Mañana 23 de febrero participo en “Las tres puertas”, un programa de “conversación serena” dirigido por María Casado en La1 de RTVE. En este momento se insiste en la necesidad de enriquecer el espacio público introduciendo los temas verdaderamente importantes en la “conversación política”.
El deseo de venganza es un fenómeno que revela una parte no suficientemente estudiada de la afectividad humana, como ya señaló Nico Frijda, un reputado estudioso de las emociones. Es un acto dirigido a dañar a una persona o a un grupo en respuesta al sentimiento que uno tiene de haber sido dañado por ellos.
Otro “ensayo GAMMA”. La evolución de las pasiones humanas, sus sutiles tramas, el modo como han ido dirigiendo la historia y plasmándose en instituciones me fascina. El domino afectivo que voy a estudiar es universal, permanente y poderoso. Su energía ha determinado nuestro pasado y nuestro presente. Forma parte de nuestra herencia biológica pero las diferentes culturas la han utilizado, expandido, formateado a su manera. Me refiero al caudaloso torrente emocional de la fama, la pertenencia a un grupo, la reputación, la gloria, el honor nacional
Ya he hablado en este diario de la venganza. Es un deseo universal, que me brinda la ocasión de mostrar como las grandes pasiones dirigen las acciones humanas, los movimientos sociales, y acaban sedimentándose en las instituciones.
El Diccionario australiano Macquarie eligió la expresión “cancel culture”, como palabra del año 2019.
El destrozo emocional de las víctimas es fácil de comprender: tristeza, desesperación porque lo perdido no podrá recuperarse, furia, deseo de venganza, impotencia, rencor, desconsuelo.
“Prohibido prohibir”. En realidad, estaba anulando la libertad, porque todo ejercicio de un derecho lleva aparejado la prohibición de su contrario. La libertad de expresión supone prohibir la censura o la persecución por las ideas.