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Hablemos de alcohol. Programas educativos para la prevención del abuso de alcohol

 

La relación entre adolescentes y consumo de alcohol ha sido tratada  en este libro desde diversas perspectivas sociológicas y psicológicas. El objetivo de este capítulo es estudiar las posibilidades que ofrece  la educación como herramienta preventiva,  revisar algunos de los programas educativos ensayados en España, y  exponer una propuesta de mejora. Todo ello referido a la prevención primaria, es decir, a aquella que intenta evitar la aparición del problema (CAPLAN, 1964). En circunstancias normales -cuando no hay ninguna contraindicación por razones fisiológicas de enfermedad o predisposición genética -, el objetivo educativo más sensato respecto al consumo de alcohol no es una utópica abstinencia, sino el consumo responsable y moderado. Esa “sabiduría del beber”  que resulta compatible con la salud y con el respeto a la dignidad propia y ajena,  puede convertirse en una deseable meta educativa. Era, de hecho, el objetivo de las virtudes clásicas de la templanza y la sophrosyne (PIEPER, 1969, MARINA 2009).

Sin embargo, a pesar de su necesidad, hay cierto recelo en reclamar y elaborar una “pedagogía del beber” positiva, que no se reduzca a advertir acerca de los peligros del consumo excesivo de alcohol. Beber es una conducta aprendida. Es un proceso evolutivo, que se inicia en la adolescencia, durante el cual el individuo aprende pautas sociales respecto de la bebida. Por lo tanto, no se trata de “enseñar a beber”, porque eso lo hace la sociedad inevitablemente, sino de “enseñar a beber bien”. Aprender a beber responsablemente significa procesar la información sobre el alcohol y adquirir hábitos de consumo responsable de alcohol. Es una competencia adquirida durante el curso del desarrollo de una persona. Competencia como habilidad para resolver o evitar problemas (HOUGHTON y ROCHE, 2001)

La prevención por medio de la educación  no es nueva. La diferencia principal es que desde la antigüedad griega estaba incluida dentro de la educación moral, -como puede comprobarse en la Ética de Aristóteles, o en los tratados medievales, donde el exceso en la bebida se incluía dentro del pecado capital de la gula-,  mientras que en la actualidad se pretende enfocarla desde principios psicológicos y sanitarios. En esta línea, hay muchos programas para prevenir el consumo excesivo de alcohol por parte de adolescentes y jóvenes, para incitar a la abstinencia, retrasar su consumo o reducir los daños. Sin embargo,  la mayor parte de ellos carece de claridad y eficacia (MILLER, 1984).

Vicente Garrido en su libro “Mientras vivas en casa” (Versátil, Barcelona, 2009) se refiere al poco éxito de los programas de prevencion educativos, mencionando el estudio de Allison Gandhi, E.Murphy- Graham et alt. “The devil is in the retail: Examining the evidence of “proven”school-based drug abuse prevention programs,”, Evaluation Review, 31, 2007, 43-74. Los efectos son muy escasos a los cinco años.  Un artículo anterior en el que ya se señalan algunas deficiencias claras de los programas supuestamente efectivos es el de Anthony Petrosino, “Standars for evidence and evidence for standars: The case of school-based drug prevention”, Annals of the American Academy of Political & Social Sciences, 597, 2003, 180-207.  Ghandi y colaboradores creen que el poco éxito está en la desconexión. Seguimos la política de realizar multitud de pequeños programas en muchas escuelas, pero en clara desconexión con otras actividades dentro de la sociedad o de los barrios. “No podemos esperar que la implantación de pequeños programas tengan grandes efectos. Sería preciso que los Estados implantaran programas a gran escala que reunieran los esfuerzos de muchas instituciones, para que hubiera efectos sólidos en la prevención del abuso de drogas”. El desarrollo del pensamiento crítico es una de las grandes herramientas de prevención (190)

Para poder mejorar los programas preventivos es necesario conocer sus bases pedagógicas y sus métodos didácticos. Estos  proyectos  educativos de prevención pueden dividirse en “programas informativos” y “programas educativos”, que aspiran a la formación de la personalidad. Aquellos son específicos, es decir, su objetivo es prevenir el abuso de alcohol a partir del conocimiento de sus efectos nocivos, mientras que estos son inespecíficos y pretenden aumentar los recursos personales de adolescentes y jóvenes para que sepan tomar las decisiones acertadas respecto al consumo de alcohol y de sustancias tóxicas, y a otras conductas de riesgo. Una gran parte de los programas educativos existentes son meramente informativos. Pretenden cambiar el comportamiento mejorando la información, es decir, dando a conocer los peligros del consumo de alcohol. Sin embargo, la percepción del riesgo en esas edades es muy débil, por lo que la eficacia de estos programas es muy reducida (SCHELEGEL & NORRIS 1980, PICKENS, 1985). Así lo confirma el informe Anual 2003 del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, que afirma claramente: “Se ha demostrado que los planteamientos puramente informativos y sin estructura carecen de efectividad”. Se ha llegado incluso a pensar que podían tener un efecto contrapreventivo (GOODSTADT 1978, PICKENS 1985). Al menos parece comprobado que los adolescentes que consumen más alcohol no son los que tienen menos conocimientos sobre sus efectos negativos (PONS, 2001).

Para conseguir una eficacia mayor se han buscado otros enfoques pedagógicos basados en el fortalecimiento de las competencias personales, lo que he llamado “educación de la personalidad”. Hansen publicó en 1992 un estudio en el que mostraba que los programas basados en la formación de habilidades sociales y habilidades para la vida eran mucho más eficaces que los centrados en la información (HANSEN, W. B, 1992). Un meta-análisis posterior de 207 programas escolares de prevención, publicado en el año 2000 y dirigido por Nancy S. Tobler, demostró que los programas más eficaces son los que implican un cambio del sistema de vida, en segundo lugar los de habilidades para la vida y en tercer lugar los programas de influencia social (TOBLER, 2000). Hay también evidencia de que las “habilidades para la vida” cuando se incorporan a una enseñanza acerca de la salud y los estilos de vida, pueden ser útiles para favorecer el cambio de conducta (BOTVIN, GRIFFIN, DIAZ &  IFILL-WILLIAMS 2001; BOTVIN, & KANTOR, 2000)

La Organización Mundial de la Salud (SALLERAS 1985) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS 2001) han adoptado el modelo de habilidades para la vida como una estrategia prioritaria para la salud escolar en muchas regiones del planeta. La OPS las organiza en tres niveles. (1).- Habilidades para manejar emociones: autocontrol, estrés, etc. (2).-  Habilidades sociales e interpersonales: comunicación, habilidad de negociación/rechazo, cooperación, empatía. (3).- Habilidades cognitivas: solución de problemas, comprensión de consecuencias, tomas de decisiones, pensamiento crítico.

El interés hacia estas estrategias  ha sido reforzado por tres cambios importantes en la psicología educativa. El primero de ellos es el auge de la “educación del carácter” como objetivo educativo. El segundo, la aparición de una nueva corriente psicológica y pedagógica –la Psicología Positiva y la Pedagogía positiva- y la tercera, el triunfo de las tendencias contextuales y ecológicas en psicología. Estos cambios fueron simultáneos e interactuaron entre sí.

