El modo de descansar y de evaluar el descanso ha variado a lo largo de los siglos, en parte de forma paralela a la evolución del cansancio. Como se trata de una necesidad básica proporciona una de las imágenes de la felicidad.
En su libro Histoire de la fatigue. Du Moyen Âge à nos jours, Georges Vigarello se hace dos preguntas: ¿Qué nos dice el cansancio acerca de la sociedad? ¿Qué es lo que la sociedad hace con el cansancio? Por mi parte, añado una tercera pregunta: ¿Qué relación tiene el descanso con la búsqueda de la felicidad?
Me siento tentado de honrar a los “guaraníes” nombrándoles paradigma de la “búsqueda de la felicidad”. Se lo merecen por sus cuatro siglos de estar en danza queriendo llegar a ella.
He participado en Granada en unas Jornadas sobre educación organizadas por la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci (APFRATO), dirigida por Mar Romera. Intervino Pepa Horno, que ha trabajado en temas de violencia infantil en todo el mundo. En su conferencia hizo una interesante clasificación de los países atendiendo a tres aspectos relacionados: individuo-comunidad-sistema.
Los lectores de El deseo interminable asistirán al cambio en el modo de concebir la felicidad. Epicuro y los antiguos consideraban que la búsqueda de la felicidad era un objetivo personal, pero los pensadores modernos tienden a verla como un proyecto colectivo.
Se ha producido una psicologización de la felicidad, que ha llegado a su cima con la psicología positiva., que ha provocado tres desplazamientos del significado de la palabra “felicidad”.
La historia de la felicidad ha de incluir la historia de las imágenes se los humanos se han formado de ellas. ¿Cuáles eran las expectativas? ¿Cómo la soñaban? Dos situaciones imaginarias incitaron a describir la felicidad perfecta. Una, situada en el pasado: la edad de oro, el paraíso terrenal.
Desde el Panóptico, se contempla un mundo a dos velocidades: tecnológicamente muy avanzado, pero mentalmente anclado en programas ancestrales. La guerra de Ucrania es una prueba evidente.
Durante milenios la obediencia ha sido la virtud de la sociabilidad. Tanto el poder político como el poder religioso la fomentaban, la legitimaban, la obligaban. Uno de los cambios más profundos en nuestra historia tuvo que ver con un modo distinto de concebir la obediencia.