hay que depurar esa cultura, cancelarla, destruir todo lo que ha contaminado. Desde Homero a Picasso. El colonialismo territorial ha desaparecido, pero no así el colonialismo psicológico. Los blancos siguen apropiándose de manifestaciones culturales que no les pertenecen, la música, los vestidos, los bailes, la escultura, y eso es tan grave como adueñarse de las tierras. Da igual que las colonias se hayan liberado, porque las subjetividades no lo han hecho. Da igual que un hombre diga que reconoce la igualdad de la mujer, porque el fondo de su personalidad y las estructuras sociales que defienden siguen siendo machistas. En la polémica sobre la “ley del sí en sí”, el feminismo woke estaba en contra de lo que llaman “feministas carcelarias”, que mantienen una postura punitivista contra los crímenes machistas. Su oposición viene de que consideran que el código penal, y las cárceles, son instituciones patriarcales, con las que no pueden estar de acuerdo.

La vuelta del pecado original

En el fondo de la mente del macho blanco, por muy respetuoso de los derechos, por muy demócrata que sea, palpita un corazón colonialista y misógino. No es un pecado personal, es un pecado original, y la lucha contra él exige estar alerta, denunciar cualquier agresión, aunque sea mínima, ser intolerantes. Los debates no son posibles porque solo las victimas comprenden a las víctimas. Los oprimidos sienten que la apelación a la igualdad universal de los derechos ha sido una trampa urdida por el hombre blanco, que ahora quiere expandir su capa protectora hacia los “condenados de la tierra”.

Realizan pues una censura excluyente. Piensan que el momento del debate ha pasado. No creen que el dominador se pueda corregir espontáneamente. Sólo podrá hacerlo sometiéndose a un proceso de reeducación de “desblanqueamiento”.

Uno de los procedimientos de control es detectar “microagresiones”, es decir, comportamientos que se consideran ofensivos, aunque el agente no haya intentado ofender. Por ejemplo, un inmigrante nacionalizado puede considerar ofensivo que alguien le pregunte ¿Y usted de dónde es? No hay un criterio objetivo para juzgar la ofensa. Depende de la sensibilidad del ofendido, lo que somete la acción pública a una imprecisión desconcertante. Muchos piensan que son preferibles normas de censura claras a normas difusas y subjetivas. Un caso que puede servir de ejemplo es el J.K. Rowling, la creadora de Harry Potter. Tras escribir un tuit defendiendo a una investigadora que había sido despedida por decir que “el sexo es real”, sufrió una catarata de críticas en redes sociales. Los militantes transgénero le acusaron de ser una TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminist) o una “feminazi”. Para ellos, la biología, el sexo de un individuo a su nacimiento, es una ilusión, una construcción social, como lo es el género.  En otro tuit Rowling respondió: “Conozco y quiero a personas trans, pero borrar el concepto de sexo quita a muchos la capacidad de hablar de su vida de manera pertinente. Si el sexo no es real, la realidad vivida por las mujeres en el mundo entero es borrada”. Es una postura parecida a la que mantienen las feministas clásicas en España frente a la ley trans.

Más de ciento cincuenta intelectuales americanos de prestigio -entre ellos Noam Chomsky y Steven Pinker– han publicado A Letter on Justice and Open Debate, oponiéndose a una intolerancia contra las opiniones opuestas, la moda de avergonzar   públicamente y condenar  al ostracismo a las personas y la tendencia a disolver complejos temas políticos en una blindada certeza moral”.

Aunque es un movimiento confuso y con frecuencia contradictorio, me atrevo a publicar un

DECÁLOGO WOKE

(1).- No hay una verdad objetiva sino “experiencias vividas”, incomunicables. Solo un negro puede saber lo que siente un negro.


(2).- La estructura básica de la sociedad es la oposición dominador/dominado. Las personas pueden sufrir varias dominaciones simultaneas. Es lo que se llama INTERSECCIONALIDAD. Una mujer negra, trans, pobre y gorda está sometida a exclusiones múltiples.


(3) Lo que se considera verdad es una creación del poder.


(4) La identidad racial, sexual o de género define la totalidad de la existencia.


(5). Todo es construcción social, no solo el género sino también el sexo.


(6) Solo podemos ver las cosas desde el grupo a que pertenecemos. La universalidad es un intento de justificar la supremacía blanca.


(7). – Lo que hace un blanco representa a todos los blancos.


(8) El colonialismo no es un fenómeno pasado, sino que forma parte de la estructura mental de todo hombre blanco, al igual que el machismo, la mentalidad patriarcal y la violencia.


(9). Los colectivos discriminados son los únicos que pueden juzgar las agresiones de los dominadores, aunque estos no sean conscientes de ellas, ni tengan intención de agredir. Para evitar sus desmanes hay que instaurar una cultura de la cancelación.


(10). – Solo después de haber eliminado esas corrupciones se podrá alcanzar la Justicia Social, que es el gran objetivo del movimiento woke.

 

Este decálogo me confirma en la idea de que el movimiento woke se dirige a un objetivo justo -luchar contra las posturas injustas que forman parte de nuestro genoma cultural y se transmiten de manera automática y no intencionada- pero que se han basado en una mala filosofía -el postmodernismo- que lo hace víctima del mismo relativismo al que se agarraban como salvación. El salvavidas ha resultado fallido.
Pero de esto les hablaré en el próximo post.

 

Únete Un comentario

  • José Miguel dice:

    Sería interesante una reflexión sobre por qué los movimientos de liberación (y el movimiento woke lo es, al menos en los inicios) terminan generando una necesidad de liberación respecto de ellos que hace que surja otro movimiento de liberación, y así sucesivamente.

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