              1.- Educación del carácter. La Educación del carácter pretende formar ciudadanos competentes para ejercer una libertad responsable, y llevar una vida guiada por normas compartidas de convivencia. (LICKONA, 1991) Integra, pues, competencias psicológicas y valores éticos. Pretende que los adolescentes y jóvenes adquieran una autonomía inteligente. (HERNANDEZ SAMPELAYO, 2007). Uno de los objetivos de este tipo de formación es “llevar una vida saludable” (BOHLIN, FARMEN, RYAN, 2001). Por oposición a “temperamento”, que es innato, “carácter” hace referencia a la personalidad aprendida, a un conjunto de hábitos intelectuales, afectivos y morales que configuran la personalidad.

2.- La Psicología Positiva.– En 1996, Martín Seligman fue nombrado presidente de la American Psychological Association (APA), y en su discurso inaugural propuso que la psicología debía encargarse de estudiar y fomentar las fortalezas humanas, sus recursos y virtudes. Apelaba así a una “psicología positiva” que debía elaborar una “ciencia de la prevención”. Desde entonces, los movimientos pedagógicos en torno a la educación positiva de los jóvenes han elaborado planes educativos para protegerlos  de conductas de riesgo o de enfermedades como la esquizofrenia y la depresión. En 1998, la prevención fue  el tema del Congreso de la APA. Su tema era ¿cómo prevenir la drogadicción, la esquizofrenia, la violencia? “Cincuenta años de experiencia –escribe Seligman- nos dicen que el modelo de la enfermedad no nos acerca más a la prevención de esos problemas. Por el contrario, los mayores éxitos en la prevención se han conseguido mediante una perspectiva enfocada hacia la construcción de competencias, no a la corrección de debilidades. Hemos descubierto que hay algunas energías que actúan como amortiguadores  contra la enfermedad mental: el valor, la esperanza, el optimismo, las habilidades interpersonales, la fe, etc. Muchas de las tareas de prevención en el nuevo siglo consistirán en crear una ciencia de las energías humanas cuya misión será comprender y averiguar cómo alimentar esas virtudes en la gente joven.” (SELIGMAN, 2002, PETERSON & SELIGMAN 2004).

3.- La psicología contextual. Por otra parte, los estudios de psicología contextual  llamaron la atención sobre la necesidad de comprender la conducta y la educación en su relación con el entorno (BRONFENBRENNER, 1979). La relación con sustancias tóxicas –incluido el alcohol- es una moda cultural, y, como todas ellas,  ejerce una poderosa presión sobre los individuos. Los jóvenes asimilan modelos sociales de comportamiento, creencias y expectativas básicas, que se convierten casi en fuentes normativas. Además, en cada momento cultural se configuran “sistemas sociales invisibles”, ideologías ocultas, que promueven pensamientos y deseos que parecen espontáneos y sin embargo son socialmente suscitados. Por ejemplo, el sistema de mercado opulento necesita fomentar, con todas las estrategias de seducción que la publicidad domina, un sistema de deseos urgentes, de inmediata satisfacción, y este fenómeno forma parte del “sistema social invisible” que incita al consumo de sustancias peligrosas (MARINA 2007). Por lo tanto, los planes preventivos a través de la educación  han tener en cuenta junto a la educación directa dirigida a los individuos, la educación indirecta ejercida a través de las creencias y hábitos del entorno. Una “prevención a través de la cultura” debe completar la “prevención a través de la educación”. No sólo tienen que aumentar las competencias personales, sino también fomentar los factores sociales de protección y reducir los factores sociales de riesgo. La educación del carácter y la psicología positiva atienden fundamentalmente al primer aspecto, la pedagogía contextual, al segundo.

De la unión de las tres teorías  ha surgido un interesante enfoque educativo psicosocial, una pedagogía positiva atenta al entorno, de la que surgen los  programas de desarrollo positivo de los jóvenes (Positive Youth Development, PYD), que aspiran a desarrollar los recursos internos y de los recursos proporcionados por el contexto (SILBEREISEN y LERNER, 2007; LERNER Y STEINBERG; DAMON 1997)

Estas investigaciones han puesto de relieve una de las razones del escaso éxito de los métodos clásicos de prevención. Los tratamientos médicos han rechazado el “modelo moral”, que consideraba el alcoholismo como un pecado o un vicio, para considerarlo una enfermedad. Este marco no sirve para el diseño de intervenciones preventivas (LINDSTRÖM, 1992). No es una enfermedad lo que estamos intentando evitar, sino conductas que producen problemas personales, sociales y morales, y que en algunos casos, sólo en algunos casos, producen patologías. Es importante subrayar que, según el Instituto de medicina de EEUU, la mayor parte de los problemas provocados por el alcohol implican a personas que no son adictas a él, sino que lo consumen en exceso en algunas ocasiones (IOM 1990). La motivación fundada sólo en el cuidado de la propia salud es, en último término, un motivo hedónico individualista,

que desaparece en cuanto entra en juego otro motivo hedónico más fuerte, y que, además, forma parte del “sistema social invisible” que incita al abuso del alcohol. La relación del consumo de alcohol con los accidentes de tráfico o con la violencia es un ejemplo claro de la dimensión ética del problema. En la actualidad, vuelve a reflexionarse sobre las relaciones entre moralidad y salud mental, considerándose que un enfoque meramente psicológico, centrado en la educación emocional y marginando el aspecto  ético de los problemas del comportamiento, no permite una comprensión completa de la conducta humana (MARTIN, 2006). Ahora bien, para que este argumento sea válido hay que recuperar un exacto concepto de la moral. La moral no es un sistema normativo misterioso o transcendente, sino  el conjunto de soluciones más inteligentes que hemos descubierto para resolver los problemas que afectan a la felicidad personal y a la dignidad de la convivencia. Por eso, es lógico que la psicología se interese cada vez más por la relación entre conducta y valores morales (DAMON 1998). Tratados como Moral Psychology, dirigido por Walter Sinnott-Armstrong, o The Ethical Brain, del neurólogo Michel S. Gazzaniga son reveladores de este cambio (SINNOT-AARMSTRONG 2008;  GAZZANIGA 2005 ).

Otra de las razones del poco éxito de las campañas es el fracaso de la “prevención a través de la cultura”. Muchos de los componentes de la llamada cultura posmoderna fomentan comportamientos de riesgo, como acaba de poner de manifiesto un reciente estudio realizado por la Fundación de ayuda contra la drogadicción (FAD 2009). En España, por ejemplo, hay una gran tolerancia hacia los consumos excesivos de alcohol, por lo que parece prioritario fomentar la intolerancia hacia ellos. No se trata de demonizar el alcohol, sino de rechazar socialmente la bebida irresponsable. Las campañas de seguridad en el tráfico intentan disminuir el número de conductores con altas tasas de alcohol, pero el rechazo social debería ser la fuerza más determinante contra esas conductas. La creación de la figura del “bebedor pasivo”, -es decir, de aquel que no consume en exceso pero cuya seguridad está amenazada por quienes sí lo hacen-  podría ser una medida útil, como lo fue en las campañas antitabaco, pero todas las iniciativas que se han emprendido no han obtenido buenos resultados. Un acercamiento prometedor es el “Social Norms Marketing” que intenta cambiar las percepciones de la gente joven acerca de cuanto beben o no los jóvenes.  Las normas sociales son los estándares de conductas aceptables que prevalecen en una comunidad.  El objetivo es utilizar las técnicas de marketing para cambiar la conciencia, las actitudes y la conducta. Por ejemplo, la mayoría de los universitarios tienden a sobreestimar lo que beben sus compañeros. Corregir esas falsas percepciones puede reducir el heavy drinking. El programa también ha sido adaptado para los estudiantes de secundaria (PERKINS 2003).

