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El Panóptico 28 La libertad

Las calles de Madrid se han llenado de carteles con un eslogan electoral: “Libertad”. La palabra resulta clara y su contenido claramente deseable. Sin embargo, es un término que merece estar en el “Diccionario de palabras políticas confusas”, que estoy redactando. Sucede con ella lo que san Agustín decía respecto del tiempo: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta no lo sé” (Confesiones, XI, c.14, 17).

En el caso de la libertad, tenemos que hacer un esfuerzo para aclarar el concepto, porque de él depende parte importante de nuestra vida social. Madame Roland, uno de los personajes más conmovedores de la Revolución Francesa, luchadora contra la tiranía absolutista, condenada a muerte por los secuaces de Robespierre, lo vio con certeza y lo padeció. Camino del patíbulo pronunció una frase que se ha hecho famosa:”¡Oh, libertad!¡Cuantos crímenes se cometen en tu nombre!”. Aclarar esta cuestión parece, pues, necesario, sobre todo porque podemos clasificar a los partidos políticos -y también a los sistemas educativos- atendiendo a la interpretación que dan al término “libertad”. Hace muchos años, Abraham Lincoln escribió: “Todos nos declaramos a favor de la libertad, pero no todos queremos decir lo mismo al usar esa palabra (…) El pastor aleja al lobo de la garganta de la oveja, por lo que la oveja agradece al pastor como liberador, mientras que el lobo lo denuncia por el mismo acto, como destructor de libertad. Está claro que las ovejas y los lobos no están de acuerdo en una definición de la palabra libertad, y precisamente la misma diferencia prevalece entre nosotros como criaturas humanas”.

Libertad individual

En primer lugar, hay que distinguir entre una “libertad interior”, psicológica y una “libertad exterior”. Entiendo por “libertad interior” la capacidad de una persona de elegir su forma de actuar, de determinar por sí misma sus proyectos y conductas. Es la más fundamental, porque de nada vale poder hacer lo que quiero, si no puedo elegir que es lo que quiero, que vendría determinado por mi biología, o mi inconsciente o por la sociedad. De la dificultad de explicar esa libertad íntima-negada por casi todos los neurólogos- no voy a tratar aquí. Lo he hecho en Proyecto Centauro (Ariel).

Pero la cosa no queda ahí. En el caso de admitir la libertad de elección. surge una doble posibilidad: relacionarla con la voluntad (libertad es hacer lo que me da la gana) o con la razón (libertad es dirigir inteligentemente la conducta, no por lo que deseo sin más, por el impulso, sino por lo que es bueno, que puede ser algo diferente). En este sentido, decimos que una persona que no es capaz de razonar no tiene libertad, aunque pudiera hacer lo que quisiera. Hasta aquí la libertad interior o psicológica.

La “libertad exterior” parece más sencilla de definir. En este caso, ser libre es no ser esclavo, poder actuar conforme a mis propias decisiones. El preso carece de esa libertad. En el plano moral, tiene como única limitación no hacer daño a los demás, respetar su libertad. Su propiedad esencial es la ausencia de coacción. Es la concepción liberal, que implica un modo de entender la función del Estado. Debe proteger esa libertad, no interviniendo. Lo resumió Ronald Reagan con una frase ingeniosa: “Las seis palabras más peligrosas para un ciudadano son: “Soy del gobierno. Vengo a ayudarle”. La “seguridad” es su función principal. Esta idea ultraliberal de libertad está bien expresada por Benjamin Constant: “Lo único que necesitan los hombres para ser felices es que les dejen en una independencia perfecta en todo lo que hace referencia a sus ocupaciones, a sus empresas, a su esfera de actividad, a sus fantasías”. La libertad se basa en la voluntad que decide y actúa. Esta solución no satisface a los pensadores más comunitaristas, más sociales, que piensan que es una abstracción falsa: nadie puede vivir sin necesidad de los demás. La idea de que Robinson Crusoe, solo en su isla, era libre, les parece que rebaja el atractivo de la libertad.

