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La “política del poder” ha creado toda una constelación simbólica, emocional, poética y moral que fascina al ciudadano y refuerza la burbuja de la “confabulación de lo irremediable”. En Historia universal de las soluciones he estudiado, por ejemplo, la teatralización del poder absoluto, en la que Luis XIV, Napoleón y Hitler, cada uno a su manera fueron unos genios. También me ha interesado la glorificación de la guerra una de las piezas clave de la “confabulación de lo irremediable”. En una batalla hay tantos hechos heroicos que resulta difícil desmitologizar la guerra. Parece que acrecentamos la tragedia de las víctimas si consideramos que murieron en una lucha irracional. Y, sin embargo, si intentamos librar del absurdo esas muertes, acabamos justificando las guerras.

Jonathan Swift, el gran burlón, ridiculizó la glorificación bélica al contar la guerra entre Liliput y Blefuscu por el modo de cascar los huevos cocidos. Charlot descubrió el aspecto ridículo de la teatralidad de Hitler.  Acabo de recibir un libro de Bruno Fuligni y Bruno Léandri titulado Les guerres stupides de l’histoire, (Tallandier, Paris, 2024). La guerra de Troya es una de ellas. Homero convirtió una guerra que solo demostraba la estupidez de los humanos en un monumento poético.

¿Convendría que hubiera en la ATP una asignatura para ridiculizar los excesos de la “política de poder”, su prepotencia, sus excesos, su pavoneo?

Pero a los locos por el poder convendría advertirles que su suficiencia puede ser ridícula. Los romanos, que conocían muy bien los avatares del poder, cuando un general victorioso entraba en Roma, le hacían acompañar de un esclavo que le repetía: Acuérdate de que eres mortal. Tal vez a los excesivamente empoderados habría que repetirles: Acuérdate de que eres risible. Comprendo la inquina con que los dictadores han perseguido a los humoristas. Temían su fuerza desmitificadora. Sobre la emprendida por el régimen nazi puede verse la bibliografía citada por F.M. de Toro en su artículo “La sátira y el humor político durante el Tercer Reich. Los delitos contra la Volksgemeinschaft”.

Saul Alinsky, un famoso activista social estadounidense, que influyó mucho en Obama, escribió: “El humor es esencial al táctico exitoso porque las armas más poderosas que conoce la humanidad son la sátira y el ridículo” (Alinsky, S. Rules for Radicals, 1991, p. 54).