Desde el Panóptico, se contempla un mundo a dos velocidades: tecnológicamente muy avanzado, pero mentalmente anclado en programas ancestrales. La guerra de Ucrania es una prueba evidente. La tecnología más sofisticada esta puesta al servicio de mecanismos psicológicos y sociales muy antiguos: el afán de poder, la violencia para resolver conflictos, la invasión, la venganza, el asedio, la huida, la muerte.
Para completar este antiquísimo paisaje solo falta que aparezca la hambruna. Nos matamos de manera más científica y eficiente. Somos seres movidos por deseos y por emociones muy antiguos, que manejamos herramientas físicas y mentales muy modernas.
En Biografía de la Inhumanidad me pregunté si nuestros comportamientos morales son tan solo un barniz con el que maquillamos una naturaleza brutal. Eso explicaría los colapsos éticos que sufrimos periódicamente, las regresiones civilizatorias. La arquitectura de nuestro cerebro aclara esa conjunción de novedad y vetustez. Unas estructuras afectivas muy antiguas conviven con unas estructuras cognitivas corticales muy modernas.
”La evolución se ha producido por la acción combinada de mutaciones y de selección natural, a la que se añadió, como una tercera fuerza evolutiva cada vez más poderosa, la capacidad de aprender
Si queremos comprender nuestra conflictiva historia, tenemos que estudiar el proceso mediante el que nuestra especie ha ido emergiendo lentamente de unos orígenes animales muy humildes. Ya sabemos que la evolución se ha producido por la acción combinada de mutaciones y de selección natural, a la que se añadió, como una tercera fuerza evolutiva cada vez más poderosa, la capacidad de aprender. Unas pulsiones básicas y una emergente capacidad de pensar fueron construyendo nuestra especie, que desarrolló una capacidad especial: transmitir los aprendizajes a sus crías. Apareció así la cultura. Sapiens y cultura evolucionaron juntos. No fuimos una especie consolidada que se dedicó a crear, sino una especie balbuciente que al crear cultura se fue haciendo a sí misma. Unas innovaciones culturales acabaron por integrarse en nuestro genoma y otras necesitan ser reaprendidas. Esto nos hace protagonistas de una historia conmovedora e incierta. Comprenderla me parece esencial para tomar decisiones sobre el futuro.
Necesitamos dos mecanismos de orientación que nos ayuden a dirigir las pulsiones, dos GPS mentales:
Llegamos a la vida dotados de unos programas que se ponen en marcha automáticamente -respirar, comer, dormir, huir del dolor, etc.- y de unos sistemas de dirección para actuar en una realidad que desconocemos. Son pulsiones básicas que nos incitan a actuar. Los antiguos los llamaban “apetitos”, los psicólogos modernos los llaman “motivaciones”, y yo voy a utilizar el término “pulsiones o deseos”. De esta energía básica va a depender nuestra conducta. Sin embargo, su poder es limitado. Nos lanza hacia el futuro, pero no nos indican el camino. Carecemos de esos mecanismos amartillados que son los instintos. Por eso, hemos necesitado dos mecanismos de orientación que nos ayuden a dirigir las pulsiones, dos GPS mentales: Las emociones y el pensamiento. Pero, vuelvo a decir, el secreto de nuestra historia está en las motivaciones que nos mueven.
Los psicólogos han intentado catalogar nuestras motivaciones básicas. Por su popularidad mencionaré la jerarquía de motivos elaborada por Abraham Maslow, que me puede servir para aclarar mi posición.
Maslow considera que hay pirámide de motivaciones. Las más básicas son las más urgentes de satisfacer: las fisiológicas. Sobre ellas van apareciendo la necesidad de seguridad, de afiliación, de reconocimiento y prestigio, y, por último, de autorrealización.
”Oscilamos entre el ermitaño y la hormiga
Desde el Panóptico, vemos que los humanos hemos estado sometidos a un doble proceso selectivo: individual y grupal. Sigo en esto las propuestas de E.O. Wilson. “En la evolución social genética -escribe- existe una regla de hierro según la cual los individuos egoístas vencen a los individuos altruistas, mientras que los grupos altruistas ganan a los grupos de individuos egoístas, La victoria nunca será completa: el equilibro de las presiones de la selección no pueden desplazarse hasta ninguno de los dos extremos. Si tuviera que dominar la selección individual, las sociedades se disolverían. Si acabara dominando la selección de grupo, los grupos humanos acabarían pareciendo colonias de hormigas. Cada miembro de una sociedad posee genes cuyos productos son afectados por selección individual y genes que lo son por la selección de grupo” (Wilson. E.O. La conquista social de la tierra p. 283). Oscilamos entre el ermitaño y la hormiga.
Esta doble selección natural ha dado origen a un ser humano dividido. El pacífico Kant lo reconocía al hablar de la “insociable sociabilidad de los hombres”. Eso significa que nos mueven deseos individualistas, centrípetos, y deseos sociales, centrífugos. En la pirámide de Maslow se mezclan ambos. Los fisiológicos, de seguridad, y de autorrealización son individuales. Los de afiliación, pertenencia, reconocimiento y prestigio, son sociales. Unos y otros despiertan dinamismos teleológicos, es decir, orientados a un fin próximo y a un fin lejano.
