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Materiales para la obediencia

Capitulo 1. La paradoja de Hume

Hume, un perspicaz observador de la vida política, expresó su extrañeza ante el fenómeno del poder y de la obediencia:

“Nada es más sorprendente para aquellos que se ocupan de los asuntos humanos con mirada filosófica, que ver la facilidad con la que las mayorías son gobernadas por las minorías; y observar la implícita sumisión con la que los hombres renuncian a sus propios sentimientos y pasiones a cambio de los de sus gobernantes. Cuando investigamos por qué medios se produce esta maravilla, encontraremos que, así como la fuerza está siempre del lado de los gobernados, quienes gobiernan sólo tienen la opinión donde se funda el gobierno, y esta máxima se aplica a los más despóticos y más militares de los gobiernos, así como a los más libres y populares”

(Hume, “De los primeros principios del gobierno”, 1758). Era la misma tesis de Etienne de la Boètie en su Discours de la servitude volontaire: si los individuos negaran la obediencia al Estado, sus líderes se quedarían sin poder. “De lo que aquí se trata es de averiguar cómo tantos hombres, tantas ciudades y tantas naciones se sujetan a veces al yugo de un solo tirano, que no tiene más poder que el que le quieren dar; que sólo puede molestarles mientras quieran soportarlo; que sólo sabe dañarles cuando prefieren sufrirlo que contradecirle”.  Los pueblos deben atribuirse a sí mismos la culpa si sufren el dominio de un bárbaro opresor, pues que cesando de prestar sus propios auxilios al que los tiraniza recobrarían fácilmente su libertad. Es el pueblo quien se esclaviza y suicida cuando, pudiendo escoger entre la servidumbre y la libertad, prefiere abandonar los derechos que recibió de la naturaleza para cargar con un yugo que causa su daño y le embrutece.

El asombro se repite incesantemente. Un personaje tan conocedor del poder como Jacques Necker, ministro de Luis XVI, expresó la paradoja de Hume casi con las mismas palabras: “Semejan subordinación no puede menos de sorprender a los hombres capaces de reflexión, Esta obediencia de un gran número a un pequeño número es un hecho singular, casi misterioso” (Du pouvoir exécutif dans les grands États). A Rousseau, el espectáculo del poder le recordaba a Arquímedes sentado tranquilamente en la orilla y sacando a flote sin esfuerzo una gran nave” (Contrato social, libro III, c.VI). Muchos años después, Simone Weil amplía la fuerza de la paradoja: “Que muchos hombres se sometan a uno por miedo a ser matado por él es bastante asombroso, pero que permanezcan sumisos hasta el punto de morir por orden suya, eso ¿cómo podemos llegar a comprenderlo? (p.111). (Simone Weil “Meditaciones sobre la obediencia y la libertad”, en Escritos historicos y politicos, Trotta).

El tema de la obediencia, la sumisión, la resignación, la dependencia, resulta central para una historia de la búsqueda de la felicidad.

Y, al estudiar las purgas soviéticas, Claude Lefort señala un comportamiento todavía más incomprensible:” Los militantes del partido aceptan una condición aún más extraña: consienten, por amor a él, en hacerse condenar por el”. (Léfort, C. La complication. Retour sur le communisme. 1999, dedica un capítulo a La servitude volontaire).

El tema de la obediencia, la sumisión, la resignación, la dependencia, resulta central para una historia de la búsqueda de la felicidad.  La Boètie saca una conclusión de sus análisis: Los hombres no desean la libertad. Si la desearan, la obtendrían. ¿Se trata realmente de querer o la obediencia es una fuerza esencial al campo social como la gravedad lo es al campo físico? Esa pareció ser la convicción de alguien como Kant, que tantos elogios hizo de la autonomía personal:

” El hombre es un animal, el cual cuando vive con los de su especie, necesita un señor (…) que quebrante su propia voluntad y le obligue a obedecer a una voluntad universalmente válida, de modo que cada cual pueda ser libre” (Ideas para una historia universal en clave cosmopolita, p.12). Otra paradoja que Rousseau había acuñado en una frase: “Hay que obligar al hombre a ser libre”.

Es decir, no hay que confiar en que quiera serlo voluntariamente.

¿A quién le corresponde aclarar tan complejo asunto? ¿A la psicología? ¿A la sociología? ¿A la historia? Desde el proyecto Gamma la respuesta es clara. De resolver el misterio debe encargarse la Ciencia de la evolución de las culturas.

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