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Espacio de materiales de contrucción donde encontrarás los artículos de prensa de José Antonio Marina.

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El Golpe de Estado

  • HOLOGRAMA 14.

No soy historiador, sino estudioso de la inteligencia humana. Mi interés por la historia se debe a que nada vivo puede conocerse sin estudiar su evolución. Ni el ser humano, ni sus creaciones. Generalmente se entiende por conocer tener ideas verdaderas sobre las cosas. Aquí comienzan los problemas, porque en los últimos decenios la filosofía ha devaluado la idea de verdad. Decía Ortega que lo que hoy se dice en las cátedras mañana se repite en las plazuelas. Sí, pero de otra manera. El desdén postmoderno hacia la verdad, conduce a la defensa de la postverdad en la política actual. No hay verdad, diría Trump, porque cualquier afirmación es verdad en una realidad alternativa.
​​La ciencia ha resistido bien el ataque de la filosofía, e incluso se ha reído de su propósito de equiparar la ciencia a verdades de índole meramente cultural. Considerar a las enfermedades mentales como producidas por alteraciones neurologícas es tan verdadero, sostienen, como decir que las produce una posesión demoniaca. Cada afirmación es verdadera en su cultura. Hace unos años, el físico Alan Sokal mandó a una prestigiosa revista de sociología un artículo titulado «Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity», en el que defendía que la “gravedad cuántica” era una teoría lingüística y social, válida dentro de la lengua que la enunciaba. La revista publicó el artículo, e inmediatamente después el autor reveló que era un conjunto de disparates escrito con la única finalidad de mostrar la falta de rigor de las teorías sociológicas de la ciencia.
​​El tema de la verdad histórica es especialmente complejo. La verdad hace siempre referencia a la realidad, pero ¿­cuál es la realidad histórica?  He dedicado estas últimas semanas a intentar aclararme sobre el origen de la guerra civil española, con motivo de la aparición de varios libros: Los mitos del 18 de julio, coordinado por Francisco Sánchez Pérez, (Crítica, 2019), ¿Quién quiso la guerra civil?, de Angel Viñas,(Crítica,2019), Las conspiraciones del 36, de Roberto Muñoz Bolaños,(Espasa, 2019) y La revolución española, de Stanley Payne (Espasa, 2019).
​​Payne repite la tesis de otros libros suyos. España ha tenido una historia desdichada. Durante el siglo XIX, pasó más años enzarzada en guerras de todo tipo que cualquier otro país del mundo.(p. 24) Considera que hubo fraude en las elecciones de febrero del 36, que dieron paso al Frente Popular, y que la situación conducía inevitablemente a la guerra civil. Viñas piensa que la guerra civil fue fruto de una conspiración de militares y civiles, con la ayuda de Mussolini y de Juan March, conspiraciones que estudia también la obra de Muñoz Bolaños.
​​Viñas considera que los vencedores elaboraron un relato legitimador de la guerra basado en los siguientes “mitos”: (1).- La ilegitimidad radical de la Segunda República desde su origen mismo. (2) El carácter esencialmente “revolucionario” de la misma promovido por las izquierdas. (3) La agresión a la que sometió a las fuerzas vivas de la nación: Iglesia, militares y propietarios.(4) La política tendente a la destrucción de la unidad de España.(5) La esencial incapacidad del Gobierno, también supuestamente ilegítimo, de mantener, después e las elecciones de febrero de 1936, el orden público para desembocar en una revolución que era preciso prevenir a toda cosa. (6) El peligro de una marxistizacion de España, y de colaborar así al hundimiento de la civilización cristiana y occidental.
​ “Los mitos del 18 de Julio” presenta un panorama más complejo. La conclusión que he sacado de su lectura es que todo relato tiende a simplificar y al hacerlo falsea la realidad. Como ya advirtió el gran historiados Charles Tilly, la gente “trabaja una y otra vez sobre las historias, simplificando los procesos sociales, para que estos puedan ser contados” (Credit and Blame, Princeton University Press, 2008, p.39). El origen de la guerra civil es un buen ejemplo para estudiar la relación entre movimientos sociales, y la acción de personas concretas, que actúan como catalizadores. Sin ellas, no se habría producido la reacción. José Luis Ledesma, en el capítulo dedicado a “la primavera trágica” de 1936 y la pendiente hacia la guerra civil”, sostiene, a mi juicio con razón, que “afrontar críticamente lo que de real hay tras el relato franquista no es darle más cuerda sino antes bien contribuir a desactivarlo” (p. 319). El añorado Julio Arostegui, gran conocedor de ese periodo, se queja de la superficialidad con que se han estudiado conceptos que tienen extrema importancia para el análisis histórico. Por ejemplo el de “revolución”. ¿Cómo se usaba en los años 30? ¿Cómo lo utilizaba cada partido? Hubo un “miedo a la revolución” que convirtió golpe militar en una “contrarrevolución preventiva”. Este es un concepto interesantísimo, que tiene en cuenta el estado emocional de la sociedad. Es cierto que, como señaló Azaña, la rebelión “se había incubado al calor del miedo”, que “la brutalidad de unos y otros” estaba creando pánico en el “hombre neutro”. Los cinco meses de la primavera trágica del 36 fueron los más sangrientos de la historia europea, en periodos sin guerra. Viñas considera que hubo muchos errores políticos en la labor del gobierno de la república, pero que la guerra civil pudo haberse evitado. La conspiración civil y militar proporcionó las condiciones que la hicieron prácticamente inevitable.

