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Los talibanes y el panóptico Panóptico 36 destacada

El fracaso de la intervención occidental en Afganistán plantea dos interesantes problemas al Panóptico: ¿Pueden trasplantarse las instituciones políticas de una cultura a otra? ¿Es lícito intentarlo o conseguirlo? La cultura es el sedimento de la experiencia de una sociedad, su manera de resolver los problemas. Vivimos entre instituciones muy antiguas que, con frecuencia han olvidado su historia. Desde el Panóptico, intentamos revelar esa genealogía, porque nos parece importante para comprender el presente.

En su notable historia del poder político, Francis Fukuyama se pregunta: “¿Por qué Afganistán, las regiones selváticas de la India, las naciones insulares de Melanesia y parte de Oriente Próximo continúan organizadas en tribus?¿Por qué la condición por defecto de China es ser gobernada por un gobierno fuerte y centralizado, mientras que la India nunca ha alcanzado ese nivel de centralización salvo en breves periodos de tiempo durante sus tres milenios de historia” (Fukuyama, F., Los orígenes del orden político, Deusto).

Las técnicas se aprenden con facilidad, y permiten saltarse etapas evolutivas.

Una región que nunca ha tenido telefonía por hilo adopta con facilidad la telefonía por satélite. Se salta una etapa tecnológica. Un pastor del Kilimanjaro puede estar conectado a internet. Lo mismo ocurre con la ciencia y con los sistemas financieros. Se asimilan muy rápidamente. Con las creencias básicas y con las instituciones basadas en ellas es distinto. Afectan a niveles más profundos de la personalidad. Tal vez este fenómeno no sea más que la traducción social de un hecho biológico. El cerebro humano se mueve a dos velocidades. Las estructuras más antiguas -el paleo cerebro, las estructuras límbicas, el mundo emocional- han cambiado muy lentamente a lo largo de la evolución. En cambio, la corteza cerebral más moderna, más cognitiva, aprende velozmente.

La razón de la universalidad de los guiones evolutivos se debe a que las características psicológicas de la humanidad son muy parecidas y también las necesidades y los problemas.

La Ciencia de la Evolución de las Culturas permite pensar que hay algunos guiones que se siguen universalmente -el paso de la vida nómada a la agricultura, el perfeccionamiento de las herramientas, el consumo creciente de energía, la mayor concentración de habitantes, el paso de la superstición a la ciencia, la creación de entidades políticas cada vez mas complejas, etc.- pero que se dan a distintas velocidades. (J.H. Steward: Theory of Cultural Change). En el mundo han convivido sociedades en estado de desarrollo muy diferentes. Pueblos con cultura paleolítica y pueblos de tecnología sofisticada. La razón de la universalidad de los guiones evolutivos se debe a que las características psicológicas de la humanidad son muy parecidas y también las necesidades y los problemas. Lo que cambian son las soluciones (Clifford Geertz).

Un nuevo modelo para las sociedades

La inteligencia intenta resolver estos problemas, y la hipótesis de El Panóptico es que cuando se libera de cinco obstáculos las sociedades convergen hacia un modelo ético/político/jurídico universalmente aceptable. Acaban encontrando la solución más justa como el agua encuentra la cota más baja. Los obstáculos que hasta el momento he detectado son:

  1. La pobreza extrema, una trampa de la que es difícil salir, porque estar diariamente buscando como sobrevivir impide poder educarse, invertir a largo plazo (la educación es una inversión a largo plazo), ampliar los horizontes, reflexionar.
  2. La ignorancia, que reduce la capacidad de pensar, de imaginar otras alternativas, de inventar posibilidades, de desarrollar el pensamiento crítico.
  3. El dogmatismo -incluido el dogmatismo identitario-, que fomenta la credulidad, rechaza cualquier otra forma de pensar y encierra a las personas en las propias creencias aceptadas.
  4. La sumisión al poder, por miedo o por razones religiosas o ideológicas.
  5. El odio, el resentimiento y la falta de compasión hacia el vecino.

Todos estos obstáculos limitan la libertad, fortalecen la identificación tribal, y cierran las vías de cualquier progreso. Consolidan sociedades estáticas y cerradas.

En Afganistán no se ha conseguido eliminar esos obstáculos y por eso los objetivos democratizadores tenían que fracasar

El modelo hacia el que convergen cuando se libran de esos obstáculos incluye el reconocimiento de los derechos individuales, el rechazo de desigualdades no justificadas, la razón como herramienta para resolver problemas, la participación en el poder político, las garantías procesales y las políticas de ayuda. La democracia está incluida en este paquete. El camino hacia ella pasa, pues, por eliminar las causas, los obstáculos que impiden que la inteligencia social alcance sus objetivos políticos, lo que en el Panóptico denominamos “felicidad pública”. En Afganistán no se ha conseguido eliminar esos obstáculos y por eso los objetivos democratizadores tenían que fracasar. Lo que necesitamos saber es por qué veinte años -que es más de una generación- no ha conseguido cambiar la mentalidad. Cuando sistemas de prejuicios y emocionales se mantienen a pesar de las campañas educativas o propagandísticas para eliminarlas, hay que pensar que se habían dirigido mal o que, sin darse cuenta, estaban fomentando con una mano las conductas que querían evitar con la otra.

