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Artículos en prensa

Espacio de materiales de contrucción donde encontrarás los artículos de prensa de José Antonio Marina.

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C’EST LA VIE

 

Como los viejos rockeros, hay problemas que no mueren nunca. Uno de ellos es la definición de la vida. Leo un artículo de Luis P.Villarreal, director del Centro de Investigaciones Vïricas de la Universidad de California, titulado “¿Tienen vida los virus?” Estos híbridos metafísicos son fascinantes: sólo muestran vida cuando se hospedan en un organismo. El autor trata un tema menos estudiado: el papel que jugaron los virus en la evolución de la vida. Al igual que en otros trabajos anteriores, Villarreal considera que los virus han sido los grandes ingeniosos –o ingenieros- de la evolución.

El caso es que definir la vida se nos vuelve cada vez más complicado, porque estamos asistiendo a la rápida expansión de la “biología sintética”. Hasta donde llego, me parece que hay dos grandes líneas de investigación. Una, la verdaderamente novedosa, pretende sintetizar modos de vida radicalmente nuevos. Otra, más conservadora, se limita a recombinar elementos ya dados naturalmente. El diseño es nuevo, pero los materiales son viejos.

Me intrigan las investigaciones de Norman Packard, fundador de la compañía ProtoLife, y desu socio Steen Rasmussen (Los Alamos National Laboratory). Se las prometen muy felices con el diseño del Los Alamos Bug, un ejemplo de vida sintetizada a partir de elementos inorgánicos. Lo más interesante es que pretenden sintetizar moléculas vivas diferentes de las actuales. Estas tienen el agua como elemento básico, mientras que las nuevas tendrían un aceite. La dificultad, una vez más, estriba en decidir lo que distingue la materia orgánica de la inorgánica.Estos investigadores proponen tres criterios: Una molécula viva tiene que ser un contenedor individualizado, incluir una información hereditaria, y ser capaz de una replicación sometida a selección evolutiva.

Según cuentan, la dificultad mayor está en crear una molécula compleja que pueda replicarse y transmitir información genética. EL DNA es demasiado complejo. Ensayan un PNA (peptid nucleic acid), que usa las mismas “letras” del código genético del DNA, pero tiene dos formas: una soluble en agua y otra en grasa. También han diseñado un metabolismo elemental: esas moléculas serían “alimentadas” con precursores de ácidos grasos.

Estas nuevas formas de vida pueden diseñarse para tareas muy concretas: destruir los compuestos tóxicos,  actuar como “medicinas vivas”. Servir como diagnosticadores internos para recabar información dentro del organismo, formar parte de máquinas que puedan repararse a sí mismas, como los organismos. Como hay mucho dinero en juego, creo que la investigación irá muy rápida.

Estos experimentos plantean otro de los problemas eternos. ¿Podría ser la realidad absolutamete distinta a como es? ¿Podrían haber sido diferentes las leyes de la física o de la química? Ya saben que hay cosmólogos arriesgados que dicen que, antes de que apareciera la materia, lo que existían eran las ecuaciones. En el origen de la realidad estarían las leyes que rigen la emergencia de la realidad. No sé muy bien lo que esto significa, pero como me lo cuentan se lo cuento.

La otra rama de la bilogía sintética es menos radical. Se limita a aprovechar las facultades combinatorias de los elementos naturales. En el Insstitute for Biological Energy Alternatives, en Maryland, Craig Venter, lider del grupo privado que secuenció el genoma humano, y Hamilton Smith, intentan crear nuevas formas de vida extrayendo el genoma de una bacteria ya existente, y reemplazándolo con otro sintético. En la Universidad de Roma 3, Pier Luigi Luisi trabaja en un “proyecto de célula mínima”. A partir de una simple membrana como continente, añadiendo gradualmente encimas y otros componentes celulares, espera conseguir un mínimo nivel de funcionamiento. En Harvard University, Jack Szostak pretende sintetizar una forma de vida muy simple, pero usando una química más familiar que la del grupo de Los älamos: una vescula membranosa conteniendo un RNA archiespecializado, capaz de su propia y mínima replicación.

Metido en estos berenjenales, leo en la portada de “Time”: “La nueva ciencia de la felicidad”. El amplio contenido me demuestra que se usa abusivamente del término ciencia. Se refiere al nuevo enfoque de la psicología lanzado por Martin Seligman, cuando fue presidente de la American Psychologycal Association. Tiene como finalidad estudiar los elementos que proporcionan  felicidad. Se limitan a una serie de encuestas, que muestran, por ejemplo, que la amistad y la esperanza son factores importantes para la felicidad, que los hombres casados se sienten más felices que los solteros, y cosas por el estilo. Hablar de ciencia de la felicidad me parece, pues, exagerado. En cambio no lo es el énfasis que estos investigadores (Seligman, Diener, Csikszentmuhalyi, etc) ponen en descubrir los principales recursos humanos, es decir, aquellos elementos que nos capacitan para resolver los problemas vitales que no son, por supuesto, necesariamente científicos. Como pedagogo, me parece un imprescindible campo de investigación.

 

JOSE ANTONIO MARINA

 

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