La norma parece una reminiscencia arcaica en un mundo libre y creativo. Cuando escribí Teoría de la inteligencia creadora, no se me ocurrió incluir la ética dentro de sus actividades. Además, la ciencia o el arte son creaciones maravillosas ¿por qué no las sitúo en la cima de la inteligencia humana en vez de poner algo tan seco y coactivo como la moral o el derecho?
El modo de descansar y de evaluar el descanso ha variado a lo largo de los siglos, en parte de forma paralela a la evolución del cansancio. Como se trata de una necesidad básica proporciona una de las imágenes de la felicidad.
Desde el Panóptico, se contempla un mundo a dos velocidades: tecnológicamente muy avanzado, pero mentalmente anclado en programas ancestrales. La guerra de Ucrania es una prueba evidente.
Me gustan los mapas. Comprendo que en el siglo XVII los holandeses decoraran con ellos sus casas. Así se ve en los cuadros de Vermeer “Soldado y muchacha sonriente”, “El arte de la pintura”, “Mujer leyendo una carta”, o en “Los músicos” de Jacob Ochtervelt.
El Humanismo de tercera generación que propongo, mira con un rostro a las “letras” y con el otro a las “ciencias”. Y para ello tiene que estar forzosamente por encima de ambas. El Panóptico es una metáfora de esta subida de nivel.
El mundo occidental está construido sobre el principio de “juego de suma positiva”: en cada transacción todo el mundo debe ganar algo, aunque sea posible que unos ganen más que otros. Los rusos practican el “juego de suma negativa”. Incluso si sufren, están contentos si sufren menos que los otros”
La guerra de Ucrania refuerza mi convicción de que el cerebro humano puede sufrir regresiones. Toda su arquitectura parece dirigida a aprovechar el impulso pasional para dirigirlo a metas inteligentes.