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Investigaciones científicas determinan que el poder cambia el cerebro del poderoso, bloquea la empatía, la compasión, la generosidad. Pero esto no significa que el poderoso esté condenado a ser mala persona, pues su transformación no es voluntaria sino producto de un automatismo biológico.

Pero sí que el poder afina la percepción de los sentimientos de la gente en aquellos temas que permiten la manipulación.

Puedes leer el artículo de esta semana «La insensibilidad del poder» en el blog El Panóptico de José Antonio Marina pulsado aquí.

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