 

 

 

 

2.- Un modelo integral de prevención educativa

 

Las estrategias educativas no son infalibles ni todopoderosas. Sólo aumentan la probabilidad de que los educandos adquieran los conocimientos y comportamientos adecuados. Para aumentar esa probabilidad es necesario potenciar los factores de protección, y disminuir los factores de riesgo. Los recursos personales promovidos por la educación (incluida la información adecuada) son factores de protección. Pero no son los únicos. Numerosas investigaciones han demostrado la influencia positiva de factores concretos: preocupación por la salud (MARTINEZ-GONZALEZ y  ROBLES, 2001), respeto a las normas (SCHWART, 1996), valores prosociales (HANSEN, 1992),  interés por el deporte (DONATO 1994), preocupación por la convivencia (KUBICKA 2001), valores transcendentes (ROEHLKEPARTAIN, E.C., KING,P.E., WAGENER, L. & BENSON, P.L. 2006), un temperamento resiliente, una orientación social positiva, buenas capacidades cognitivas (RADKE YARROW & SHERMAN 1990), las relaciones de apoyo mutuo, y la vinculación afectiva con los cuidadores desde la niñez (WERNER & SMITH 1992). Se ha comprobado que “los lazos sociales fuertes con adultos prosociales inhiben el abuso de las drogas” (HAWKINS, KOSTERMAN, MAGUIN, CATALANO & ARTHUR 1997), la importancia de comportamientos prosociales para un desarrollo positivo (EISENBERG & MORRIS 2004).

Para promover estos factores de protección social se están poniendo en marcha Programas de Desarrollo Positivo de los Jóvenes, que trabajan con los siguientes constructos (u objetivos pedagógicos): promover los lazos sociales y la resiliencia, promover la competencia social, emocional, cognitiva-conductual, y moral, desarrollar la capacidad de autodeterminarse, promover la espiritualidad, favorecer la auto-eficacia, formar una identidad clara y positiva, favorecer la confianza en el futuro, promover el reconocimiento del comportamiento positivo, proporcionar oportunidades para la implicación en actividades prosociales, promover las normas sociales, educar en la satisfacción vital y las fortalezas del carácter. Catalano y Toumbourou  han analizado 25 programas de desarrollo positivo de los jóvenes, que aumentaban los siguientes recursos preventivos entre sus participantes:

 

  1. Mejoras de la competencia emocional: autocontrol, tolerancia la frustración, empatía, expresión de los sentimientos.
  2. Mejoras de la competencia social: habilidades interpersonales, asertividad, eficacia personal en el rechazo al consumo de drogas, adaptación y afrontamientde los problemas en el grupo de amigos, mejor aceptación de la autoridad, mejores relaciones interraciales.
  3. Mejoras en la competencia cognitiva: toma de decisiones, resolución de problemas, mejores hábitos de salud, mejores prácticas de protección en las relaciones sexuales.
  4. Mejor vinculación afectiva y comunicación con los padres.
  5. Mejor aceptación de las normas prosociales sobre el consumo de drogas.
  6. Mejores resultados escolares, más sentimientos de pertenencia a la escuela, más regularidad de asistencia a clase y menos fracaso en secundaria, y más probabilidad de seguir los estudios superiores.
  7. Mayor participación en actividades cívicas y mejor uso de los servicios sociales.

Los programas que han tenido más éxito (PATHS, Adolescent Transition Program, Child Development Project, Life Skills Training, Social Competence Promotion Program, Growing Healthy, Project ALERT y otros) tienen como objetivo desarrollar al menos cinco de estos factores de protección (CATALANO, TOUMBOUROU 2009). Faltan, sin embargo, por realizar estudios longitudinales para demostrar su eficacia a largo plazo (VAILLANT, 2000).

Se va consiguiendo un acuerdo básico y amplio de los investigadores sobre los factores de protección.  Silberesisen y Lerner han identificado 40 (veinte internos, educativos; y veinte externos, contextuales, sociales).

Los recursos internos son: (1) Logro y motivación en la escuela, (2) participación activa en el aprendizaje escolar, (3) Tareas de casa a las que dedica al menos una hora al día, (4) Vínculos afectivos con el colegio, (5) Leer por el placer de leer, (6) Cuidar y ayudar a otras personas, (7) Dar importancia a la igualdad y a la justicia social, (8) Integridad, (9) Honestidad, (10) Responsabilidad, (11) Autocontrol  (12)  Planificar y tomar  decisiones, (13) Competencia interpersonal (empatía, sensibilidad, habilidades para las relaciones sociales), (14) Competencia cultural (se siente bien y sabe convivir con personas de otras culturas), (15) Habilidades de resistencia (a la presión negativa del grupo), (16) Resolución pacífica de los conflictos, (17) Poder personal (tiene control de lo que sucede), (18) Autoestima alta, (19) Sentido de la vida, (20) Visión positiva de su futuro personal.

Los factores sociales, que tienen también gran relevancia educativa,  son: (1)  Apoyo familiar, (2) Comunicación familiar positiva, (3) Relaciones con otros adultos que dan apoyo, (4) vecindario que cuida, (5) entorno escolar que cuida y ama, (6) Padres que participan en la escuela, (7) Comunidad que valora a los jóvenes, (8) Jóvenes que realizan funciones en la comunidad, (9) Servicio a los demás, (10) Seguridad, (11) Limites familiares (Normas, consecuencias y supervisión), (12) Límites escolares, (13) Límites en el vecindario, (14) Adultos que son modelo de comportamiento responsable y positivo, (15) Influencia positiva de los amigos, (16) Altas expectativas (animarles a hacerlo bien), (17) Actividades creativas, (18) Programas para jóvenes (deportes, clubs, organizaciones escolares o juveniles), (19) Comunidades religiosas, (20) Pasar suficiente tiempo en casa.

