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Si fuéramos geranios del Albaicín o grullas del Noroeste, nuestro hábitat sería solo la naturaleza. Pero somos seres sociales y nuestro  hábitat inmediato es la ciudad, la polis. Por eso necesitamos cuidar nuestro ecosistema político. Una parte importante son las instituciones. Una de ellas es el Parlamento. El espectáculo que está dando el español me anima a tratar el tema. Nuestra tradición parlamentaria no es brillante. El 4 de julio de 1934, tras un incidente en que “se esgrimieron pistolas” el Presidente del Congreso dijo: «No es lícito, señores diputados, que, en presencia de tantas contrariedades, de tantas miserias, de tantas amarguras, de tantas dificultades como tienen los españoles fuera de aquí, nosotros les ofrezcamos el ejemplo, no de nuestra abnegación y sacrificio, sino el bien lamentable de nuestras querellas y nuestros pugilatos personales». Palabras actuales. El objetivo del Panóptico es aprender de la Historia. Las instituciones pueden enfermar. Cuidar su salud  me parece un objetivo urgente.

El artículo inicial de este Panóptico se publicó en EL MUNDO el día 25 de octubre de 2020.


EL PANÓPTICO 8


Desde el Panóptico, voy a hacer zoom sobre la ciudad de Nogales. Está dividida por una alambrada. La parte Sur pertenece al estado de Sonora (México), la parte Norte al Estado de Arizona (EEUU). La geografía es idéntica y ambas mitades comparten antepasados, pero las diferencias en renta, educación, seguridad o salud son enormes. ¿Cuál es el origen de esa situación? Acemoglu y Robinson contestan: las instituciones. No es, pues, un tema baladí. Hay numerosos casos semejantes. Basta comparar la Alemania occidental y oriental antes de la reunificación o Corea del Norte y Corea del Sur. Un ejemplo interesante para los españoles es la diferencia entre las instituciones que se establecieron en las “colonias extractivas” (a las que se iba fundamentalmente a ganar dinero, como ocurrió en las de América Latina) y las “colonias de asentamiento”, en las que los migrantes iban para construir allí un Estado. A pesar de los siglos, esa diferencia continúa influyendo en la estructura política y económica de esas naciones. No es de extrañar que la Economía haya mostrado gran interés por las instituciones y su influencia en el desarrollo. Hasta cuatro economistas -Ronald Coase, Douglas North, Oliver Williamson y Elinor Ostrom- han obtenido el Premio Nobel por sus contribuciones al estudio de las instituciones. El interés se amplía inevitablemente a las sociales y políticas.

Llamamos “Institución” a una regla duradera y transmisible de interacción social. Etimológicamente significa lo que está firmemente establecido. El lenguaje, las costumbres o las normas son instituciones. Los juristas conocen las Institutiones iustiniani, la recopilación de normas jurídicas ordenada por el emperador Justiniano. Crear instituciones es una de las características del sapiens, una forma de regular la convivencia y hacer las conductas predecibles. Las Instituciones que rigen la polis, son instituciones políticas. En ocasiones se convierten en organizaciones formales, con su burocracia, legislación, presupuesto, archivos, edificios, etc. El Estado, la Administración de justicia, el Parlamento, los partidos políticos, lo son.

Elinor Ostrom, uno de los Nobel citados, estudió la relación de las instituciones y el “capital social” en la gestión de los bienes comunes. Seguía en esto los trabajos de Robert Putnam de los que ya les he hablado porque creo que “capital social “es una noción esencial para la comprensión de la vida de las sociedades. De él depende la calidad de las instituciones y, recíprocamente, el funcionamiento de esas instituciones influye en el “capital social”. Es un círculo que conocían bien los antiguos. Encomendaban a los políticos la tarea de hacer buenos ciudadanos, los cuales, a su vez, se encargarían de que la polis estuviera en buenas manos.  (Contaminación ideológica). La desconfianza, el desinterés por la cosa pública, la corrupción, la falta de vigencia de valores morales, la violencia, la falta de pensamiento crítico, reducen el capital social y afectan a la calidad política. Por su parte, la política puede fomentar esos comportamientos, y ayudar a degradar el “capital social”.

Como señaló Douglas North, otro de los Nobel mencionados, “el presente y el futuro están conectados al pasado por obra de la continuidad de las instituciones de una sociedad». Francis Fukuyama – en Origen del Orden político-  explica por qué algunos países desarrollados lograron entrar en el siglo XXI con gobiernos relativamente eficaces y sin corrupción, mientras que otros continuaban asolados por el clientelismo” (II, 273. Acemoglu y Robinson al preguntarse ¿Por qué fracasan las naciones? estudian cómo las instituciones políticas cambian el devenir económico. Que Gran Bretaña sea más rica que Egipto, afirman, se debe a decisiones políticas que se tomaron en el siglo XVII, lo que nos enseña que la prosperidad o la miseria de dentro de un siglo pueden depender de decisiones que tomemos hoy.