El desdén postmoderno hacia la verdad, conduce a la defensa de la postverdad en la política actual.

​​Creo que podemos progresar en el conocimiento de la verdad histórica, de la misma manera que progresamos en la verdad científica. La verdad es sólo el resultado de un tenaz e interminable proceso de verificación. No es una iluminación, ni una intuición ni una experiencia privada. Deberíamos defender el “derecho a la verdad”, como elemento fundamental para desactivar los odios. Ese derecho está admitido internacionalmente Siguiendo resoluciones del Consejo de Derechos Humanos, la Asamblea General de las Naciones Unidas enfatizó que la comunidad internacional debe “procurar reconocer el derecho de las víctimas de violaciones graves a los derechos humanos, así como el de sus familias y la sociedad en general a conocer la verdad hasta donde sea posible”( Naciones Unidas. Consejo de Derechos Humanos. Resolución 9/11 de 24 de septiembre de 2008. El derecho a la verdad, A/HRC/RES/9/11). Pero no sólo es la verdad sobre las víctimas la que debemos conocer, sino en general la verdad de lo que sucede, porque sólo así  comprendernos. Los historiadores deben colaborar para que la Historia estimule el pensamiento crítico, que no es más que la lucha por el derecho a la verdad. Deben defender a la sociedad de caer en la tentación de utilizar los relatos históricos como armas. James W.Loewen, autor del bestseller Lies My Teacher Told Me, ha contado en Teaching what Really Happened (Columbia University Press, 2010) su lucha por cambiar los libros de texto de Historia en los EEUU. Su primera batalla fue cuando intentó que se hablara de los linchamientos en los libros escolares del estado de Mississippi. Fue censurado, y acudió a los , que le dieron la razón.

Es necesario defender a la sociedad de caer en la tentación de utilizar los relatos históricos como armas.

La conclusión de este artículo puede resumirse así: la Verdad histórica es posible. Siempre será compleja porque el comportamiento humano lo es. Su conocimiento es necesario para comprender lo que sucede y por qué sucede. Como escribió Virgilio “Felix qui potuit cognoscere causas”, feliz el que puede conocer las causas. (Georgias, II, 490).

