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PANÓPTICO

El panóptico
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“Posmodenismo” no es una palabra del diccionario woke, pero la incluyo porque los intelectuales del wokismo la utilizan mucho. En mis comentarios anteriores he afirmado varias veces que el wokismo es una buena iniciativa -incluir en la visión de la historia la experiencia de las victimas- desbaratada por una mala filosofía. Esa mala filosofía es el posmodernismo. Por rigor filosófico quiero explica por qué lo digo.

¿Qué entiendo por una “mala filosofía”?

  1. La que saca conclusiones que no están debidamente justificadas, porque no aporta las evidencias suficientes o porque saca de ellas conclusiones erróneas.
  2. La que a partir del estudio de un fragmento de realidad pretende sacar un principio universal.
  3. La que no tiene en cuenta las evidencias en contra.
  4. La que defiende incoherencias lógicas.
  5. La que rechaza la construcción sistemática del saber, es decir, que una afirmación sobre la justicia, el aborto, la inflación, Dios, o el vuelo de los estorninos, debe descansar sobre una idea clara y explícita acerca del conocimiento, la verdad, la detección del error, la diferencia entre verdades científicas y verdades éticas, la realidad, etc, etc, etc.

Mi crítica del posmodernismo no supone que todo lo que dicen es falso o disparatado, sino que son visiones fragmentadas que se llevan a una generalización brillante pero frágil. Por ejemplo, las interpretaciones históricas de Michel Foucault son fascinantes, pero basadas en una documentación escasa y sesgada.

El postmodernismo comenzó en los años sesenta y lo iniciaron un grupo de pensadores franceses: Lyotard, Guattari, Deleuze, Derrida, Foucault. Cuando su estrella ya declinaba en Francia, pasó a América, donde tuvo un éxito sorprendente, como ha narrado François Cusset en su libro French Theory. Foucault, Derrida, Deleuze & Cia y las mutaciones de la vida intelectual en los Estados Unidos. Y desde hace unos años, impulsado por el pensamiento woke y por las ideologías queer y trans ha vuelto a Francia, renovado.

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Ilustración de bombilla”, Freepik

Los pensadores posmodernos se caracterizan por su común oposición a la modernidad y por la afirmación del fracaso del proyecto ilustrado, al que acusan de gran parte de lo malo ocurrido en el siglo XX, incluido el Holocausto. Creo que no se debe confundir Modernidad e Ilustración. La Modernidad es un movimiento social en el que la industrialización tuvo papel importante. La Ilustración es un movimiento filosófico, ético y político, basado en un rechazo de los argumentos de autoridad y de los poderes absolutos, en la confianza en la razón, en la afirmación de la universalidad del conocimiento, y en la posibilidad de una ética universal basada en los derechos individuales, que políticamente se concreta en el sistema democrático.

Los principios posmodernos son:

  1. La legitimidad de los saberes está en quiebra. Se basaba en grandes metarrelatos impuestos por el poder, que de esa manera define lo que es conocimiento y lo que no lo es. La conclusión posmoderna es que no hay modo de conseguir una verdad objetiva.
  2. Toda visión de la realidad es socialmente construida. El lenguaje es la principal herramienta para esta tarea. No podemos salir de nuestro lenguaje.
  3. Si el conocimiento es un constructo del poder, que funciona a través de nuestra forma de hablar de las cosas, el conocimiento puede ser cambiado y las estructuras del poder derribadas cambiando el modo en que hablamos de las cosas. El postmodernismo funciona controlando el discurso y las imágenes que pueden hacer daño.
  4. Esta presión social determina nuestra identidad y nuestro modo de pensar, lo que hace ilusoria la autodeterminación individual que defendía la Ilustración.
    “El sujeto ha muerto” (Foucault)
  5. Hay que rechazar la pretensión ilustrada de afirmar verdades universalmente válidas, porque desprecia las diferencias culturales, los diversos juegos de lenguaje y la experiencia individual. El pensamiento posmoderno, en cambio, reconoce el valor de lo local, de lo identitario, de la experiencia individual, de lo indígena. El relativismo no es un fracaso del conocimiento, sino una liberación.
  6. Ninguna cultura puede someter a evaluación a otras, porque cada una es generadora de sus propios valores. No hay comunicación entre culturas. No hay, por lo tanto, valores ni derechos comunes. La cultura crea socialmente sus propios criterios.
  7. Como todos los saberes son construcciones culturales, el pensamiento critico ha de ser una deconstrucción total. La transgresión es la forma práctica de deconstruir la moralidad.
  8. Fundar el conocimiento en la razón implica rechazar la invención como generadora de realidad, la emoción como fuente de conocimiento y el deseo como experiencia fundamental.

El posmodernismo se enfrenta con dos problemas.

La descalificación de la ciencia, convirtiéndola en la “superstición de occidente”, porque impide distinguir entre conocimiento científico y superstición. Decir que la epilepsia es una posesión diabólica le parece tan válido como decir que es una irritación de la corteza cerebral. El segundo problema es que el relativismo de los valores iguala todo tipo de reivindicación. Si la cultura nazi no puede evaluarse desde otra cultura, la fuerza acaba siendo el único criterio de validez. Si todas las culturas son igualmente valiosas, entonces también resultan iguales el reconocimiento de los derechos de la mujer y la ablación del clítoris; las guerras de conquista y la búsqueda de la paz; el respeto a los derechos humanos y el genocidio y , porque todo se puede considerar peculiaridad cultural.

Las feministas clásicas, cuyo discurso es muy poderoso y agudo, se dieron cuenta hace muchos años de esa trampa mortal. Todas las minorías reivindicativas -mujeres, afroamericanos, gays, indígenas- acogieron con fervor el pensamiento posmoderno porque revelaba las ocultas maquinaciones del poder y de la dominación y reivindicaba los derechos de la diferencia. Pero pasado el momento de la fascinación, algunas intelectuales comprendieron que la defensa de las diferencias consagraba el valor de cualquier diferencia, incluido el machismo. Si todas las creencias son iguales, si cada grupo define sus propios valores, si los lenguajes son intraducibles, si no hay posibilidad de historia común, volvemos a la tiranía del mas fuerte. Por eso me parece extraño que el wokismo abrace la ideología posmoderna que en el fondo lo perjudica.

La desaparición del sujeto, diluido en los mecanismos de construcción social y en este momento en las redes, supone una devaluación de la libertad humana, de su capacidad de autonomía, que reclama una idea fuerte del sujeto. No me paree por ello una buena propuesta.

El hecho de que considere que el posmodernismo es una mala filosofía no me exime de estudiarlo, porque siempre es más útil estudiar a los contrarios que a los que piensan lo mismo, y muchos de los hallazgos del posmodernismo deben ser tenidos en cuenta. Hace ya veinte años, sostuve que no había que volver sin más a la ilustración, ni quedarse en la posmodernidad. Denominé “ultramodernidad” al intento de incluir en el proyecto ilustrado alguna de las opiniones de los autores y de los movimientos posmodernos.

El término no tuvo aceptación y lo abandoné, pero tal vez ahora convenga resucitar el concepto de “ultramodernidad”.

El nombre no tuvo aceptación y lo abandoné, pero tal vez ahora convenga resucitar el concepto de “ultramodernidad”.