Se ha estudiado la relación entre estos recursos y la incidencia de conductas de riesgo mediante encuestas a 150.000 alumnos de Secundaria (6º a 12º grado), en 202 ciudades de EEUU. En lo referente al consumo de alcohol, tomando como referencia haber bebido tres veces o más en el último mes o haberse emborrachado en las dos últimas semanas, los resultados son:

Ha bebido el 45% de los chicos y chicas que tienen entre 0 y 11 recursos en total, de la lista anterior; el 26% de los que poseen entre 11-20 recursos; el 11% de los que posee 21-30 recursos, y el  3%  de chicos y chicas con 31-40 recursos (SILBERESISEN & LERNER, 2007)

Esta relación tan copiosa y variada de factores de protección nos indica que los programas educativos han de ser muy amplios y multidimensionales, implicando a todo tipo de agentes educativos, formales e informales (AMMERMAN & HERSEN 1997). Los programas basados sólo en la escuela no tienen una eficacia clara. Por ejemplo, la evaluación del  programa “Healthy School and Drugs”, implantado en el 70% de las escuelas holandesas, dirigido a adolescentes de entre 12 y 15 años, en el que participan alumnos, padres y responsables de los servicios de salud, resultó un fracaso (ENGELS & VAN DEN EIJDEN 2003).

 

3.- REVISIÓN DE LOS PROGRAMAS EDUCATIVOS APLICADOS EN ESPAÑA.

 

Mientras no indiquemos lo contrario, al hablar de programas educativos, nos referimos a programas formales, y sólo dedicaremos un breve apartado a la educación informal, es decir, a aquella que se ejerce sin planificación previa. Los programas son elaborados por la Administración Pública, ONGs, departamentos universitarios e investigadores independientes, van dirigidos a padres, profesores y alumnos, y los principales agentes educativos son las familias, los centros escolares  y los municipios.

A.- Planes educativos dirigidos a las familias.

Las actitudes de los jóvenes hacia el alcohol están muy influenciadas por los hábitos paternos y por el tipo de educación que éstos ponen en práctica.  La estructura de la familia es importante en el desarrollo de las conductas sociales, y los adolescentes que tienen un fuerte apoyo familiar tienen menos problemas. “Aprender a beber en casa” es un buen título para una campaña educativa. La abstinencia total no parece ser un objetivo accesible, por lo que es mejor centrarse en el uso sensato del alcohol. La gran influencia de las familias hace conveniente establecer planes para que los padres sepan cómo actuar para prevenir estas conductas de riesgo. (BUELGA y MUSITU, 2006; KUMPFER, 2003; PEREZ ARROSPIDE 1998; PINAZO y PONS, 2002). Sin embargo, el 43% de los padres españoles reconoce que no sabe cómo educar a sus hijos (ELZO, 2006). Por eso es importante ayudar a que los padres desarrollen sus competencias educativas (BORNSTEIN 2002, GOTTMANN 1997). Los manuales sobre “Parenting” tienen cada vez más éxito, y lo mismo sucede con las “escuelas de padres” (KOSTERMAN, HAWKINS, SPOTH, HAGGERTY y ZHU, 1997). Los padres que supervisaban las actividades de sus hijos, que comunicaban expectativas claras sobre el comportamiento, proporcionan refuerzo positivo a los comportamientos deseables cuando sus hijos tenían 12 o 13 años, encontraron que sus hijos tenían menos probabilidad de consumir alcohol a la edad de 14 o 15 años. La buena gestión de la familia era, por lo tanto, un factor de protección importante contra el uso temprano del alcohol” (HOUGHTON,  E. y ROCHE, 2001,43).

Hay algunos programas de prevención familiar que merece la pena mencionar, como el elaborado por la Fundación de Ayuda Contra la Drogadicción. Es un programa para padres con hijos de cero a dieciocho años, que participen en las Asociaciones de Madres y Padres de centros educativos. El objetivo es explicar por qué se produce el abuso de alcohol y enseñar a los padres cómo intervenir para prevenirlo. Se enmarca dentro de la educación para la salud. Pretende enseñar a los padres a fomentar los factores de protección y reducir los factores de riesgo. (FAD 2009)

La Fundación Alcohol y Sociedad ha elaborado también un plan de Escuelas de Familias. Ofrece a padres y madres herramientas que les ayuden a abordar situaciones cotidianas relacionadas con la educación de sus hijos e hijas, así como una información rigurosa sobre el alcohol y la adolescencia. La metodología consiste en sesiones estructuradas de un modo teórico-práctico. La Fundación Proyecto Hombre también ha elaborado programas dirigidos a las familias.

La prevención familiar es uno de los ámbitos en el que los Planes Autonómicos de Drogas centran gran parte de sus esfuerzos. Según los datos aportados por las Comunidades y Ciudades Autónomas que han enviado información al respecto al Plan Nacional Sobre Drogas, 84.346 padres y madres han participado en programas de este tipo. En la web informativa del Ministerio de Sanidad hay abundante información. Como por ejemplo estas guías para padres: a) “Habla con tus hijos”, bajo el lema “No siempre son los hijos de los demás quienes que emborrachan”, b) “Habla con ellos, ayuda a tus hijos a no tener problemas con el alcohol”, c) una guía sobre “A quien acudir”, que explica además qué tratamientos se pueden recibir, d) Una guía sobre el botellón, “Los padres y madres ante el botellón. Guía práctica para la diversión sana de los hijos”, e) y otras guías que en su conjunto dan una visión muy completa del problema y ofrecen muchas soluciones, junto con listados de recursos en Internet y otras páginas web.

Las Escuelas de Padres, las charlas formativas, la distribución de materiales, los servicios de orientación y asesoramiento y algunos cursos con bajo nivel de exigencia son las actuaciones más frecuentes en este tipo de prevención. Algunas de estas actuaciones incluyen intervenciones conjuntas con hijos, por ejemplo las desarrolladas en Castilla y León, que las incluye en todos los programas de prevención familiar que aplica. Si bien los contenidos que más se trabajan en los programas de prevención familiar son de tipo genérico sobre la comunicación entre padres e hijos y la potenciación de habilidades con los hijos frente a las drogodependencias en general, se viene apreciando la aparición cada vez más extendida de programas familiares específicos para la prevención del consumo de sustancias concretas como el alcohol o el cannabis (SECADES, 1997).

Estos programas familiares forman parte de la prevención del uso indebido de drogas, enmarcada en una estrategia más global de promoción de la salud y el bienestar, lo que constituye el objetivo prioritario del Plan Nacional sobre Drogas. A la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, como máximo órgano responsable de la ejecución del Plan, le compete definir una política estratégica global que, desde el consenso, posibilite la estabilidad de los programas y actuaciones preventivas, su constante evaluación y su progresiva mejora. Las Comunidades Autónomas, en colaboración con las Administraciones Locales, tienen la función de planificar y ejecutar unas adecuadas políticas autonómicas y locales en esta materia, así como sus correspondientes apoyos financieros y técnicos. La prevención persigue básicamente: A) Sensibilizar y movilizar a la sociedad para generar una cultura de rechazo a las drogas mediante el fomento de sus propios valores y recursos. B) Informar y educar a nuestros ciudadanos, especialmente niños y jóvenes, para que desarrollen estilos de vida positivos, saludables y autónomos. En la consecución de estos objetivos tienen que trabajar de forma coherente e integrada las distintas Administraciones, las organizaciones sociales, los padres y educadores, los medios de comunicación y, en suma, la sociedad en su conjunto. Ponemos dos ejemplos concretos de cómo se están llevando a cabo estos planes con las familias:

JUNTA DE ANDALUCIA. La prevención en el ámbito familiar se realiza a través de talleres para padres y madres, que trabajan los siguientes temas: ser madres y padres, comunicación, normas y límites, valores y medios de comunicación, autoestima, resolución de conflictos, ocio y tiempo libre, relaciones entre familia y escuela. Cuenta con un manual para el personal técnico y fichas para los padres y madres. Se organizan a través de los trabajadores sociales.