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Únete 13 Comments

  • Jorge dice:

    En 1905, un profesor de la universidad de Erlanger-Nuremberg, Albert Rüppel, encontró en un legado a la universidad un palimpesto en griego (apenas unos versos), donde se insinuaba que Helena de Troya no fue en realidad la mujer de Menelao, sino su cabra preferida. Los versos, sarcásticos, decían que Paris se ayuntó con ella y, quedando encantando, la raptó.
    Esto produjo un cierto revuelo pues toda la guerra de Troya había sido provocada por una cabra de asombrosos poderes sexuales. Tal es así que el descubrimiento se ocultó aduciendo que no había más pruebas y sólo corrió por el mundo académico.
    Bertrand Russell, siempre tan sarcástico, al enterarse del revuelo sólo se preguntó por qué parecía tan problemático que una guerra de diez años se iniciara por una cabra y no tanto que lo hiciera por una mujer. El mito de Helena a la nadie le parecía mal…

    Esta anécdota nos revela que la Verdad Histórica es posible conocerla. Pero lo que cuenta es su interpretación. La interpretación que le damos nosotros mismos. No es pues el hecho histórico el que debemos analizar, sino la propia interpretación que cada uno de nosotros, historiadores incluidos, le damos a esos hechos en función de nuestra ideología actual.

    Salu2

    • Paloma835 dice:

      “Los hechos y los acontecimientos son cosas mucho más frágiles que los axiomas, descubrimientos o teorías producidos por la mente humana; se producen en el campo de los asuntos siempre cambiantes de los hombres, en cuyo flujo no hay nada más permanente que la presuntamente relativa permanencia de la estructura de la mente humana”.
      “Pero ¿existen hechos independientes de la opinión y de la interpretación? ¿Acaso generaciones enteras de historiadores y filósofos de la historia no han demostrado la imposibilidad de establecer hechos sin una interpretación, ya que en primer lugar hay que rescatarlos de un puro caos de acontecimientos (y los principios de elección no son los datos objetivos) y después hay que ordenarlos en un relato que se puede transmitir sólo dentro de cierta perspectiva, que no tiene nada que ver con los sucesos originales? Sin duda, éstas y muchas otras incertidumbres de las ciencias históricas son reales, pero no constituyen una argumentación contra la existencia de la cuestión objetiva ni pueden servir para justificar que se borren las líneas divisorias entre hecho, opinión e interpretación, o como una excusa para que el historiador manipule los hechos como le plazca. Aun si admitimos que cada generación tiene derecho a escribir su propia historia, sólo le reconocemos el derecho a acomodar los acontecimientos según su propia perspectiva, pero no el de alterar la materia objetiva misma. Para ilustrar este asunto, y como una excusa para no seguir por más tiempo con él, recordemos que, durante los años veinte, cuenta la historia, poco antes de morir, Clemenceau mantenía una conversación amistosa con un representante de la República de Weimar sobre el problema de quién había sido el culpable del estallido de la Primera Guerra Mundial. «¿En su opinión, qué pensarán los futuros historiadores acerca de este asunto tan engorroso y controvertido?», preguntaron a Clemenceau, quien respondió: «Eso no lo sé, pero sé con certeza que no dirán que Bélgica invadió Alemania». Aquí nos interesan los datos rudamente elementales de esa clase, cuya esencia indestructible sería evidente aun para los más extremados y sofisticados creyentes del historicismo”. (H. Arendt).
      Hobbes: “tal verdad, no oponiéndose a ningún beneficio ni placer humano, es bienvenida por todos los hombres”. “Pues no pongo en duda, que, de haberse opuesto al derecho de dominio de cualquier hombre, o al interés de los dominadores, la doctrina según la cual los tres ángulos de un triángulo deben ser iguales a dos ángulos de un cuadrado hubiera sido no ya disputada, sino suprimida de raíz y quemados todos los libros de geometría en la medida del poder de aquel a quien interesara”.

      • Jorge dice:

        Es muy interesante la reflexión y la comparto totalmente.
        El hecho histórico en sí es posible conocerlo. Es Historia. La interpretación es personal y cultura.

        El profesor comenta el inicio de la Guerra Civil. Fue técnicamente un pronunciamiento militar fallido que derivó en una guerra civil. ¿Quién tuvo la culpa? Obviamente, como en caso que cita, Bélgica no invadió Alemania y los partidos de izquierda, con todos sus errores, que fueron muchos, no sublevaron al ejército con intención de establecer una dictadura. Esa es la verdad. Así que el culpable es claro: Mola, Sanjurjo, Franco y toda esa camarilla son los principales responsables de la Guerra Civil y sus cientos de miles de muertos, el exilio de otros tantos y la dictadura posterior.

