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No es sensato pensar que los ciudadanos pueden saber lo necesario para tomar todas las decisiones políticas de modo informado. “La competencia política no es tanto un saber acerca de “contenidos” de la política, sino sobre la lógica de la política (…) de la naturaleza contingente y compleja de la política”. Innerarity no parece confiar mucho en la educación política. ” Los errores de los expertos nos advierten de que el saber y la formación no son una garantía de que vayan a adoptarse las decisiones correctas” (248). El exceso de información hace necesario que tengamos procedimientos para seleccionar e interpretar, para reducir la complejidad, a sabiendas de que eso es peligroso en los problemas difíciles. “En mi opinión, el principal problema es la incapacidad del sistema político a la hora de abordar la complejidad del mundo y hacerla políticamente comprensible”. “Lo que hay que mejorar es la capacidad del sistema político para actuar inteligentemente, el aprendizaje colectivo que incluye, por supuesto, capacidad cognitiva, emocional y moral en los individuos, sin que la resultante global sea reducible a la mejora de las propiedades individuales, No se trata tanto de fortalecer las capacidades individuales como aquellos aspectos de la organización social que incrementen sus capacidades cooperativas”.

Creo que a lo que apunta es a la creación de un “capital político”. Con este nombre recojo las aportaciones de Robert Putnam que mostró que las instituciones democráticas funcionan mejor en aquellas comunidades que tienen lo que él denomina “social capital”, que interpreto como la capacidad para resolver problemas políticos, una sedimentación de conocimientos, formas de deliberación, sistemas críticos e instituciones. Es decir, el pensamiento colectivo va generando el capital político que revierte sobre el pensamiento colectivo y lo mejora. Es lo que he llamado “el bucle prodigioso”.

Innerarity dedica un capítulo de su libro Teoría de la democracia compleja a estudiar la inteligencia de la democracia. “Las democracias son los sistemas políticos que mejor aprovechan el saber distribuido, que producen una mejor legislación y unas políticas públicas de mejor calidad” Cuando Charles Lindblon habló de “inteligencia de las democracias” estaba haciendo una constatación y un requerimiento. Las democracias son los sistemas políticos más inteligentes, pero necesitan aprender más, porque la mayoría de los problemas con que nos enfrentamos necesitan más y mejor saber, no basta con voluntad política y autoridad.

La toma de decisiones sigue estando organizada como si los gobiernos fueran los que mejor conocimiento tienen de la situación. Pero hay un conocimiento en la sociedad y la política seria mejor si tomara en cuenta sistemáticamente ese saber, por eso es crucial organizar esa inteligencia colectiva. Innerarity confía en el saber.  Eso no significa que los políticos tengan que ser muy inteligentes. Como en el caso de las organizaciones, se trata de inteligencia colectiva. El saber de las organizaciones no es el que está en la cabeza de sus miembros, sino en los sistemas de reglas, cultura de la organización, procedimientos, rutinas y procesos, protocolos de negociación, decisión y resolución de conflictos”.

En la matriz conceptual que estamos extrayendo de nuestros “profesores”, Innerarity ha precisado más la noción de “inteligencia colectiva”, como propiedad emergente de los sistemas sociales. No es la agregación de inteligencias individuales, no es el “capital humano”, sino lo que resulta cuando se consigue un talento colectivo. Es la inteligencia del sistema y, en el caso que ocupa a la Academia, la inteligencia del sistema político. “Si alguna exigencia se impone especialmente en nuestras sociedades es la de modificar las reglas que organizan el aprendizaje y elevar programáticamente sus mecanismos de autoobservación y su capacidad de aprender”. “La principal función del gobierno en la sociedad del conocimiento consiste precisamente en establecer las condiciones de posibilidad de la inteligencia colectiva”. La competencia política de los ciudadanos se ve fortalecida por el “capital político” que tienen a su disposición, es decir, por los procedimientos que esa sociedad ha institucionalizado como “sedimentación de la experiencia”. De la misma manera que en el interior de un móvil hay una gigantesca cantidad de inteligencia concentrada, en las instituciones inteligentes se guardan los conocimientos que permiten buenas soluciones. En este sentido, tiene razón al decir que “las sociedades son más inteligentes que los individuos”. La gran tarea de los individuos es perfeccionar esas instituciones.

Estoy recibiendo solicitudes de economistas neoliberales, discípulos de Friedrich Hayek, que reclaman un puesto de profesores aduciendo que las ideas de su maestro sobre la “evolución espontánea de la sociedad” es la que mejor responde al planteamiento pedagógico de la Academia. Estudiaré sus credenciales y ya les informaré.