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Lourdes Lancho titula así la entrevista que me hizo en la cadena SER (Programa A vivir que son dos días). Es una afirmación que puede resultar dogmática (eso ocurre con todos los titulares) y estrambótica. ¿Qué tendrá que ver la filosofía con el servicio público? Llamamos “servicio público” a una actividad desarrollada por una institución pública o privada para satisfacer una necesidad básica del conjunto de la sociedad.  ¿Cuál podría ser la necesidad básica que la filosofía tendría que satisfacer? Jacques Derrida defendió que había un “derecho a la filosofía” como fundamento del resto de los derechos humanos.

¿Cuál podría ser la necesidad básica que la filosofía tendría que satisfacer?

En efecto, gran parte de los conceptos que organizan nuestro mundo político y social tienen un origen filosófico, y la filosofía debería aclararlos. También se la ha considerado la ciencia de la argumentación y el pensamiento crítico, y, como dijo Popper, “conviene que luchen los argumentos para que no tengan que luchar las personas” y el pensamiento crítico nos permite librarnos de adoctrinamiento y del fanatismo. Lo primero que hacen todas las tiranías es pedir una fe absoluta y eliminar el sentido crítico.

Se han dado muchas definiciones de filosofía, y esa pluralidad está justificada porque los “entes culturales” -y la filosofía lo es- no tienen naturaleza definible, solo tienen historia. El deseo de saber, de saber más, de saberlo todo, definitiva y radicalmente, respondiendo a las últimas preguntas, pasando del conocimiento superficial al más profundo, constituye la utopía filosófica, que es más un modo de vida que un corpus cognitivo. Lo que ha unificado la experiencia filosófica ha sido su confianza en la razón y su tenaz busca de la Verdad y del Bien. Como defensa ante sofistas, embaucadores, dogmáticos ha desarrollado siempre una actitud crítica, para discernir (krinein) lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo bello de lo feo. Esta es, precisamente, la función más importante de la filosofía como “servicio público”: criticar los engaños, las ideologías, las campañas de adoctrinamiento, y fundamentar los principios esenciales de la vida en comunidad.

Panóptico 35 El pensamiento woke Destacada WokismoCreo que la filosofía actual no está cumpliendo esa función. La filosofía postmoderna, que está en el origen del “pensamiento woke”, en boga en las universidades americanas y francesas, reduce la verdad al poder, explica todo el pensamiento apelando al constructivismo social, y se entrega a un culturalismo que supone a la vez un dogmatismo intracultural y un relativismo intercultural. Las culturas y sus identidades son criterio de “sus” verdades, que son incomprensible para otras culturas que no las pueden por tanto evaluar. Estas corrientes coinciden en descalificar la Ilustración, la razón y la universalidad de la verdad o de la moral. Hay una glorificación de la irracionalidad que me parece irresponsable. Un ejemplo de confusión filosófica es la decisión del gobierno de Nueva Zelanda de incluir las creencias maoríes (matauranga maorí) al mismo nivel que otros saberes en la enseñanza secundaria. Lo preocupante es la razón dada por el grupo de trabajo del gobierno: la ciencia es una invención de Europa occidental y constituye en sí una prueba de la dominación europea sobre los maoríes y otros pueblos indígenas”. También los derechos humanos o la democracia han sido atacados en muchas culturas por considerarlos eurocéntricos. Se acepta como válido el “argumento ad hominem”, que consiste en atacar a la persona para devaluar el argumento. Si los hombres blancos son detestables por colonialistas, todas sus obras -la ciencia incluida- son detestables. Eso lleva a propuestas disparatadas, como la del movimiento “Science must fall”, en Sudáfrica que llama a cambiar todos los descubrimientos científicos, con el pretexto de que la gravedad, descubierta por Newton solo representa un “perspectiva occidental”.

El descrédito de la idea de verdad queda reforzado por el triunfo de una “filosofía subjetiva”, que no es más que la exposición conceptual, más o menos interesante, de las opiniones del autor. Son relatos autobiográficos, que no se ven obligados a aportar argumentación ni pruebas. Son un conjunto de evidencias privadas que no pretenden tener valor universal. Cuando Francisco de Asís ve en la naturaleza la gloria de Dios y Sartre ve una proliferación nauseabunda están exponiendo la “verdad en el mundo de Francisco” y la “verdad en el mundo de Sartre”. Ninguno consigue hacer universalmente evidente su evidencia privada. Lo que niega la “filosofía subjetiva” es que se pueda ir más allá.

“La sociedad se merece un esfuerzo para rehabilitar la noción de verdad, la razón, la posibilidad de admitir valores universales, la unidad de la Humanidad, a pesar de las diferencias de las culturas”

Por todas estas razones, sigo pensando que la filosofía actual no está cumpliendo su función de servicio público. La sociedad se merece un esfuerzo para rehabilitar la noción de verdad, la razón, la posibilidad de admitir valores universales, la unidad de la Humanidad, a pesar de las diferencias de las culturas. Para conseguirlo, la filosofía, que ha adoptado formas diferentes, desde ser una disciplina de autoayuda a ser servidora de la teología, debe convertirse ahora en la Ciencia de la evolución de las culturas, que explique cómo el ser humano ha ido desarrollando su inteligencia, tanteando vías de acceso a la realidad, creando religiones, afinando los criterios de verificación, luchando contra las injusticias, dogmatismos y abusos de poder. Por lo que a mí respecta, he interpretado esa historia evolutiva como un proceso expansivo y zigzagueante de búsqueda de la felicidad. En esa permanente búsqueda los sapiens han tenido que enfrentarse a problemas de supervivencia, de convivencia, de búsqueda de sentido, técnicos, políticos, científicos y, también, filosóficos. Creo que la actual formulación de la filosofía tiene que aprender de la historia. Debe estudiar las diferentes soluciones, comprenderlas, compararlas, extraer los criterios de verificación, analizar las consecuencias, proponer teorías más poderosas, evaluar el presente, enunciar normas universalmente válidas, y todo ello dentro de una estructura sistemática cuyas partes se apoyen mutuamente, que aproveche los conocimientos científicos y también la experiencia histórica.

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