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La moral y la ética

Estos HOLOGRAMAS son un ensayo de PERIODISMO EXPANSIVO. Conocer lo que ocurre es fácil, comprenderlo es complejo. Cada lector debe poder elegir el nivel de comprensión en que quiere moverse. Propongo tres niveles: uno, reducido, en formato papel. Otro más amplio, en formato digital, que, a su vez, remite a una RED DE COMPRENSIÓN sistemática, necesaria por la inevitable conexión de los asuntos. Tal vez sea un proyecto megalómano, pero creo que vale la pena intentarlo. El artículo inicial de este holograma se publicó en el suplemento Crónica de EL MUNDO el día 2 de febrero de 2020.


En la escuela, no se debe enseñar moral, sino ética. – “Moral” es el sistema normativo de una sociedad. Hay tantas morales como culturas: moral católica, protestante, musulmana, confuciana, budista, nazi, soviética, etc. “Ética” significa “moral transcultural”, es decir, el conjunto de normas universales que transcienden las peculiaridades culturales. Es la mejor solución encontrada por la inteligencia humana para resolver los problemas que afectan a la felicidad y la dignidad. Toda moral se considera perfecta, y que piensa que una ética universal atacaría su identidad, y es una perversión. La filosofía moderna, que desdeña la universalidad, y valora desmedidamente las diferencias, ha negado con frecuencia la posibilidad de una ética, lo que no obsta para que el filósofo reclame sus derechos universales si se ve en peligro. La Declaración de los Derechos Humanos es el núcleo de la ética. Las religiones -incluida la católica- desconfiaron de ella. Incluso pueden negarla cuando se encuentran en posiciones de poder. Sin embargo, cuando se sienten amenazadas buscan apoyo en esa Declaración, que, a pesar de ser laica, o precisamente por ello, es la que mejor ha protegido a las religiones. En la escuela debe enseñarse lo universal. Por eso ha de enseñarse la ética, pero no las morales.


HOLOGRAMA 37


En Biografía de la humanidad llegamos a la conclusión de que el deseo de satisfacer las necesidades y evitar el dolor, es decir, una imprecisa y tanteante búsqueda de la felicidad, había impulsado la evolución de las culturas.  Movida por ese dinamismo expansivo, nuestra especie inventó lenguajes, técnicas, ciencias, artes, religiones, sistemas políticos. Son creaciones admirables, sin duda, pero creo que la más esencial ha sido la invención de sistemas normativos -morales y legales- para resolver los problemas de la convivencia.

Para evitar confusiones, aclararé que “moral” y “ética” se consideraron palabras sinónimas durante mucho tiempo. Recientemente se separaron y se reservó la palabra “moral” para los sistemas normativos concretos, y la palabra “ética” para la reflexión filosófica sobre la moral. Prefiero llamar a esta reflexión “filosofía de la moral” -de forma análoga a como decimos “filosofía de la ciencia”, “filosofía del derecho”, etc.-  y reservar “ética” para designar una deseable y necesaria “ética transcultural”.

Hay un extendido escepticismo acerca de la posibilidad de elaborar ese sistema normativo universal. La formulación más aceptada es la Declaración Universal de Derechos Humanos, que no es, sin embargo, universalmente aceptada. Algunas sociedades, como las orientales o las musulmanas, piensan que es una creación eurocéntrica. Y algunas religiones, la rechazaron cuando se publicó, porque consideraban que ponía el fundamento de los derechos en la subjetividad humana y no los hacía derivar de Dios. La religión católica, por ejemplo, negó el derecho a la libertad de conciencia. Este es un caso interesante para mi argumentación. Poco a poco, las normas éticas -los derechos humanos- corrigieron parte de la moral católica, que acabó aceptándolos en la encíclica de Juan XXIII Pacem in terris (1963) (Daniele Menozzi, en Chiesa e diritti umani y Jose Mª Castillo en La Iglesia y los derechos humanos, han tratado este cambio que honra al catolicismo).

“Toda sociedad, toda cultura, toda religión, cuando se libera de cinco grandes obstáculos -la pobreza extrema, la ignorancia, el fanatismo, el miedo al poderoso y el odio al vecino- evoluciona hacia un marco ético universal que se caracteriza por defender los derechos individuales, la participación en el poder político, el rechazo de las discriminaciones no justificadas, las seguridades jurídicas y las políticas de ayuda». (De la Válgoma, M. Marina, J.A.)

La dificultad de hablar de una ética universal deriva de pensar que, puesto que sus preceptos deben obligar absolutamente, deben tener un fundamento absoluto, que tradicionalmente fue Dios, o la naturaleza humana creada por Dios. Creo que debemos ser más humildes. Las morales, aunque frecuentemente apelan a Dios, son un intento de buscar soluciones a problemas universales e inevitables que plantea la convivencia humana. Al revisar numerosas culturas, he encontrado nueve de ellos:

1.- El valor de la vida

2.- La relación del individuo con la tribu y viceversa.

