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El mundo de la cultura está muy agitado en todas partes, por lo que se denomina “política de la cancelación”, que es un tipo de censura. Ha surgido un problema con el cartel de la Semana Santa de Sevilla. Algunos colectivos han querido boicotear las obras de Picasso por su machismo. Un periodista español citaba hace unos días que estábamos actualizando el imbraghettamento a que fue sometido el Juicio final de Miguel Ángel en la capilla Sixtina.

A lo largo de los años ha habido muchos otros casos. La crítica es el siglo XVI y XVII era constante. El predicador del rey Felipe IV, fray Hortensio Félix Paravicino fue uno de los mayores críticos, y eso que era muy entendido en pintura.

¿Qué paso con aquella colección de cuadros pecaminosos de Felipe IV?

Carlos III decidió no quemarla, pero no sabía qué hacer con ella, así que encerró los cuadros en unas dependencias cercanas a los palacios reales, en la Casa de Rebeque y en Buen Retiro. Y allí estuvieron enclaustrados. Treinta años después bajo el reinado de Carlos IV, la Real Academia de San Fernando solicito el envío de las colecciones de desnudos para que sirvieran de “estudio de colorido”.

Pero en 1827, el Museo Real del Prado reclama los cuadros. ¿Para exponerlos? No, sino para crear una nueva “sala reservada” porque “es voluntad de su Majestad Fernando VII que de ningún modo se coloquen a la vista del pueblo aquellos que por razón de la poca decencia de sus objetos merezcan ponerse en un lugar reservado. En 1838, José de Madrazo, director del museo, libera las pinturas que pasan a estar en las salas de exposiciones normales.

Pero resulta que la colección de desnudos había sido ya comenzada por Felipe II, que había encargado algunos a Tiziano. En 1554, Tiziano le anuncia en una carta el envío de un cuadro para su “camerino”. Es un desnudo que tiene algo especial. La protagonista está pintada de espaldas, y se consideró escandaloso por su erotismo. La pregunta es: ¿De qué cuadro de Tiziano se trata?