        Pero pondré un caso reciente: el 1-0 de 2017 en Cataluña.
        Todos los que vivimos aquí sabemos lo que pasó, tenemos información de sobra.. Pero para la mitad de la población fue una cosa (una especie de acción heroica en lucha por las libertades de un pueblo), y para la otra mitad otra muy distinta (una aberración democrática alentada por irresponsables en base a creencias irracionales).
        Los hechos no cambian, lo que cambia es la actitud y la interpretación que le da cada uno en particular y la sociedad en la que vive, que va variando en su interpretación..

    • jose antonio marina dice:

      De acuerdo. Una cosa es la verdad histórica y otra su interpretación. Para entendernos, una cosa es la «Historia» y otra el relato histórico. Eric Selbin, en «El poder del relato» explica muy bien que es necesario conocer los relatos, porque forman parte de la historia. En el caso que nos ocupa, los relatos sobre la guerra civil forman parte o bien de la misma guerra civil, o , sin duda, de la posguerra civil. Se convierten asi en hechos históricos, que a Historia (como ciencia) debe considerar. Lo que me interesa afirmar es que es posible alcanzar una «verdad histórica», pero que es una tare extremadamente dificultosa, y que, por lo tanto, pocos historiadores emprenden

  • Paloma835 dice:

    De acuerdo que La Verdad histórica es posible, entendiendo por tal la verdad factual. Se trata “sólo” de querer, saber y poder encontrar la verdad, lo que supone competencia, honestidad, humildad y pasión profesional.
    “Los hechos dan origen a las opiniones, y las opiniones, inspiradas por pasiones e intereses diversos, pueden diferenciarse ampliamente y ser legítimas mientras respeten la verdad factual. La libertad de opinión es una farsa, a menos que se garantice la información objetiva y que no estén en discusión los hechos mismos”. “La calidad misma de una opinión, como la de un juicio, depende de su grado de imparcialidad. En cuestiones de verdad, nuestro pensamiento es genuinamente discursivo, va de un lado a otro, de un lugar del mundo a otro, por así decirlo, a través de toda clase de puntos de vista antagónicos, hasta que por fin se eleva desde esas particularidades hacia alguna generalidad imparcial.” (H. Arendt)
    La Guerra Civil no se habría producido el 18 de julio del 36 sin la rebelión militar contra el orden constitucional democrático. Es la verdad factual. Luego se puede interpretar y opinar, justificar o explicar, de igual forma que el terrorismo y el genocidio. Como dice Arendt, la verdad es “despótica”, no admite opiniones ni debate, no sabe de sentimentalismos ni de paños calientes, concilia mal con el poder, tiende a ser revolucionaria. Por eso, para todo poder es un potencial y poderoso enemigo, cuanto más autoritario sea el poder más probable que la verdad sea perseguida y asesinada, y en su lugar la mentira campe a sus anchas para justificar y blanquear el poder en nombre de un bien supremo superior, como el pueblo, la raza, la nación, Dios.

    • jose antonio marina dice:

