Mi interés por conocer la política desde dentro, lo que sucede tras las bambalinas, me hace leer muchas memorias y biografías de políticos. Jérémie Gallon ha publicado Henry Kissinger, l’Européen, una elogiosa biografía del secretario de Estado del presidente Nixon. Lo sitúa al nivel de Metternich, porque en los 70 fue el arquitecto de los grandes equilibrios del mundo. El acercamiento a China hizo que la política internacional se jugase a tres bandas: EEUU, URSS y China. Era un pragmáticos: “No hay ideología, solo intereses americanos”, afirmó. El autor reconoce la parte oscura: los bombardeos de Camboya y el apoyo a Pinochet. Era firme partidario de la “realpolitik”: Sostenía que la Unión europea ha caído en la trampa de la moralización, y que así no se escribe la historia. Carece de carácter. El humillante trato de Erdogan a la Presidenta de la Comisión, o de Putin a Borrell, lo demuestran. Recuerdo el escándalo que produjo a principios de siglo el libro de Robert Kagan Poder y debilidad. Europa y Estados Unidos en el nuevo orden mundial. Sostenía que la postura moralizante de Europa, por ejemplo, en la defensa de los derechos humanos, era solo fruto de su debilidad e irrelevancia. Cuando no se tienen que tomar decisiones se puede ser muy sensible. Por cierto, Kagan (asesor del presidente George W. Bush) publicó en 2017 un artículo en Foreing Policy, titulado: “Apoyar la Tercera Guerra Mundial: Estados Unidos debe controlar las potencias emergentes de Rusia y China antes de que sea demasiado tarde” (Backing into World War III). Así anda el patio.
¿Tiene sentido esta expresión de Obama? “Los que se aferran al poder por medio de la corrupción, el engaño y el silenciamiento de quienes discrepan deben saber que están en el lado equivocado de la historia”. Sandel señala que quienes defienden la distinción entre lado correcto o incorrecto tienen una creencia:” a pesar del irregular ritmo del progreso, la historia siempre tiende hacia la justicia” (72) Barak Obama repitió una frase de Martin Luther King: “La curva del firmamento moral es larga, pero tiende hacia la justicia”. La pronunció Obama en 33 ocasiones y hasta hizo que la bordaran en una alfombra del despacho oval. Creo que están en el lado correcto de la historia todos los que colaboran al establecimiento, expansión y consolidación de la “felicidad política”.
Si mi éxito es obra mía, su fracaso debe ser culpa suya. Esto hace, concluye Sandel, que la meritocracia sea corrosiva para la comunidad. Tener un título universitario o no tenerlo equivale a ser considerado ganador o perdedor. Estos perdedores están llenos de resentimiento e indignación y votaron a Trump porque supo conectar con ellos.
Creo que la persona que va a influir más en la evolución del mundo en los próximos diez años es Xi Jinping, presidente vitalicio de la República Popular china, y que debemos observarlo con atención.
El enfrentamiento entre Israel y Palestina se ha recrudecido en estos días, y crece el escepticismo ante la posibilidad de resolver un conflicto tan profundamente enraizado. Desde que en 1957 apareció la primera revista dedicada a la solución de conflictos – Journal of Conflict Resolution. A quarterly for research related to war and peace, (Universidad de Michigan)- han proliferado los centros de estudios y de mediación y las publicaciones sobre estos temas. Pero una y otra vez el recurso a la violencia se impone.
La izquierda francesa está preocupada porque no acaba de encontrar un discurso coherente. L’EXPRESS dedica a este tema su último número (La gauche la plus riquiqui du monde). Los comentaristas piensan que ha dejado de sintonizar con el mundo del trabajo y que no se dirige al pueblo en general, sino a lo que llaman una “yuxtaposición de minorías”, a las que apoyan en sus reivindicaciones. Fukuyama, en su último libro Identidades, afirma algo parecido: “La derecha nacionalista está atrayendo a gente que antes votaba a partidos de izquierdas”. “El problema de la izquierda contemporánea es que cada vez presta más atención hacia formas particulares de identidad, en lugar de fomentar la solidaridad en torno a grandes colectividades, como la clase trabajadora o los explotados económicos”. Dos ejemplos españoles: Ezquerra Republicana de Catalunya, y el Ministerio de Igualdad, de Unidas Podemos.
Emmanuel Macron encargó un estudio sobre la responsabilidad francesa en el genocidio ruandés de 1994. Su autor, Vincent Dulert, acaba de entregarlo. Acusa al gobierno de Mitterrand de haber sido ciego al apoyar a un régimen racista, corrompido y violento, al concebirlo como el laboratorio de una nueva política francesa en África. Le acusa también de haber desoído la inquietud de ministros, diputados, y altos funcionarios. Sobre los peligros de las decisiones personales hablo en la sección He leído.
El mito del líder fuerte, de Archie Brown, de la Universidad de Oxford. Analiza con ejemplos la eficacia del modo “fuerte” de gobernar, del líder que se cree dotado de una perspicacia mayor que la de sus colaboradores.