NAVARRA. Prevención Familiar dirigida a todas las familias con y sin factores de riesgo. Enseña modelos de hábitos de vida sanos (escaso consumo de drogas legales e ilegales), el clima afectivo positivo, la adecuada educación normativa (normas, supervisión, control…). Se analiza el ocio, el espacio para compartir actividades, las aficiones… Se entrenan habilidades para abordar con los hijos/as el tema de drogas. Se realiza a través de escuelas de padres y asociaciones de padres, con apoyo para familias con problemas concretos. Hay planes parecidos en Cantabria y en ciudades como Zaragoza.

Estas iniciativas no tienen mucha eficacia porque el índice de participación es escaso. Por esa razón mis colaboradores y yo iniciamos hace dos años una experiencia novedosa, utilizando las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Se trata de una UNIVERSIDAD DE PADRES on-line. En ella hemos elaborado unos programas educativos que nos permiten acompañar a los padres que lo deseen desde el último trimestre del embarazo hasta los 16 años. Los padres se matriculan de acuerdo con las edades de sus hijos. Cada curso dura diez meses, y tiene una parte teórica y una parte práctica tutelada por tutores. Hemos elaborado un programa ambicioso, que pretende integrar todos los factores de protección cuya eficacia está comprobada. Los programas pretenden entrenar a los padres para que adquieran la competencia necesaria para fomentar en los hijos seis grandes recursos: (1).-  Una visión de mundo veraz, amplia, rica en intereses y valores, y llena de posibilidades. (2).- Habilidades cognitivas y creativas, pensamiento crítico, resolución de problemas. (3).- Tono vital optimista, activo y resiliente. (4).- Educación para la libertad y la responsabilidad. Virtudes de la acción. Autocontrol. Toma de decisiones. Educación moral. (5).- Comunicación y habilidades lingüísticas. (6).- Talento para la convivencia. Habilidades sociales. Compromiso cívico. Sentimientos prosociales. (www.universidaddepadres.es). Una característica de estos programas es que da importancia no sólo a la formación afectiva o intelectual, sino también a la educación moral, en la que los padres deben intervenir de manera prioritaria (EISENBERG  2002). Desde el año 2008 se han impartido los programas correspondientes a padres con hijos entre 0 y 10 años, y se proyecta poner en funcionamiento la totalidad del programa (hasta los 16 años) en el curso 2010-2011, con cuatro mil alumnos. Hasta este momento, la fiabilidad del programa se basa en meta-análisis de las investigaciones previas acerca de cada una de los factores de protección seleccionados. A partir del año 2011 comenzarán los estudios de evaluación. El énfasis se hace en la responsabilidad. El consumo de alcohol queda rigurosamente rechazado cuando altera la responsabilidad del bebedor, su capacidad de controlarse, su rapidez de reflejos. No hay que demonizar el alcohol, sino los efectos que produce la pérdida de la responsabilidad. El año2009, la Universidad de Padres firmó un convenio con la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, para que esta difundiera una versión de los programas educativos dirigida más específicamente a la prevención de consumos excesivos.

B.- Planes escolares

En el Sistema Educativo Español  no se trata el tema del consumo de sustancias tóxicas y de sus peligros dentro de los currículos, sino a través de actividades paralelas (tutorías, charlas sobre educación para la salud, etc.). Sin embargo, la nueva ley de educación (LOE) ha incluido en todos los niveles educativos una nueva asignatura, la Educación para la Ciudadanía, en la que tienen cabida parte de los contenidos de una educación preventiva basada en la responsabilidad, la formación de la personalidad, la inteligencia emocional y los valores morales. Como ha sucedido en otros países, la implantación de esta asignatura ha sido muy controvertida, y es aún demasiado reciente para poder evaluar su eficacia.

Desde el Plan Nacional de Drogas, o desde diferentes Fundaciones dedicadas a la prevención, se han elaborado buenos programas para utilizarse en las aulas, pero que suelen encontrarse con graves dificultades para su implantación, al no estar incluidos dentro de los currículos oficiales. Se imparten como actividades extraescolares o dentro de las tutorías.  Para impartirse a través de ellas, la FERE (Federación de Religiosos de la Enseñanza), de la que forman parte más del 40% de los centros escolares españoles, ha elaborado un programa bien estructurado (BAUTISTA & SAN JOSE  2006).

La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción  ha elaborado el programa PREVENIR PARA VIVIR. Es un programa escolar muy amplio, que se puede ir realizando con los alumnos durante los seis cursos de Primaria y los cuatro de Secundaria. Pretende ser un programa formativo universal e inespecífico para fomentar los factores personales de protección. Objetivos específicos son: a) Afectividad: aumento de la autoestima de los alumnos, incremento de la capacidad de empatía, mejora de la expresión emocional, b) Desarrollo intelectual: actitudes positivas hacia la buena salud, aumento del autocontrol, mejora de las habilidades de toma de decisiones, evitar las visiones positivas del consumo de drogas, c) Desarrollo social: mejora de las habilidades sociales, aumento de las habilidades de oposición (decir no) y fomento de las habilidades de autoafirmación.

La Fundación Alcohol y Sociedad ha puesto en marcha un ambicioso proyecto educativo a través de las escuelas, que tiene como objetivo aportar soluciones realistas y prácticas. Es un programa en tres niveles, que se ofrece a orientadores o directamente a las familias:

–    Programa pedagógico Adolescencia y Alcohol; programa de prevención respaldado por la Universidad de Barcelona. Se realiza en las aulas desde el año 2001, está dirigido a alumnos de secundaria y bachillerato y está obteniendo buenos resultados. Son sesiones teóricas y prácticas impartidas por monitores de esta Fundación en las que informan a los alumnos sobre todos los problemas que provoca el consumo de alcohol. Hay una guía para los alumnos, otra para los profesores y otra para las familias. Recomiendan que se incluya de manera transversal en los ciclos de enseñanza secundaria y bachilleratos en cursos alternos, de manera que se convierta en un programa estable en estos niveles.

– Programa pedagógico “Las Caras del Alcohol”: Tiene una página web – www.lascarasdelalcohol.com – con la que consiguen llegar a los alumnos hablándoles en su propio lenguaje. Es una web proyectada a nivel europeo, apoyada por diversas asociaciones de profesores y de organizaciones de familias. Está dirigido a alumnos y alumnas de Secundaria  y se aplica a través del personal docente del cada centro. En todo momento la Fundación realiza un seguimiento vía telefónica o correo electrónico y ofrece al profesorado un soporte para consultas. Además la página es una fuente de información para profesores y familias. En este programa han participado 1.200.000 escolares, lo que da una idea de su envergadura. Se ha realizado una exhaustiva evaluación interna para comprobar la eficacia de los programas e introducir las mejoras necesarias.