3.- La organización del poder.

  4.- La propiedad y su distribución.

5.- Los modos de resolver conflictos.

6.- El sexo, la procreación y la familia.

7.- El trato a los débiles: las viudas, los niños, los enfermos.

8.- El trato a los extranjeros.

9.- La relación con el más allá, los dioses y la muerte.

Como dijo el gran antropólogo Clifford Geertz, los problemas son comunes, pero las soluciones son diferentes. Este enfoque nos permite comparar las distintas soluciones y evaluarlas. Un culturalismo exacerbado piensa que esto atenta contra los derechos de las culturas, y que todas son igualmente valiosas. Es falso. Problema por problema podemos ver la potencia de las soluciones. Es la “experiencia moral de la humanidad” la que ha ido seleccionándolas. Por ejemplo, más de un ochenta por ciento de sociedades han admitido en sus orígenes la poliginia (un hombre con varias esposas). Sin embargo, se ha ido reduciendo drásticamente su práctica, entre otras cosas porque es incompatible con otros derechos, como los que defienden la igualdad de la mujer.

Podemos observar que se ha ido produciendo una convergencia de los sistemas morales hacia un modelo ético, parecida a la que se ha ido estableciendo hacia los sistemas políticos democráticos. Ese movimiento se configura por una evolución espontánea de las sociedades, basada en la interacción continua entre las inteligencias y los intereses particulares. La razón individual no puede establecer normas universales, pero el juego de muchas inteligencias, sí. Por eso, la profesora De la Válgoma y yo nos atrevimos a enunciar en La lucha por la dignidad una ¡Ley del progreso histórico de la humanidad!, que dice así: “Toda sociedad, toda cultura, toda religión, cuando se libera de cinco grandes obstáculos -la pobreza extrema, la ignorancia, el fanatismo, el miedo al poderoso y el odio al vecino- evoluciona hacia un marco ético universal que se caracteriza por  defender los derechos individuales, la participación en el poder político, el rechazo de las discriminaciones no justificadas, las seguridades jurídicas y las políticas de ayuda».

La historia nos indica que este progreso sufre periódicamente graves colapsos, en que los sistemas éticos se desploman. Entonces aparece el horror. Hasta ahora, la humanidad ha vuelto a la senda del progreso, después de etapas tan terribles como las dos guerras mundiales, o los genocidios que hemos presenciado. Pero nada nos asegura que eso vaya a suceder siempre. De ahí la necesidad y la urgencia de estudiar la evolución de las morales hacia la ética, para dar mayor consistencia a los logros conseguidos.

Solo apuntaré un último tema que cierra el argumento. La educación ética suele incluirse en la escuela como “educación en valores”. Está bien que sepamos identificarlos, y justificarlos, pero esa educación es meramente conceptual, y nada impide que Jack el Destripador hubiera sacado notas excelentes en esa asignatura. Es importante recuperar lo que durante siglos fue la esencia de la educación ética: la educación en virtudes, en fortalezas personales. La virtud es el hábito que nos inclina a realizar los valores. Es donde la psicología y la ética confluyen en la acción. Pero este asunto, al que la Psicología estadounidense está dando una enorme importancia, tendrá que quedar para otro holograma.

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Únete 2 Comments

  • rafael lazaro dice:

    Buenos dias D.Jose Antonio , cada dia me recuerda mas a D.Eduard , me voy a ir acercandome a su universo humanista que va mucho en mi camino vital. Solo un asunto que hace poco termine un trabajo , siempre pensamos en la Etica hacia fuera , la etica personal marca nuestro verdadero nivel como ser humano y responsabilizarnos de ello es condicion indispensable para evolucionar, Esto no se reseña casi nunca , sacar balones fuera…

  • Raúl Freijo Gandía dice:

    Me gustaría mostrar mi desacuerdo sobre la posición de la ética en las escuela. La ética no debe enseñar en las escuelas una moral transcultural, o derechos humanos, sino debe enseñar a reflexionar sobre la moral. Los derechos humanos no son sino una forma concreta que los seres humanos tienen de entender la moral . No quiero decir con esto que los derechos humanos no tengan validez universal, sino que la forma adecuada de abordar la cuestión de los derechos humanos desde una perspectiva ética no puede darla por sentado como si fueran algo innegable que no requiera justificación
    De hecho, no está claro ni que son los derechos humanos, ni cuáles son tales derechos. Por ejemplo, un liberal no entiende el derecho a la propiedad del mismo modo que la socialdemócrata. Plantear la ética como la propone el profesor Marina no puede conducir sino a un desprestigio de la ética. De hecho, esta es la forma de enseñar ética que predomina en las escuelas y en los libros de texto de estas materias. Y precisamente es ésta forma. a mi juicio, mojigata de enseñar ética una de las razones por las cuales esta materia sea vista por la mayoría de la ciudadanía como una «maría».

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