Desde el Panóptico podemos completar esa afirmación volviendo al título de este holograma. Las instituciones forman parte del “nicho ecológico humano”. Podemos mantenerlo limpio o sucio, salubre o insalubre. Me gustaría insistir en la trascendencia de este fenómeno. Si cambiamos las instituciones, podemos cambiar el modo de pensar, sentir y actuar de la gente. Es evidente que unas instituciones políticas corruptas fomentarán la aparición de ciudadanos que se corrompen para sobrevivir y que unas instituciones violentas, acabarán contagiando su violencia a la ciudadanía. Timothy Snyder, un historiador que ha investigado sobre las tragedias europeas del siglo XX, advierte tanto en su obra El camino hacia la no libertad, como en Sobre la tiranía, que el deterioro de las instituciones democráticas está provocando el auge de las democracias no liberales. ”Las instituciones democráticas -añade- no se defienden a sí mismas”. Al contrario, pueden corromperse desde dentro. Es la ciudadanía quien debe defenderlas.

Por esta razón me preocupa la crispación que se ha instalado en nuestro Parlamento. Desde el Panóptico veo situaciones parecidas. Ya he citado los sucesos del 4 de julio de 1934. En un episodio confuso, durante una gresca en el hemiciclo, Indalecio Prieto sacó una pistola, según dijo, “después de haber visto frente a mi otra ya fuera del bolsillo”. La violencia que está alimentando Trump en EEUU es posible que acabe extendiéndose. Si la gente se siente amenazada, procurará convertirse en una amenaza.

España padece un síndrome de inmunodeficiencia social que nos impide detectar los patógenos sociales y producir anticuerpos. 

Arriesgándome a resultar pesado, llamo una vez más la atención sobre la importancia de cuidar nuestra ecología política, de proteger y mejorar nuestras instituciones. Quienes las degradan son grandes contaminadores sociales. Las chimeneas polucionan el entorno físico. Los comportamientos corruptos, los medios de comunicación desaprensivos, las redes, las fake news pueden polucionar el entorno social. Citaré una frase expresiva de Snyder: “La posverdad es el prefascismo”.

De la misma manera que introducimos filtros para evitar la difusión de los contaminantes químicos, debemos introducirlos en política. Las elecciones son uno de ellos, el prestigio o rechazo popular, la crítica argumentada, la exigencia de rigor y exigencia, el chequeo de los datos, de los conceptos y de los argumentos, también lo son. Y la recuperación del ciudadano como actor político, en un momento en que el poder de las redes disuelve su actividad haciéndole pensar engañosamente que aumenta su libertad al permitirle hacer un “Like” o colgar su foto, cuando en realidad la está limitando.

Todo esto puede concentrarse en un objetivo, comprensible en estos momentos de pandemia: “fortalecer el sistema inmune de la sociedad”. He dicho con frecuencia que España padece un síndrome de inmunodeficiencia social, que defino como “la incapacidad de reconocer los agentes políticos patógenos y de producir los anticuerpos necesarios para desactivarlos”.  En ello estamos.

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  • El Rastreador dice:

    Qué sentimos vergüenza ajena y propia al ver las sesiones parlamentarias está en la mente de casi todos los ciudadanos. Nada más que ver alguna en estos últimos días. https://www.lavanguardia.com/politica/20201014/484071295233/bronca-insultos-machista-verguenza-congreso-pp-cuca-gamarra-carmen-calvo-sesion-de-control.html

    Para algunos se añade otro elemento discordante. Además de sentir absoluta vergüenza del nivel parlamentario que ofrece España, Baltasar Garzón apunta en su tribuna de Infolibre que “En ese “todo vale” se enmarca la caza de brujas que la derecha despliega con la ayuda de determinados medios de comunicación que buscan asestar golpes y aniquilar a personas que les estorban, que pueden suponer un riesgo o a las que directamente temen. Crean dimensiones inexistentes y les achacan los males que construyen en sus argumentarios espurios, orquestados para crear una atmósfera de opinión lesiva para el otro, auténticos bulos en la mayoría de las ocasiones que atentan contra la fama y el honor de gente inocente.
    En el momento en que las ideas generadas en ese ambiente se trasladan al medio impreso o digital, se hace una montaña de la mentira, apoyada en la veneración exagerada de las supuestas fuentes, siempre anónimas, que se callan celosamente porque –en demasiadas ocasiones– ocultan a un personaje público con malas intenciones, a un funcionario empeñado en hundir a otro o, simplemente, son inexistentes.” https://www.infolibre.es/noticias/opinion/plaza_publica/2020/10/22/matones_parlamentarios_112345_2003.html

    El ensayo de David Trueba “La Tiranía sin tiranos”, recoge lo estúpidos que somos y claro, con personas así (que no se plantean estas cosas o lo hacen al revés) jamás va existir/ocurrir la necesidad/oportunidad de cambiar o exigir tal cambio en/a las instituciones. Esta era una ocasión que ni pintada, el covid19, pero lo más “exigente” que se ha hecho es quejarse contra el gobierno porque no es lo que he votado y ahora me enfado… no se ha mejorado el sueldo de nadie, ni se ha contratado más gente, pero el ciudadano tampoco parece que reivindique nada porque ya tiene las redes sociales.

    Menos mal que algunos ciudadanos como reflejan algunas Cartas al Director en El País dan un voto de confianza a alguno de nuestros parlamentarios. “Quiero dar las gracias a los diputados que en la sesión de control al Gobierno han mostrado un comportamiento cívico, espero que los haya habido. Los que creen que este espectáculo deplorable les va a reportar rédito político, que no cuenten con mi voto en las próximas elecciones. No ha habido nada de lo que han dicho que nos interese a los ciudadanos. Cambien, por favor.” https://elpais.com/opinion/2020-10-15/verguenza.html

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