Gérald Bronner, autor de La Démocratie des crédules, acaba de publicar Apocalyse cognitive (PUF). La tesis es: nunca el cerebro humano ha tenido tantas posibilidades, y nunca ha tenido tantas tentaciones para no utilizarlas.
Angela Merkel considera problemática la suspensión de las cuentas de Trump por parte de las grandes tecnológicas.
Desde el Panóptico, la evolución del Estado constituye una de las grandes creaciones de la cultura humana. Para Hegel, la mayor. Sirvió para resolver problemas de convivencia, implantar normas, pacificar sociedades monopolizando la violencia, defenderse de las agresiones de otros grupos, organizar obras públicas.
La palabra “autodeterminación” es curiosa. “Determinar” es, según el diccionario, “decidir hacer algo”. Toda decisión deriva de un sujeto agente. Si alguien toma una decisión por mí, yo no he decidido. Entonces, si el sujeto está ya presente inevitablemente en la decisión, ¿no resulta redundante el prefijo “auto”?
Hace un par de años, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt publicaron “Cómo mueren las democracias”. Avisaban que en las sociedades democráticas el descontento hacia la política podían provocar “Golpes de Estado” desde dentro de la democracia.
La semana pasada me preguntaba si era posible una guerra civil en Estados Unidos. El espectáculo de esta semana demuestra una fragilidad del sistema democrático inesperada. Los Padres fundadores de EEUU eran políticos curtidos y desconfiados, que intentaron limitar el poder.
Tal vez por las fechas, la nostalgia está en los papeles. Días después de haber escrito lo anterior, el 31 leo un artículo de Celia Maza en EL CONFIDENCIAL, titulado “El psicodrama del Brexit: cuando la nostalgia se convierte en arma política”, del que copio un párrafo: “Lo que me asusta de la nostalgia es que se ha convertido en un arma política. Los políticos han creado la nostalgia para una Inglaterra que nunca existió. Y a la que venden como algo a lo que podemos regresar”, explicaba el recién desaparecido John le Carré en una entrevista con la BBC el año pasado. El novelista británico, cuyo nombre real era David Cornwell, fue el espía que narró la Guerra Fría. Siempre fue sumamente crítico con el Brexit. ¿Es la nostalgia la que nos ha traído hasta aquí?
Carles Geli publica en El Pais.cat un artículo titulado “La “saudade catalana” de Gaziel, pseudónimo del escritor Agustí Calvet. Escribió: “Aquesta Catalunya, com a nació plena, amb clara voluntat de potència nacional, ha existit mai o no ha estat més que un somni romàntic-nacionalista sorgit al segle del romanticisme i de les nacionalitats exaltades?”. Añade:” la saudade (sinónimo gallego de “nostalgia”) es “buscar el seu sentit mar endins, projectar en l’infinit el que hauria de trobar-se a prop”. Pone un ejemplo:”l’expedició catalano aragonesa a Orient va ser “semblant a la saudade”.