Se entiende por “Intervención humanitaria” la acción coercitiva, incluida la utilización de la fuerza armada, que emprenden determinados Estados en otro Estado sin el consentimiento del gobierno de éste”

El segundo problema que plantea Afganistán es el de la intervención en los asuntos de otros países para impedir violaciones de los derechos humanos. Aunque ahora Biden diga que la única razón de la guerra de Afganistán era eliminar al terrorismo, había un intento de democratizar el país. El llamado “derecho de injerencia humanitaria” ha sido muy controvertido. Se entiende por “Intervención humanitaria” la acción coercitiva, incluida la utilización de la fuerza armada, que emprenden determinados Estados en otro Estado sin el consentimiento del gobierno de éste, con o sin la autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con el fin de prevenir o de poner fin a violaciones graves y masivas de los derechos humanos o del derecho internacional humanitario”, (Humanitarian Intervention, Legal and Political Aspects , Danish Institute of International Affairs, 1999, p. 11.).

El problema de la migración plantea también un serio problema: el derecho a la vida de esas personas ¿es superior a las leyes nacionales?

El ex ministro francés de Asuntos Exteriores Hubert Vedrine, ha afirmado que Afganistán ha sido la tumba del “derecho de intervención”. Bernard Kouchner también ex ministro de Asuntos Exteriores, y cofundador de Médicos del Mundo, le ha llevado la contraria. “La injerencia humanitaria es necesaria. Debe ser continuada y lo será. Los bienpensantes que la critican la confunden con el imperialismo o la conquista. Eso nada tiene que ver con lo que hemos querido hacer”. El Papa ha comentado también este hecho en la entrevista con Carlos Herrera: «Respecto al hecho de 20 años de ocupación y después se deja, yo recordé otros hechos históricos», ha añadido el Pontífice. «Pero me tocó una cosa que dijo la canciller (Angela) Merkel, en Moscú, del pasado 20 [de agosto]. Traduzco -espero que la traducción sea correcta- ‘es necesario poner fin a la política irresponsable de intervenir desde fuera y de construir en otros países la democracia, ignorando las tradiciones de los pueblos.

El problema de la migración

Sin duda, el imperialismo intentó legitimarse apelando a una “misión civilizadora”, a “la pesada carga de hombre blanco”, que servía de patente de corso para cualquier desmán. Por su parte, la evangelización o el adoctrinamiento religioso se autolegitimaron también como una misión especial y divina, sin desechar el uso de la fuerza. Estos métodos son inaceptables. Podría parecer que el “derecho de intervención” es un caso más de esta soberbia civilizadora, pero el problema que plantea revela un aspecto interesante de nuestra arquitectura política, jurídica y ética: integra contradicciones. Y eso debe hacernos muy humildes al argumentar. Una de esas incoherencias es el choque entre los derechos humanos y la soberanía estatal. Hemos edificado nuestro edificio político sobre la noción de soberanía, y hemos querido hacer compatible esta noción con la de derechos humanos. Y no resulta fácil. Hannah Arendt ya denunció que la Revolución francesa había combinado los derechos del hombre con la soberanía nacional, lo que implicaba una contradicción puesto que la nación estaría simultáneamente sujeta a leyes universales, pero, al ser soberana, no se sometería a nada superior a sí misma. En 1933, un día en que el Consejo de la Sociedad de Naciones se ocupaba de la queja de un judío, el representante de la Alemania nazi, Goebbels, afirmó: “Somos un Estado soberano y lo que ha dicho ese individuo no nos concierne, Hacemos lo que queremos con nuestros socialistas, nuestros pacifistas, nuestros judíos y no tenemos que soportar control alguno ni de la Humanidad ni de la Sociedad de Naciones”. El problema de la migración plantea también un serio problema: el derecho a la vida de esas personas ¿es superior a las leyes nacionales?