El prestigioso Instituto Universitario sobre Drogas, de la Universidad de Deusto, que se creó en 1989 para aglutinar las investigaciones de esta universidad sobre el problema de las drogas, tiene un programa para adolescentes, basado en la escuela, que es el proyecto MOTIBATU. Los Departamentos de Vivienda y Asuntos Sociales y de Educación, Universidades e Investigación del Gobierno de la Comunidad Autónoma del País Vasco han acordado impulsar este proyecto de apoyo a centros educativos de segundo ciclo de ESO y de Primaria, para dotar al profesorado de jóvenes de entre 14 y 19 años de edad, y a los propios centros, de herramientas con las que abordar consumos problemáticos de drogas y sus consecuencias en la adolescencia.

El objetivo final es un programa destinado al alumnado adolescente en situación de vulnerabilidad, que tiene como objetivo general potenciar los factores de protección y reducir los de riesgo que favorecen los consumos problemáticos de drogas. El ámbito natural para su desarrollo es el centro escolar, si bien desde ahí se puede extender a otros ámbitos también importantes como el familiar y social.

El Instituto de la Juventud (Injuve) no es una organización dedicada directamente a la prevención de problemas sociales de los jóvenes, aunque trata de educar en valores como la tolerancia, la convivencia multicultural, el emprendimiento, la participación en la cultura, etc. Incluye el problema del alcoholismo en cuestiones de convivencia social. Dentro de su programa de convivencia y salud, hay una guía que puede consultarse en Internet: “Ganar salud con la juventud”. Informe que analiza la salud y la calidad de vida de la juventud entre los 15 y 29 años, centrándose en temas como la sexualidad, el consumo de alcohol y la salud mental. Además de tratar otros aspectos como la alimentación, las lesiones, el consumo de drogas, la actividad física. Recoge recomendaciones para profesionales y para las instituciones públicas.

Hay numerosísimos programas educativos organizados por la Administración, a través del Plan Nacional de Drogas, de las Consejerías de Educación, Sanidad, Bienestar Social o Juventud, y desde distintas concejalías de los Ayuntamientos.  Adolecen de falta de coordinación y de una evaluación rigurosa acerca de su eficacia. Puede consultarse el listado ofrecido por el citado Plan en la web http://www.pnsd.msc.es/Categoria1/otras/alfab/a_alfabe.htm

La mayor parte de estas ayudas estatales se han dedicado a financiar actuaciones en el ámbito escolar (19%), familiar (16%), profesional (16%) y en los medios de comunicación (15%). La mayor parte de las subvenciones se otorgan a programas que abordan la prevención con las siguientes estrategias de intervención: educación (31%), información y sensibilización (23%) y elaboración de materiales (21%).

 

Todas las Comunidades y Ciudades Autónomas disponen de programas que sus Planes Autonómicos ofrecen a los colegios en colaboración con el sistema educativo. Actualmente hay 47 programas de prevención escolar que han sido validados por los Planes Autonómicos de Drogas, si bien el nivel de implantación y seguimiento es desigual.

C.- La ciudad como protagonista de la educación preventiva

La variedad de actores en las tareas preventivas –padres, docentes, sistema de sanidad, medios de comunicación, fuerzas de seguridad, etc.- recomiendan establecer planes educativos dirigidos a comunidades enteras. Puesto que el consumo es un fenómeno cultural y social, y teniendo en cuenta las investigaciones de la “psicología en contexto” o de la “pedagogía ecológica”  parece evidente el interés de hacer planes educativos que tengan como protagonista la ciudad, el municipio, es decir, el entorno social inmediato donde viven los adolescentes. Recordaremos de nuevo el proverbio africano: “Para educar a un niño, hace falta la tribu entera”. La movilización de un municipio para rebajar el consumo de alcohol y retrasar su inicio parece la estrategia más adecuada. La educación integradora que incluye a la familia y a la comunidad resulta particularmente efectiva  (ASHERY, ROBERTSON, & KUMPFER, (EDS) 1998; WAGENAAR, MURRAY & TOOMEY 2000).

La educación preventiva en la ciudad se basa en el fomento de los valores personales y cívicos (libertad, responsabilidad, respeto, etc.) (HAWKINS, CATALANO & ARTHUR 2002). Los expertos en este problema social insisten en la relación existente entre los consumos de drogas o de alcohol y unos valores sociales individualistas, agresivos, que enfatizan la libertad desvinculada, el hedonismo, la satisfacción fácil de las necesidades y los deseos. Además, la escuela y la familia suele estar muy debilitadas en los contextos sociales donde con mayor frecuencia aparecen los problemas de drogas.

El meta-análisis de los programas comunitarios para jóvenes ha mostrado que las ciudades deben proporcionar: (1) Seguridad física y psicológica, y prácticas educativas que aumenten las buenas interacciones entre los grupos, (2) Normas y expectativa claras, y controles firmes que sean continuados y predecibles para el adolescente, (3) Relaciones de apoyo y buena comunicación, (4) Oportunidades para integrarse en grupos y participar en actividades comunitarias, (5) Empoderar a los jóvenes, proporcionarles vías para que ejerzan su autonomía, (6) integración de escuela, familia y comunidad.

La importancia de las ciudades como agentes educativos se ha plasmado en numerosas iniciativas, como las “Ciudades Educativas”, “Ciudades Amigas de la Infancia” (patrocinadas por UNICEF), “Ciudades creativas”, y “Ciudades Preventivas”. Marchioni señala que “para transformar una sociedad marginal en una sociedad preventiva tienen que intervenir tres protagonistas: las administraciones, los recursos sociales y públicos, y la participación de la sociedad civil” (MARCHIONI & YARÍA 2005). Es imprescindible recuperar la vinculación social por medio de la cooperación, la responsabilidad, el respeto por la autoridad, la moral, la participación en proyectos colectivos, los valores del civismo, el respeto a los mayores, el esfuerzo para alcanzar metas valiosas. Para “movilizar” la ciudad es necesaria una “fuerte acción social con sus distintas redes de influencia: escolares, organizaciones comunitarias, iglesias, sindicatos, medios de comunicación y de las redes de familias”, afirma Yaría. Este autor considera que la Ciudad Preventiva requiere de varios compromisos ciudadanos:

 

  1. De las políticas lideradas por los Ayuntamientos que reúnan a todos los agentes sociales y organicen la respuesta a los problemas de drogas.
  2. De refuerzo del Capital Social y del Capital Humano de la ciudad: “las normas, valores e ideales compartidos forman parte del complejo cultural que preside el desarrollo de una persona”. Se basa en la capacidad de los individuos para trabajar juntos en grupos u organizaciones, con unos objetivos comunes.
  3. De movilización de las fuerzas positivas de la ciudad: generar modelos cooperativos entre agentes sociales, divulgar la información y formar a los distintos actores de la comunidad, formar redes entre distintos sectores de la ciudad para estimular cualquier actividad que genere capital social y humano.
  4. De pensamiento sistémico: “pensar globalmente y actuar localmente”.

