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Puestos a imaginar la ATP, tengo que ir seleccionando su claustro de profesores. Uno de mis primeros candidatos es Daron Acemoglu, un especialista en lo que tradicionalmente se denominaba Economía Política. Se hizo famoso con su libro Por qué fracasan las naciones, escrito con James A. Robinson. Destacan la importancia de las instituciones para el desarrollo económico. Las inclusivas fomentan la prosperidad, mientras que las extractivas conducen al fracaso. En El pasillo estrecho explican, apoyándose en grandes ejemplos históricos, que el éxito político discurre por un estrecho camino que surge del enfrentamiento o cooperación de un Estado fuerte y de una Sociedad civil fuerte también. Es una situación inestable y dinámica que tiene que estar manteniéndose continuamente, pero que si se hace bien no enfrenta al Estado y a la sociedad, sino que permite un trasvase de energías. Una sociedad fuerte aumenta la capacidad del Estado y no al revés, como afirma el liberalismo.

Y la fortaleza del Estado, si es un Estado promotor como el que defiendo, fortalece la sociedad. Cuando esa colaboración se da, aumenta la competencia heurística -solucionadora- de toda sociedad. Ese es el tema que me interesa desarrollar en la ATP. Podemos concebir la vida social como una gigantesca conversación, que se rige por la misma norma que el resto de las conversaciones. En una conversación inteligente todos los participantes aumentan su talento. En una conversación torpe, todos lo disminuyen.

Recientemente, Acemoglu ha publicado junto a Simon Johnson Poder y progreso, donde estudian la influencia de las tecnologías en la política, y la necesidad de fortalecer los “poderes compensatorios” de la sociedad, para conseguir que las nuevas técnicas colaboren a la pública felicidad.