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“La sola existencia de un régimen democrático no garantiza, per se, el permanente respeto del Derecho Internacional, incluyendo el Derecho Internacional de los Derechos Humanos”

Estas incoherencias de nuestros conceptos políticos se deben a que, como advirtió Jellineck respecto al de “soberanía” no se han elaborado en el gabinete de sabios extraños al mundo, sino que han surgido del enfrentamiento con problemas concretos, de la lucha política.
Carl Schmitt dio una visión diferente de esa incoherencia al afirmar que todos los conceptos políticos son conceptos teológicos secularizados. No han sido diseñados partiendo de cero, sino resolviendo problemas prácticos inmediatos al mismo tiempo que se pensaban soluciones ideales. Los empeños más generosos tienen que limitarse a acercar el plano de lo real al límite de lo ideal. Eso nos enseña la Ciencia de a evolución de las culturas. Las incoherencias de los conceptos políticos plantean problemas difíciles de resolver. La democracia como forma de organizar el poder dentro de una nación puede llegar a decisiones contrarias a los derechos humanos. Por ejemplo, en el caso Gelman versus Uruguay, la Corte Interamericana de Derechos Humanos cuestiona la legitimidad de la amnistía uruguaya votada democráticamente: “La sola existencia de un régimen democrático no garantiza, per se, el permanente respeto del Derecho Internacional, incluyendo el Derecho Internacional de los Derechos Humanos”. (Rey, S.A. “Derechos humanos, soberanía estatal y legitimidad democrática de los tribunales internacionales. ¿Tres conceptos incompatibles?”).

“Los actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad tienen su origen en el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos”

El actual descrédito de la razón está arrastrando a sus grandes creaciones, una de las cuales es la afirmación de los derechos humanos. Necesitamos inteligencias políticas más poderosas capaces de aprender de la experiencia histórica. El concepto de “soberanía” necesita ser reformulado, porque pertenece a un mundo desconectado que ya no existe. El progreso ético de la humanidad, que acabará aceptando la prelación de los derechos humanos sobre los “derechos nacionales”, proseguirá si conseguimos eliminar los obstáculos. Pero debemos ser conscientes de que la línea de progreso moral que se percibe en la historia sufre los colapsos terribles que he descrito en Biografía de la Inhumanidad- Como resume el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, esos “actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad tienen su origen en el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos”.
La posibilidad de que normas, derechos, valores fundamentales puedan entrar en colisión, ha llevado a tener que elaborar una “teoría de la ponderación” que debería formar parte de toda cultura democrática, y que explicaré en otro lugar.

Únete 2 Comments

  • omar dice:

    El uso de herramientas (internet) conlleva una aproximación individual al objeto que depende de las capacidades de uno mismo. En cambio la implantación de un sistema político o institucional novedoso supone un auto de fe donde el individuo espera que el grupo actúe al unísono acatando las nuevas reglas. Como muy probablemente surgirán dificultades durante los primeros estadios de la implantación, también es de esperar que surjan la sospecha y el recelo degenerando, el grupo, en facciones, sectas, camarillas, bandas…
    Luego el éxito en la implantación de un nuevo modelo político dependerá de la visión que el individuo tiene del resto, del grado de confianza que deposita en los demás… y esa visión está determinada por la cultura del grupo.

    De todas formas nunca hubo una verdadera voluntad de imponer los máximos logros occidentales en Afganistán. Siempre fue el perdedor del «Gran Juego» desde que empezara la partida con Alejandro Magno. ¿Cómo podrían superarse allá los cinco obstáculos cuando la órbita afgana se ha visto perturbada continuamente por la masa de sociedades inmensamente mayores que ella? Simplificando diría que occidente trató de evitar la influencia civilizadora de la URSS y en esta dialéctica se desarrolló el fenómeno Talibán… Quizá debiéramos permitir ahora que China tome el relevo, no podemos pretender (occidente) -ante tamaño fracaso- ser los padres éticos de la humanidad.

  • Puede empezar dice:

    Las preguntas que se hace solo pueden contestarlas la historia. Mi interés por la «ciencia de la evolución de las culturas» se debe a que recogen la experiencia de la humanidad. Gran parte del mundo se ha liberado de esos obstáculos, aunque tras muchos siglos de lento cambio, y con recaidas trágicas. En Europa, comenzó por la aparición del conocimiento científico y del pensamiento crítico en Grecia, pero tuvo que surgir tambien la noción de derechos subjetivos, la crisis de la obediencia como forma privilegiada en las relaciones políticas o religiosas, el lento reconocimiento de la igualdad, el rechazo del poder absoluto, el paso del régimen de estatus a un régimen de contratos, de un regimen de poder patrimonial a un régimen de poder distribuido, del analfabetismo a la alfabetizacion, de la separacion entre religion y política. En cambio, la cultura musulmana, cuyos comienzos fueron muy liberales, que ni siquiera tuvo iglesia institucional, que admitió la variedad de opiniones teológicas, se blindó en sus creencias cuando por presion del pode político se «cerró la puerta de la ijtiyah» de toda discusión.

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