 

Disponemos de algunos ejemplos de actuaciones que han tenido éxito. En estos casos el consumo de alcohol y de drogas está agravado por otros problemas: falta de oportunidades educativas y de empleo para los jóvenes, violencia en forma de bandas juveniles, familias que ya no pueden educar a sus hijos, una sociedad que les margina, etc. Mencionaremos, ante todo, The Harlem Project, uno de los experimentos sociales más relevantes de Norteamérica. Es un proyecto educativo-preventivo que atiende a 8.600 niños que viven en un área de sesenta manzanas del barrio de Harlem (Nueva York). Más de la mitad de estos niños viven por debajo del umbral de la pobreza y tres cuartas partes están por debajo de la media de su edad en cuanto a rendimiento académico. El creador de este proyecto, Geofrey Canada, pretendía desde el principio formar “una red de protección tan estrechamente interconectada que fuese imposible no caer en ella”. El proyecto engloba a varios centros donde niños y adolescentes realizan actividades después del colegio, ya que es en esas horas cuando están expuestos a la violencia de las calles. Actualmente ofrece también educación gratuita en un colegio creado por el mismo proyecto. Todas las actividades son completamente gratuitas, se financian mediante patrocinadores privados y apoyo estatal. Siguen a los niños a los que atienden desde que nacen hasta que cumplen 18 años, y se ocupan de su educación, de los servicios sociales y de la atención sanitaria. Esta auténtica Ciudad Preventiva se denomina “Harlem Children´s Zone”, la zona de los niños de Harlem, donde se llevan a cabo veinte programas preventivos a cargo de 650 profesionales.

Otro ejemplo de un proyecto realizado en una zona conflictiva es Fútbol por la paz. Esta iniciativa surgió de la asociación Contexto Urbano en la ciudad de Medellín (Colombia), donde las peleas entre bandas y el consumo de drogas destruyen por completo las vidas de los jóvenes. Las canchas de fútbol eran el “campo de batalla” de las bandas. Esta asociación organizó un campeonato de fútbol entre jóvenes de diferentes bandas, pero cambiando las normas de juego. Las nuevas normas fueron: los equipos son mixtos, de chicos y chicas; el primer gol de cada tiempo y de cada equipo tienen que marcarlo las chicas; no hay árbitros sino asesores que están fuera del campo de juego y que sólo intervienen cuando hay alguna jugada polémica que los jugadores no logren resolver por si mismos. Todo jugador inscrito en la plantilla juega. Para determinar el resultado final del partido, junto a los goles marcados, cuenta lo siguiente: la tolerancia mostrada por los jugadores, que se saluden entre ellos, la honestidad, la ayuda y la solidaridad, saber ser amistosos, integrar a todos en el juego, no agredir, reconocer y estimar a los demás. Cientos de jóvenes empezaron a jugar en estos equipos, incluyendo chicas, dejando a un lado sus conflictos y en muchos casos cambiando por completo de vida. El programa se ha extendido por toda Colombia y a otros países. El Comité Olímpico Internacional lo ha adoptado como modelo de transmisión de valores a través del deporte. Tanto en Bogotá como en Medellín se han llevado a cabo ambiciosos programas de educación ciudadana (COPPINI y MANITO  2008). Posiblemente, la experiencia más completa que se ha hecho de “Ciudades preventivas” tuvo lugar en Buenos Aires, durante los años 1993 y 2000 (MARCHIONI & YARIA  2005)

En España se han hecho algunos ensayos de “prevención ciudadana”, en Carmona (Sevilla), Arona (Tenerife), Almonte (Huelva), San Adrián del Besós (Barcelona), Ribeira (La Coruña). Ha habido también planes comunitarios financiados por el Plan Autonómico de Prevención de Toxicomanías de la Xunta de Galicia. Durante los años 2006-2009 se desarrolló el Plan Municipal de Prevención de Valdemoro (Madrid). Es un plan que interviene en los ámbitos escolar, familiar, del tiempo libre, de la educación de calle, de la comunicación social, de la comunidad. En Barcelona se ha llevado a cabo un programa de Educación para la Salud, una intervención multidisciplinar en las escuelas, el servicio de salud y la vía pública. Participan además otros profesionales de la salud, sociólogos, abogados, periodistas y asociaciones de familiares de niños enfermos y del Consell de la Joventut de Barcelona. Han seleccionado, a partir de un estudio, los problemas de salud que se deben al estilo de vida y que por tanto son educables: sedentarismo, accidentes en la vía pública o en las viviendas, consumo de sustancias que crean adicción, salud sexual y educación de niños enfermos. Una característica particular de este proyecto es que considera a los propios jóvenes como promotores de la salud entre sus compañeros, contando con la fuerte influencia que el grupo tiene durante la adolescencia. Para lograrlo, trabajan en dos redes donde suelen reunirse los jóvenes de Barcelona: centros deportivos y asociaciones juveniles.  En algunos municipios se han puesto en marcha programas de ocio alternativo (Valladolid, Madrid, Granada, etc.)

La conclusión de nuestro estudio es que en España se están poniendo en práctica una multitud de planes educativos para la prevención del abuso de alcohol y de otras conductas de riesgo, sin que tengamos una evaluación rigurosa de sus resultados. La  escasez de datos fiables dificulta la labor de pedagogos sociales y diseñadores de políticas de educación preventiva. Aunque los materiales teóricos suelen ser de buena calidad, la puesta en práctica tropieza con la falta de cauces apropiados, el desinterés de muchos padres y de muchos docentes. Existe una gran dispersión, descoordinación e incluso solapamiento de muchos de estos programas, lo que sin duda limita su eficacia.

5.-Un nuevo campo poco conocido

No podemos terminar un estudio sobre los comportamientos juveniles, sin hablar de las nuevas formas de socialización fomentadas por las nuevas tecnologías, en especial, las redes sociales. La facilidad de conexión y su bajo coste favorecen su utilización para la convocatoria de actos –macrobotellones, por ejemplo-, y para la constitución de grupos o tribus con cualquier propósito. Pero ¿están dando lugar a un nuevo tipo de inteligencia social, distribuida, “mente en colmena”, “sociedad de mentes”? (KERCKOVE, 1999) En el caso que nos ocupa, ¿qué influencia pueden tener las redes sociales para fomentar los consumos abusivos de alcohol o, al contrario, para ser utilizados como elemento de prevención educativa?

