Llegará un día en que nuestros descendientes, indignados, queden estupefactos ante la lectura de nuestra historia y den a esta inconcebible demencia el nombre que…
Continúo dando vueltas al tema de los mercenarios. Su enrolamiento puede estar motivado por cuestiones económicas, pero también por el atractivo de la lucha, del…
En las guerras se intensifican hasta el paroxismo las emociones más profundas del ser humano: el miedo, la pérdida, el dolor, la crueldad, la valentía,…
La pregunta plantea un interesante tema que solo la Psicohistoria puede resolver. Hay muchos libros escritos sobre cómo comienzan las guerras, pero pocos acerca de…
¡Qué extraño lamento! Su autor, Juvenal (60-128), lo explica: “Se nos ha venido encima el lujo, más corrosivo que las armas (…). Ningún crimen ni…
Hay una obstinada monotonía a la que volvemos a pesar de los alardes creativos de la humanidad. Acabo de ver en dos programas diferentes de…
Hay guerras porque personas concretas -que pueden ser una, varias o muchas- encuentran en ella su vía a la felicidad. Por muy chocante que pueda parecer. La fascinación por la guerra hace que no tengamos -o al menos yo no conozco- una “Historia de la paz”, es decir, de los esfuerzos, inventos, operaciones, que los humanos han hecho por mantener la paz o por restaurarla. ¿Por qué nos ha interesado tan poco?
Parece que el deseo de paz es una constante universal, y que de hecho se ha buscado continuamente, hasta el punto de que necesitaríamos escribir la historia de los esfuerzos por la paz, cosa que no se ha hecho a pesar de tener tantas historias de la guerra. ¿Por qué no hemos sido capaces de mantenerla? ¿Es falso ese deseo? ¿Deseamos la paz, pero al mismo tiempo deseamos la guerra, de la misma manera que deseamos la serenidad, pero también la excitación?