      La física, que ha reflexionado sobre los criterios de verdad mucho más que la historia, afirma que «la escala de observación crea el fenomeno». La historia debe señalar su escala y sus criterios de escala. Un ejemplo: un atasco de tráfico es un hecho objetivo mensurable. Tantos vehiculos estuvieron detenidos tanto tiempo. Otra escala es el de las causas. Esto nos conduce a un nivel individual de los hechos. ¿Que impulsó a cada conductor a meterse en esa trampa? Podemos estudiarlo a nivel estadístico (cuantos lo hicieron porque querian salir cuanto antes de vacaciones, cuantos por obligación, etc,) . Todavía podemos descender al estudio biográfico. Las consecuencia pueden tambien estudiarse de manera estadística o biográfica. Podemos medir el consumo energético, el despilfarro de tiempo, el impacto económico. Y tambien conocer casos concretos de no legr a una cita, perder un empleo,etc. Todavía podemos afinar más, e intentar conoce como las circunstancias sociales influyen en la toma de decisiones, etc. Sin duda, el campo de estudio parece complicarse segun cambiamos la escala. Pero es ya lo tienen asumido las ciencias. Por ejemplo, la que más conozco, la neurología. Podemos estudiar la función del cerebro en el comportamiento…..o podemos estudiar como funcionan los canales de sodio en la transmisión del impulso nervioso. Creo que los «humanistas» tenemos menos paciencia que los científicos. Millikan, premio nobel de física, se pasó años midiendo gotas de aceite.

  • Jorge dice:

    Es muy interesante la reflexión y la comparto totalmente.
    El hecho histórico en sí es posible conocerlo. Es Historia. La interpretación es personal y cultura.

    El profesor comenta el inicio de la Guerra Civil. Fue técnicamente un pronunciamiento militar fallido que derivó en una guerra civil. ¿Quién tuvo la culpa? Obviamente, como en caso que cita, Bélgica no invadió Alemania y los partidos de izquierda, con todos sus errores, que fueron muchos, no sublevaron al ejército con intención de establecer una dictadura. Esa es la verdad. Así que el culpable es claro: Mola, Sanjurjo, Franco y toda esa camarilla son los principales responsables de la Guerra Civil y sus cientos de miles de muertos, el exilio de otros tantos y la dictadura posterior.

    Pero pondré un caso reciente: el 1-0 de 2017 en Cataluña.
    Todos los que vivimos aquí sabemos lo que pasó, tenemos información de sobra.. Pero para la mitad de la población fue una cosa (una especie de acción heroica en lucha por las libertades de un pueblo), y para la otra mitad otra muy distinta (una aberración democrática alentada por irresponsables en base a creencias irracionales).
    Los hechos no cambian, lo que cambia es la actitud y la interpretación que le da cada uno en particular y la sociedad en la que vive, que va variando en su interpretación..

  • Paloma835 dice:

    De acuerdo que La Verdad histórica es posible, entendiendo por tal la verdad factual. Se trata “sólo” de querer, saber y poder encontrar la verdad, lo que supone competencia, honestidad, humildad y pasión profesional.
    “Los hechos dan origen a las opiniones, y las opiniones, inspiradas por pasiones e intereses diversos, pueden diferenciarse ampliamente y ser legítimas mientras respeten la verdad factual. La libertad de opinión es una farsa, a menos que se garantice la información objetiva y que no estén en discusión los hechos mismos”. “La calidad misma de una opinión, como la de un juicio, depende de su grado de imparcialidad. En cuestiones de verdad, nuestro pensamiento es genuinamente discursivo, va de un lado a otro, de un lugar del mundo a otro, por así decirlo, a través de toda clase de puntos de vista antagónicos, hasta que por fin se eleva desde esas particularidades hacia alguna generalidad imparcial.” (H. Arendt)
    La Guerra Civil no se habría producido el 18 de julio del 36 sin la rebelión militar contra el orden constitucional democrático. Es la verdad factual. Luego se puede interpretar y opinar, justificar o explicar, de igual forma que el terrorismo y el genocidio. Como dice Arendt, la verdad es “despótica”, no admite opiniones ni debate, no sabe de sentimentalismos ni de paños calientes, concilia mal con el poder, tiende a ser revolucionaria. Por eso, para todo poder es un potencial y poderoso enemigo, cuanto más autoritario sea el poder más probable que la verdad sea perseguida y asesinada, y en su lugar la mentira campe a sus anchas para justificar y blanquear el poder en nombre de un bien supremo superior, como el pueblo, la raza, la nación, Dios.