Conviene distinguir dos tipos de redes (1) Para conseguir un objetivo (2) Para establecer relaciones sociales. Aquellas funcionan con una enorme eficacia, llegando a producir incluso fenómenos emergentes insospechados. Un ejemplo es la Wikipedia. Las redes estrictamente sociales sólo pretenden relacionarse, y en todo caso compartir aficiones. Tienen un éxito colosal, pero al menos los adolescentes españoles no creen que influyan decisivamente en su comportamiento (ELZO). Pueden tener, sin embargo, interés como modo de seleccionar información. Comienza a hablarse de la “economía de la atención”  El exceso de información anula el valor de la información. El recurso escaso es el tiempo. ¿A qué hay que prestar atención, dentro de una oferta tan gigantesca? Aparece el término de “economía de la atención” (Bernardo A. Huberman, director del Laboratorio de Dinámicas de la Información de HP). Los amigos proporcionan la información más relevante, y este aspecto está siendo estudiado por Google, Yahoo, Facebook, y Microsoft, con expertos en antropología, sociología, economía. Los investigadores tratan de averiguar, a través de los patrones de comportamiento en estas redes, en qué amistades confiamos, qué círculos de amigos manejamos – desde los íntimos, a los circunstanciales o profesionales-. Lo hacen con un interés comercial, porque cuando una red social es capaz de averiguar el flujo de influencias entre un grupo de amigos, puede ajustar la publicidad a sus comportamientos. Una primera conclusión es que la gente presta poca atención a sus amistades online, a la mayor parte de ellas, formando círculos más reducidos entre los que sí hay flujo de información. Las compañías quieren saber qué personas permanecen en realidad conectadas entre sí, qué fuerza tiene esa conexión y si hay otras personas en sus círculos (BAKER, 2009).

He señalado dos tipos de redes –la orientadas a la tarea y las orientadas a la relación-, pero se está configurando una tercera posibilidad: la gestión de redes para proyectos personales. En IBM tienen una red social interna, Beehive, en la que 60.000 empleados discuten sobre sus trabajos o comparten información personal, como fotos, etc… Al analizar lo que escribían, los amigos que mantenían en común, los blogs sobre los que comentaban, un equipo de expertos les sugería posibles amigos, y el grupo de usuarios con el que trabajaban añadía de media 3,68 amigos a su red, más de tres veces el grupo de control. De esta manera cada nuevo amigo, en esa red, incluía a un trabajador de IBM en otra esfera de conocimiento y de contacto humano. Son “consejeros” de las conexiones en estas redes. Se trata de gestionar estas redes y encajarlas en el desarrollo de la carrera profesional. Hay compañías que se están creando a base de ampliar sus redes de relaciones, porque estas amistades sostienen el trabajo de cada uno, incluso si se cambia de empresa. Es el caso de LinkedIn, que propone alianzas “ligeras” con estos amigos, que te obligan a mantener al día el contacto, aunque de forma rápida. La amistad, en este contexto, puede ser una plaza del mercado, donde intercambiar favores, crear oportunidades, de manera muy veloz, con poca inversión de gesto y que puede tener una respuesta interesante. En esta plaza del mercado tan grande, una humanidad en redes puede comerciar con información, crear alianzas, hacerse favores, incluso si no consideramos esas redes de manera mercantilista. Algunas entidades financieras están intentando formar redes sociales de inversores, que compartan la información.

En la Universidad de Padres la participación en foros está constituyendo una verdadera comunidad de investigación, y esperamos que la utilización de redes sociales nos permita enlazar a padres y docentes interesados por un mismo tema, o que vivan en la misma ciudad, o que deseen ir al mismo campamento de verano, o que nos informen sobre buenos profesionales en su zona. Las posibilidades son inmensas pero no están aún contrastadas.

 

 

6.- Una propuesta

 

Como hemos visto, se está gastando mucha energía y muchos medios humanos y materiales para poner en práctica programas educativos que reduzcan el consumo de alcohol entre los jóvenes. Los datos nos demuestran que los resultados no concuerdan con los esfuerzos ni satisfacen las expectativas. El estudio de estas experiencias, sin embargo, nos proporciona algunas orientaciones de gran importancia:

1.- La prevención basada en la “educación del carácter”, en el “desarrollo de las fortalezas personales”, y en la capacidad para enfrentarse con los problemas y tomar decisiones, es la que resulta más eficaz  en el ámbito individual. Incluye como hemos visto, una educación en valores morales. Esta prevención tiene como objetivo fomentar una “sabiduría del beber”, es decir, saber disfrutar responsablemente.

2.- La prevención inespecífica debe ser completada con una formación específica, informativa.

3.- La prevención dirigida a personas individuales debe completarse con el aumento de los factores sociales de protección. Por esta razón, son muchos los  agentes que tienen que intervenir en un modelo educativo integral de prevención: familias, docentes, organizaciones sociales, medios de comunicación, iglesias, etc.  El modo más eficaz de organizar todas las acciones dentro de un modelo integrado es elaborar unos planes generales de educación para la prevención del abuso de alcohol a través de los municipios, porque las ciudades tienen la posibilidad de movilizar a toda la ciudadanía. Valorar el buen uso del alcohol, y rechazar rotundamente los excesos, desprestigiando la figura del bebedor irresponsable es una meta prioritaria.

Al comprobar que los planes puestos en marcha no son completos, ni responden a una clara fundamentación psicológica, pedagógica, el equipo que colaboramos en el Proyecto “Ciudades con Talento” (www.ciudadescontalento.es) hemos emprendido la tarea de  elaborar un protocolo de actuación educativa para ser puesto a disposición de los Ayuntamientos, y que consta de los siguientes apartados. Aprovechamos la gran cantidad de investigación que se está realizando, de la que es buena prueba, por ejemplo, la “The Search Institute Series on Developmentally Attehtnive Community and Society”, dirigida por la Universidad de Minneapolis, y publicada por Springer ( KOVNER, 2008; GIL y RHODES, 2006; ECCLES y APPLETON, 2002). El protocolo de actuación de “Ciudades con Talento” consta de los siguientes puntos:

1.- Proyecto de Movilización educativa (PME) dirigido a fomentar los recursos personales y sociales de un municipio, que incluye programas concretos – Didácticas Sectoriales- para cada uno de los agentes sociales: Educación de padres, formación de profesores, orientación educativa en los centros escolares, sugerencias de programas para los medios de comunicación, colaboración con los médicos de familia y el sistema de sanidad en general, programas de colaboración con entidades deportivas, cooperación de las fuerzas de seguridad, el sistema judicial, el gremio de hostelería, las asociaciones de mujeres, jubilados, asociaciones culturales, sindicatos, empresarios, ONGs, etc. La novedad de la propuesta es que el proyecto incluye, a través de las  Didácticas Sectoriales, sugerencias dirigidas a cada agente social para que los mensajes sean coherentes.

2.- El Proyecto debe ser aceptado por el Ayuntamiento que lo presentará a la ciudadanía como un objetivo social y educativo: reducir el consumo de alcohol entre adolescentes y jóvenes, a partir de una evaluación de la situación de partida.

3.- A partir de ese momento, la persona responsable del Proyecto ha de ocuparse de movilizar a todos los agentes sociales relevantes, para presentarles el proyecto y acordar con ellos una actuación conjunta para aplicar las didácticas sectoriales estudiadas por el Plan.

4.- La utilización de las TIC puede permitir establecer un modo de relacionarse los participantes más flexible y rápido, e incluso facilitaría la integración con gente más joven.

4.- A los 3/4 años se volverá a hacer una evaluación de la situación y una redefinición del proyecto.

En este momento ya está concluida la primera fase del PME, y tenemos la esperanza de que su aplicación práctica – en un número reducido de ciudades y para testar el protocolo- será inmediata.

La educación, ciertamente, no puede resolver todos los problemas sociales, pero parece evidente que sin la educación no se puede resolver ninguno de ellos.

 


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