Skip to main content
Una especie miedosa

Capitulo 1. Introducción

Desde un punto de vista filogenético se supone que la mente del ser humano actual se explica en gran medida por la confluencia de dos factores: el emocional, por ser la mente de un mamífero, y el social, por ser la de un primate (Arsuaga y Martín-Loeches, 2013: 278). Arsuaga, J. L. y Martín-Loeches, M. (2013): El sello indeleble. Pasado presente y futuro del ser humano. Barcelona: Debate

Los animales responden ante un peligro con cuatro conductas diferentes: huida, ataque, inmovilidad y sumisión. No podemos saber hasta que punto experimentan la emoción de miedo, que embarga a los humanos en esa situación. Nuestra especie es la más miedosa, porque la inteligencia añade miedos culturales a los miedos innatos, y porque la capacidad de anticipar nos hace más vulnerables ante posibles amenazas. Todos los animales mueren, pero solo el hombre sabe que va a morir, y puede temer la muerte. Entiendo por miedos innatos los provocados por desencadenantes no aprendidos. Los pájaros que se alimentan de serpientes presentan un miedo innato a las serpientes venenosas, sin experiencia previa. Hace más de cien años, Douglas Spalding describió el miedo instintivo de los polluelos al ver un halcón o al oír su chillido. Konrad Lorenz asustaba a los patitos recién salidos del cascarón moviendo por encima de ellos una silueta que recordaba vagamente un ave de presa. Donald Hebb encontró que la oscuridad produce miedo a los chimpancés y a los niños. Ambos cuando sienten miedo, se abrazan. Los miedos infantiles a la separación y a los adultos extraños son comunes entre los ocho y los veintidós meses. Al parecer sucede en todas las culturas.

Además, hay miedos aprendidos. Watson, padre del conductismo, consiguió mediante condicionamiento que el niño Albert B de once meses temiera a los animales con pelo. No distinguir entre emociones innatas y emociones aprendidas confunde a los culturalistas acérrimos. Se fijan solo en las aprendidas y concluyen que no hay emociones universales. En realidad, esas emociones locales son variaciones aprendidas de emociones universales, de la misma manera que las diferentes lenguas derivan de una facultad universalmente compartida. En el caso de las emociones, pueden cambiar los desencadenantes, y las formas de expresarlas, pero el “guion afectivo” es el mismo. Jean Delumeau ha hecho el inventario de los miedos en la historia europea. Algunos son universales: el miedo a la muerte, por ejemplo. Pero otros son estrictamente culturales, como el miedo al infierno, o al pecado, o a ser privados de la cercanía del rey, cosa que podía matar de tristeza a un cortesano de Luis XIV. En el siglo XVI hubo una psicosis sobre el “maleficio de la cuerda” que realizaban brujos y brujas anudando una cuerda durante la ceremonia del matrimonio. En virtud del conjuro, los contrayentes se volvían estériles. En el siglo XVII, en ciertas zonas de Francia, el miedo llegó a ser tan grande que los novios se casaban de noche para que los brujos no se enteraran. Todavía en 1679, J.B. Thiers, párroco de la diócesis de Chartres, en su Tratado de las supersticiones que afectan a todos los sacramentos, recoge las decisiones conciliares y sinodales que condenan el anudamiento del cordón.

Toda aceptación de poderes ocultos es un mecanismo de inducción de miedos. Esto es una constante universal. Los tabúes, son un ejemplo, y el pánico (el miedo al dios Pan) lo es también, aunque de una cultura muy diferente. Una historia de los terrores de la humanidad tendría que incluir la copiosa fenomenología de las apariciones. El teólogo Noël Taillepied, en su Tracté de l’apparition de esprits, escribe: “A veces un espíritu parecerá en la casa, visto lo cual por los perros se arrojarán entre las piernas de su dueño y no querrán salir de entre ellas, porque temen mucho a los espíritus”.

Un miedo claramente cultural fueron los terrores del milenio, estudiados por Norman Cohn en The Pursuit of the Millenium: revolutionary messianism in medieval and reformation Europe and its bearing on modern totalitarian movement (1961), Medieval Millenarism (1962). Debió ser una especie de locura colectiva que tiene que ver con miedos irracionales y con expectativas fantásticas. (Delumeau, J.: Le peché et la peur.  Rassurer et proteger, le sentiment de securite dans l’Occidente d’autrefois (1989).

También cambia la respuesta que se puede dar al miedo. Se ha considerado que las mujeres son más miedosas que los hombres y que los hombres no debían sentir miedo. Los autores del Manual for Character Training. A guide-Book for Teachers and Parents Based in the Young Folks Tfreasury (1925) insistían en que los niños de tres años debían superar su miedo mediante el autocontrol. No eran capaces de soportarlos todos desde el principio, pero lo importante era reconocer que la valentía podía aprenderse (Johanna Bourke, Fear 94).

El objetivo de esta monografía es estudiar el miedo como motor de la historia, como generador de cultura, de instituciones, y como herramienta política.

He estudiado el miedo en dos libros: Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía, y Los miedos y el aprendizaje de la valentía. Los humanos responden al miedo con las mismas conductas que los animales, pero con una específicamente suya: la valentía, que consiste en sentir miedo, pero no dejar que dirija el comportamiento. El valiente es el que en esa situación resiste, si cree que debe hacerlo. Esa es una actitud universalmente valorada en todas las culturas, lo que demuestra su importancia para la vida social.

Esta monografía no pretende estudiar la “psicología del miedo”, sino el miedo como motor de la historia, como generador de cultura, de instituciones, y como herramienta política. Su presencia es abrumadora y ubicua. Un componente ineludible de la felicidad es no tener miedo, por lo que es lógico que esta emoción sea protagonista del argumento de El deseo interminable. Parte importante de nuestra organización social -moral, jurídica y política- está creada para librarnos del miedo o para provocarlo.  Como protectores están el vestido, la casa, las murallas, las armas, el Estado, la religión, la sumisión, el derecho, la seguridad social o las compañías de seguros. Como amedrentadores, los instrumentos de torturas, las armas, los sistemas policiacos, l indefensión jurídica. El miedo está presente en gran parte de los acontecimientos históricos. A la hora de explicar la brutalidad de la Guerra civil española, Manuel Azaña recordaba antes de su muerte que la contienda había tenido su origen en “el odio y el miedo” a partes iguales. “Una parte del país odiaba a la otra, y la temía”. En una monografía posterior estudiaré el odio como motor de la historia.

Si quieres continuar leyendo, descargate aqui la monografía completa

Deja tu comentario