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Un nuevo proyecto es una nueva esperanza. Solo grandes políticos mejorarán la historia. ¿Dónde pueden formarse?
Históricamente la política ha sido la gestión del poder. La Gran política debe encargarse de buscar soluciones.
Un reto expresivo. Exponer un sistema complejos en piezas de tres minutos de lectura.

Aquí comienza la narración de un proyecto: diseñar una ACADEMIA DEL TALENTO POLÍTICO, en la que se podrían formar los políticos a los que desearíamos confiar el gobierno de nuestro futuro. Es un experimento intelectual, en el que vamos a encontrar algunos retos revolucionarios. Creo que somos víctimas de una “confabulación de lo irremediable” que afirma que la política es la gestión del poder, y que no puede estar sometida a normas éticas. Maquiavelo no inventó nada. Se limitó a reconocer que así era la política real (Realpolitik), y que todo lo demás eran músicas celestiales. Ahora diríamos, que quien no piensa así es víctima de un “buenismo” bobo. Que una persona informada e inteligente como Ortega y Gasset sostuviera que el gran político está por encima de la moral cotidiana, es para echarse a temblar. Milton Friedman dijo algo parecido sobre la Economía, desde su púlpito del Premio Nobel: “Mezclar la ética con la economía es un peligro para la libertad”. Esta creencia funciona como una “profecía que se cumple por el hecho de enunciarla”. Ha generado un sistema de creencias, conceptos, emociones, instituciones que todos hemos absorbido, hasta confundirlo con la realidad. Es posible que, tras algún nuevo descalabro de la humanidad, los supervivientes piensen: “¡Ah!¡Si hubiéramos sabido que la política no era forzosamente eso!”

El acta de fundación de la ACADEMIA DEL TALENTO POLITICO afirma que esa “confabulación de lo irremediable” se puede desarmar. Frente a la arcaica y sempiterna “política del poder” puede construirse una “política de las soluciones”, a la que llamaremos GRAN POLÍTICA. Los viejos políticos dirán que eso es lo que la política ha hecho siempre. Puede ser, pero si es así la desconfianza generalizada que despierta muestra que no lo ha hecho bien.

La ACADEMIA DEL TALENTO POLITICO (ATP) debería ser la encargada de formar los nuevos políticos. Pero, ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo organizar los currículos? ¿Cómo enraizarlos en la realidad sin convertirlos en una variante más de la “realpolitik”? ¿Cómo lanzarlos a un mundo feroz y competitivo si los hacemos racionales, sensibles y honestos? ¿Cómo convencer a la gente de la plausibilidad y conveniencia del proyecto?

No lo sé, pero en muchas películas hay una escena que me escandaliza. Después de un accidente, una persona grita: “¡Qué alguien llame a una ambulancia!”. Siempre he pensado: “¿Y por qué no la llamas tú?” En el tema que nos ocupa, también tenemos ganas de gritar: “¿Qué alguien forme a los políticos?” No lo voy a hacer. No voy a esperar que otros lo hagan, aun a sabiendas de que podrían hacerlo mejor que yo. Quiero hacerme merecedor del que me gustaría que fuera mi epitafio: HIZO LO QUE PUDO