Libertad ilustrada

Además de esa libertad individualista, basada en la voluntad, hay otra que se funda en la razón: consiste en poder actuar de una manera racional. Eso es lo que nos hace libres. Gran parte de la filosofía clásica está de acuerdo. La posibilidad de apartarse del bien no pertenece a la perfección de la libertad -escribe Tomás de Aquino- pues ésta consiste en obrar según la razón, impulso propio de acuerdo con su naturaleza. Esta fue también la idea de la Ilustración. La búsqueda racional de la felicidad privada nos lleva a pensar en la “pública felicidad”, en la “felicidad política”, en el “bien común”. El argumento está claro: ser libre es actuar racionalmente, la razón humana descubre el bien común, luego actuar libremente es buscar el bien común.

 El valor de la libertad no depende de que el acto sea voluntario, sino de la calidad de su fin. Esto no pueden aceptarlo los pensadores ultraliberales, porque piensan que sólo hay fines particulares. Consideran que admitir un “bien común” lleva a un concepto del Estado dictatorial, porque se le permite definirlo, y obligar a los ciudadanos a realizarlo, con lo que se convertirá en liberticida. Es la idea de Hayek, premio Nobel de Economía, por ejemplo. El socialismo, pensaba, empuja por un camino de servidumbre. En realidad, el socialismo acepta la afirmación de Rousseau: “la libertad es obedecer a la ley”. Kant dice lo mismo, aunque añadiendo: las leyes que uno se da a sí mismo. En este segundo tipo de libertad, la libertad ya no es la posibilidad de hacer lo que venga en gana, sino la posibilidad de actuar siguiendo a la razón, y en términos políticos que cada uno participe en la definición colectiva de las limitaciones sociales. Pero esto permitía algunas exageraciones. Condujo a lo que estalinistas y nazis denominaron una “libertad más elevada”. La plenitud de la libertad no se daba en la posibilidad de elección, sino en la bondad de la elección. Obligar a hacer el bien parece no ir contra la voluntad. Volvemos a Rousseau, que había dicho “hay que obligar a ser libre”.

«Los liberales consideran que la única aceptable era la primera. Los interesados por la vertiente social piensan que “sin libertad positiva no hay justicia; sin justicia, ninguna sociedad que funcione; sin sociedad, ninguna protección del proyecto personal; y -finalmente- sin libertad positiva, ninguna libertad negativa.”

En la opción liberal tiene sentido decir: “tengo derecho a equivocarme”, “tengo derecho a hacer el mal”. En la opción que he denominado socialista, esas pretensiones parecen infundadas, incluso estúpidas. Si la libertad consiste en tener derecho a equivocarme, poca cosa es la libertad. En el primer caso, la ley aparece como coacción, como limitación de la libertad. En la segunda, como estructura básica de la libertad.  Estos dos tipos de libertad fueron denominados “libertad negativa” (no injerencia), y “libertad positiva” (imponer una idea de bien común). Los liberales consideran que la única aceptable era la primera. Los interesados por la vertiente social piensan que “sin libertad positiva no hay justicia; sin justicia, ninguna sociedad que funcione; sin sociedad, ninguna protección del proyecto personal; y -finalmente- sin libertad positiva, ninguna libertad negativa”.

Todo esto pertenece a la historia de las ideas,  pero estas ideas no viven enclaustradas en la torre de marfil  de los filósofos. Están en la calle, influyendo en nuestras vidas a la chita callando. Angel Gabilondo, en plena campaña, acaba de decir: “Salir a tomar algo no es la libertad. La libertad es hacer lo que uno debe. La libertad no puede ser libertad de contagiar, De apropiarse de lo ajeno. De apoyar a quienes defienden posiciones de dictadura. La libertad es solidaridad, es la preocupación por el bien común, no solo lo que uno quiere”. ¿Les suena? Es la “libertad positiva” que he mencionado antes. Otro ejemplo de actualidad. China dice que es una democracia, pero no liberal. Quiere introducir un “crédito social” que premie los buenos comportamientos ciudadanos, aunque para ello sea necesario vigilarlos. Dicen que siguiendo su tradición confuciana es más importante alcanzar la armonía social que la libertad. Isaiah Berlin considera que «la noción de libertad desaparece, porque habiendo sido cada uno condicionado para hacer solamente el bien, la libertad de hacer el mal desaparece«. ( Freedom and its betrayal, p. 22). Los teólogos cristianos se enfrentan a un difícil problema: ¿Es Dios libre? Tienen que admitirlo porque se considera una perfección, pero ¿puede ser libre un ser omnisciente? Rebajando la altura: ¿es libre un matemático cuando hace una demostración? No, porque no puede elegir la solución.