”La “búsqueda de la felicidad” es la tendencia al límite de todos los deseos
El próximo es la satisfacción del deseo (comer, dormir, aparearse, etc.). Pero el hecho de que satisfacción de un deseo no extinga los deseos, hace que sintamos que era un simple deseo provisional, no el definitivo. Si habláramos en términos matemáticos, lo llamaríamos “límite” hacia el que tiende la función, lo que supone una aproximación indefinida. Como hablamos de psicología, lo denominamos “felicidad”. La “búsqueda de la felicidad” es la tendencia al límite de todos los deseos.
Aparece aquí una interesante secuencia afectiva: la doble selección -individual y grupal- ha dado origen a dos líneas de motivación – también individual y grupal- cuyo dinamismo apunta a dos tipos de felicidad -de nuevo, individual y grupal. Este es el esquema de nuestra historia: las interacciones, confusiones, choques o colaboraciones de la búsqueda de dos tipos distintos de felicidad: la felicidad personal y la felicidad pública. Y la nunca perdida esperanza de conseguir unificar ambas.
Contar esta lucha, a veces enrarecida, siempre compleja, es el argumento de la “Ciencia de la evolución de las culturas”. Un argumento con muchos protagonistas. Volvamos al caso de Ucrania. Simplificando: una persona (Putin) impulsado por motivaciones personales (poder, prestigio, autorrealización) comienza una guerra justificándola como una búsqueda de la “felicidad pública” (seguridad del pueblo ruso, retorno a la grandeza imperial, etc.). Los combatientes tienen que aparcar su “búsqueda personal de la felicidad” y sacrificarla para defender la “felicidad pública”. Lo hacen por miedo, sentido del deber, patriotismo o cualquier otra emoción social. Es fácil darse cuenta de los juegos de creencias, sentimientos, prejuicios, coacciones, falsas justificaciones, heroísmos verdaderos, que se mezclan en esta terrible situación.
Revisando los trabajos preparatorios para esa Ciencia de la evolución cultural que añoro, creo que podemos organizar en un esquema algo distinto al de Maslow las pulsiones básicas del ser humano. Las ordeno en tres grupos:
Para mostrar la densidad de esta pulsión específicamente humana voy a mencionar un clúster de conceptos relacionados, junto a los autores que los han propuesto:
Dentro del psicoanálisis, Jung afirmo que el motivo radical era la búsqueda de la autorrealización, y Adler el esfuerzo de superación, puesto que “ser hombre significa sentirse inferior”, Fromm afirmó que el afán de crear forma parte de las necesidades humanas.
Jean Paul Sartre dijo que le gustaría ser una mezcla de Spinoza y Stendal, y unir la potencia sistemática con la precisión de las descripciones. Algo así necesita la Ciencia de la evolución de las culturas. Un milagro.
Hola. Gracias por tu claridad intelectual, es un delicia leerte. Me gustaría que profundizaras en la derivada amo-siervo que se ha ido reproduciendo a lo largo de la historia, con la ayuda de mecanismos ideológicos de control por parte de los amos -representación del poder: social, religioso, guerrero, imperial, político, económico, industrial, audiovisual, energético, mercantil, capitalista (fondos de inversión), algoritmos informáticos…- y los de sumisión por parte de los siervos. El desarrollo de la tecnología ha permitido el progreso material, la mejora de las condiciones de trabajo y el dominio de la naturaleza, pero me parece evidente que ese esquema amo-siervo se ha ido reproduciendo a lo largo de la historia en una clases dirigentes que han dispuesto de privilegios materiales y sexuales y el acceso a las fuentes de conocimiento, y otras que han sido usadas como fuerza física de trabajo y esclavitud sexual tras haber sido alienados por algún tipo de ideología que les ha ofrecido algún tipo de redención o consuelo para que acepten su papel de esclavos.
Gracias anticipadamente por tu interés.
Paco Barquino Bailén.
En este momento estoy redactando una «historia de los deseos humanos» y voy a dedicar un gran espacio a la «historia de la obediencia y de la sumision» como envés de la historia del poder
Gracias por su comentario
Excelente propuesta para entender el mndo de hoy con las lecturas que hemos realizado en nuestra vida. Modificaremos y ajustaremos nuestras convicciones si es necesario… ? Intentemos mejorar. Gracias José Antonio.
Gracias por su comentario
Hola José Antonio. Este panóptico es una joya del pensamiento. Admiro su esfuerzo y trabajo para comprender y explicarse lo que el hombre es. Para ello, además de sus aportaciones propias, ha estudiado lo que otros – y muchos- hombres han explorado y dicho acerca de lo que el hombre es. Y todo ello nos lo ofrece sintéticamente en este panóptico a aquellos que también queremos saberlo. Esto es excelente y ayuda mucho.
Muchas gracias.
Saludos cordiales, Joaquín.
Es estupendo tener lectores como usted. Gracias
Hola, no entiendo a que haces referencia cuando dices que la pulsión de ampliar las posibilidades de acción es «específicamente humana»