    • Jorge dice:

      Leer a Arendt siempre es un gozo intelectual. Su claridad de ideas, su lógica sencilla y racional, la evidencia de sus conclusiones son siempre un alimento para el espíritu.
      Pero no sé si conocerás que la propia Arendt fue acusada de antisemita simplemente por exponer en toda su crudeza un hecho histórico innegable: que muchos dirigentes de las comunidades judías colaboraron voluntariamente con Eichmann y el Holocausto a cambio de salvar un puñado de vidas… Curiosamente, estas vidas siempre eran la de ellos y sus allegados.

      Para muchos judíos, esa actuación fue moralmente correcta. Para otros no. El hecho no cambia.

      Luego lo que hay que investigar, IMHO, no es la veracidad del hecho (que la damos por supuesto), sino cómo a partir de él se forman opiniones diferentes y cuáles de ellas tienen una lógica racional y una base objetiva y cuáles se basan en mitos, creencias y opiniones que se quieren imponer como verdades.

      Uno de ellas es el concepto de Nación. Pero intentar convencer a un nacioanlista, sea de JxCat o de VOX, que las naciones no existen, y que por tanto no puede ser ni liberadas ni ofendidas, es como intentar convencer a un católico que Dios no existe y por tanto sus mandatos morales son humanos y discutibles.

      Y ya le digo: eso es prácticamente imposible. Intentar convencer a una persona que su Yo Social, su Identidad Colectiva, sea Dios o la Nación, es un constructo mental, no un fantasma, es como arrancarle la piel a tiras. No puede desprenderse de su identidad social como no puede desprenderse de su identidad personal sin sufrir una enorme crisis interior.

      A veces esa crisis acaba en iluminación, claro, pero eso raramente ocurre, je, je

      Un saludo

      • luis dice:

        Estoy de acuerdo. La verdad no la quiere ninguna de las partes implicadas en cualquier hecho histórico. El problema a la hora de analizar cualquier hecho histórico, es que hay una parte no visible que motiva cualquier acto humano, dicha parte oculta sólo sale a la luz en el caso de los vencedores, porque los actos subsiguientes permite a los historiadores sacar conclusiones. En cuanto a los vencidos, todos son buenas intenciones, por lo tanto, es dificil concluir algo sobre la verdad, de su historia.
        La historia siempre estará coja a la hora de establecer la verdad, siempre habrá el bando de los vencedores que se quedan con el poder, y por lo tanto realizan actos, que esclarecen sus intenciones, y luego estará el bando de los vencidos, que es prácticamente saber que parte de verdad les corresponde.
        Como el poder «per se» corrompe, indudablemente los vencedores suelen ser los que más mentiras cuenten. El tiempo suele dar siempre una segunda oportunidad a los herederos de los vencidos, entonces es cuando su verdad, o se confirma, o se corrompe.
        Una de los problemas del poder, es que el bando que lo ostenta, se arroga la «infalibilidad» y «bondad» absoluta de sus actos, por eso nadie quiere oir nada sobre la verdad.
        La verdad al final termina siendo fruto del llamado «juicio del tiempo», este quizás, sea el juicio que la historia puede utilizar para establecer con una cierta aproximación sobre la verdad de cualquier acontecimiento del pasado.
        Me gusta imaginar qué habría pasado con la verdad del bando republicano si hubiesen sido los vencedores, qué decisión geopólitica se habría tomado España, en un mundo dividido por la guerra fría, lo mismo hasta hubiésemos terminado siendo miembros del Pacto de Varsovia. Este escenario, es actualmente uno de los problemas que plantea cualquier independentismo en Europa.
        s2s

  • luis dice:

    Leer a Arendt siempre es un gozo intelectual.

    Una frase famosa de Goebbels, que es algo que bien saben los estudiantes de Sociología, es que; «una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en una verdad».
    Bien lo sabe Pablo Iglesias, que de lo único que esta preocupado es de controlar la prensa de este país, este es el interés que tiene por la verdad de la memoria histórica., manosearla y servirse de ella. Y que decir de los independentistas catalanes, que controlan la prensa del país, esta claro que son supremacista y totalitarios, y lo que menos les importa es la verdad.

    Los partidos totalitarios se detectan por sus hechos, no por su postureo democrático.

    s2s

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