«No puedo saber lo que estoy votando al votar “Libertad”, mientras no me expliquen lo que esta palabra significa para quien ha publicado el cartel.»

En el modelo de “libertad negativa”, el Estado debe ser mínimo. En el de “libertad positiva”, tiene que ser interventor. Parece que estamos atrapados en los cuernos del dilema, y que solo podremos ser zarandeados de un pitón a otro. Pero no: creo que hay otra solución. Me refiero a lo que llamo “Estado promotor”, cuya función no es ni inhibirse ni hacer las cosas directamente, sino conseguir que la sociedad civil las haga, estimularla, darle medios.  Esto supone una definición distinta de la libertad: es la capacidad de ampliar las posibilidades de pensamiento y acción de una persona. No se limita a eludir la coacción, sino también a aumentar sus posibilidades. Decir que la libertad de una persona que está muriéndose de hambre consiste en que el Estado no intervenga en su vida, dejarle, como decía Bonald, que sea feliz en su soledad independiente, parece una grave distorsión de la realidad. Respetar la libertad de los padres de educar a sus hijos, no significa que el Estado se desinterese de su suerte, sino algo anterior: hacer posible que puedan estudiar, aunque sus padres no puedan pagarlo.

Considerada de esta manera, la libertad tiene un componente social: la amplitud de posibilidades, el empoderamiento individual. Tiene un componente psicológico: la capacidad de tomar decisiones inteligentes y de ponerlas en práctica. Y tiene un componente político: las instituciones necesarias para fomentar esas dos capacidades.

Conclusión: no puedo saber lo que estoy votando al votar “Libertad”, mientras no me expliquen lo que esta palabra significa para quien ha publicado el cartel.

Únete 5 Comments

  • JOSE Mª FERNANDEZ BRAVO dice:

    Estimado Jose Antonio. Creo que le podría dar una pista el contexto político y el lema de campaña: “comunisno o libertad”. De hecho parece que muchos madrileños lo han entendido y saben lo que van a votar. Un cordial saludo

    • Noelia dice:

      El contexto es peor sanidad, recorte del 60% a los presupuestos de los colegios para 2020/2021 y una suerte de medidas, en general, para cubrir el expediente. Es un esperpento todo y muchos madrileños sentimos verdadera humillación ante esta demagogia. No puedo creerme la bajeza de moral de la clase política de hoy cuando cada vez hay más familias en la calle.
      Vivimos en Madrid un sistema cada vez más injusto y en un momento además donde no podemos permitirnos ser tan egoístas y egocéntricos. Lo que me parece más importante recordar a todas las personas que demandan “libertad” como si pidieran 100grs. de York es que vivimos en una sociedad con derechos y deberes. No vivimos solos. Para que todo esto que parece que lo ponen los duendes, funcione, el sistema no puede ser cada vez más precario. Y lo más fundamental, recuerden siempre: mi libertad acaba donde empieza la del resto.

      Muchas gracias por el panoptico y mi más sincera enhorabuena. Ojalá mucha gente se mire más al espejo y con tranquilidad analicen lo que están haciendo. No nos podemos engañar a nosotros mismos.

  • assumpció renom dice:

    Tengo la impresión de que los partidos que están en los extremos (derecha o izquierda) repiten las mismas consignas que nos llevaron a la guerra “incivil” del 36. Donde esta el “buen sentido” del pueblo?
    Gracias

    • jose antonio marina dice:

      Afortunadamente, la situación no es la misma que la previa a la guerra civil. Entonces era una sociedad sin clases medias, con una tasa de analfabetismo enorme, una falta de educación democrática, y en un contexto europeo que ensalzaba las soluciones autoritarias e incluso violentas. Pero debemos estar atentos, y no jugar con las emociones identitarias y agresivas. Son fáciles de despertar y muy difíciles de controlar despues.

  • Vega dice:

    Señor Marina, leerle a usted es como cerrar la puerta y dejar afuera el ruido ensordecedor, entrar en un estado de bienestar maravilloso. Gracias por su generosidad, por compartir con los demás sus conocimientos y sus actitudes. Gracias de todo corazón.

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