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La cultura como fuerza evolutiva

La evolución humana es tan compleja que el simple juego de mutación/selección natural no parece suficiente. Por eso, se buscan nuevos factores. E.O.Wilson señaló que había una “evolución individual” y una “evolución grupal”. Aquella seleccionaba los rasgos que beneficiaban al individuo y a la difusión de sus genes. Ésta seleccionaba los rasgos que beneficiaban al grupo. El “altruismo”, por ejemplo, pertenecía a esta última clase. David Hare y Michael Tomasello  creen que con el fin de desarrollar el nivel de cooperación necesario para la supervivencia en grupos sociales grandes los seres humanos tuvieron que volverse menos agresivos y menos competitivos. La humanidad puede haber pasado por un proceso de autodomesticación por el cual el grupo marginaba o mataba a aquellos individuos que eran agresivos.  Así se modificó el acervo génico, lo que dio lugar a la selección de los sistemas que controlaban, es decir, inhibían la reactividad emocional como la agresión. El grupo social limitaba la conducta e influía en el genoma. Es la explicación que hemos aceptado en Biografía de la humanidad.

Últimamente se ha despertado un gran interés por el llamado “efecto Baldwin”, una manera de explicar la posible transmisión de los caracteres aprendidos. De esa manera, el aprendizaje se convertía, sobre todo en el caso humano, en una potente fuerza evolutiva. Lo que resulta difícil explicar es como se puede explicar ese fenómeno sin caer en un lamarquismo rechazado por todos. Baldwin consideraba que no se heredaba lo aprendido, sino la capacidad de aprenderlo con más facilidad. Es decir, una vez que apareció el lenguaje, los que eran más rápidos en aprenderlo se fueron imponiendo. El lenguaje actuó como selector cultural.

Hay dos tipos de mecanismos biológicos que pueden dar lugar al efecto Baldwin: la asimilación genética y la construcción del nicho. La asimilación genética permite que “una característica fenotípica, óptima para un entorno, puede incorporarse al genoma dotando de una ventaja selectiva a los individuos que la tienen. Luego pueden permanecer aunque cambie el entorno”. El bucle sería: Actividad con éxito, selección de los que tienen los genes que favorecen esa actividad, control genético de la actividad . Además, la asimilación genética supone que cambios extremos pueden aumentar las mutaciones, para permitir por selección sobrevivir. Waddington probó con moscas de la fruta que a partir de 14-29 generación esos cambios se heredan en ausencia del estresor.

El segundo mecanismo es la “construcción del nicho”. Elemento olvidado que está siendo recuperado por F. John Odling-Smee, Kevin N. Laland y Marcus W.Feldman: “La construcción del nicho modifica constantemente las fuentes bióticas y abióticas de la selección natural y, de ese modo, genera formas de retroalimentación que transforman la dinámica del proceso evolutivo”. David Papineau piensa que el efecto Baldwin explica el aprendizaje social de rasgos complejos. “Supongamos que un rasgo conductual complejo P (p.e. el lenguaje) se aprende socialmente. Eso ejerce presiones selectivas a favor de aquellos genes que mejoran el aprendizaje social de P en los individuos, pero estos genes no tendrían ninguna ventaja selectiva sin la existencia previa de P (el lenguaje), dado que esa cultura es necesaria para que el individuo aprenda P.  Se seleccionan los genes que facilita P precisamente porque P se adquirió con anterioridad a través de aprendizaje social”. Si un grupo social desarrolla una habilidad para cazar en el bosque (P), se irán seleccionando los individuos con condiciones genéticas que favorezcan esa actividad. Pero la actividad de cazar en el bosque debe ser previa. En la discusión de qué es antes, la gallina o el huevo, en este caso la creación cultural es anterior a la genética. Los humanos crean la cultura (P), pero luego la cultura recrea a los humanos. Es el bucle prodigioso. Es la opción que defiende Steven Pinker y también Daniel Dennet.  (Bruce Weber and David Depew (eds) Evolution and Learning: The Baldwin Effect Reconsidered; MIT Press, Cambridge, Mass 2003). En una serie de interesantes investigaciones Sonya Salamon estudió como entendían la vida y su trabajo agrícola los habitantes de pequeños pueblos de Idaho que habían sido colonizados cien años antes por emigrantes europeos en un caso y en otro por americanos venidos del norte, y comprobó notables diferencias. La cultura de procedencia todavía actuaba un siglo después. Nisbett intentó explicar por qué los habitantes del sur de Estados Unidos eran más proclives a resolver sus conflictos por la violencia. La respuesta en todos esos estudios fue que el factor diferenciador era la cultura, su “nicho cultural”.

“La construcción del nicho modifica constantemente las fuentes bióticas y abióticas de la selección natural y, de ese modo, genera formas de retroalimentación que transforman la dinámica del proceso evolutivo”

Un caso claro de influencia de la cultura en el genoma es el aprendizaje de la tolerancia a la lactosa por los adultos, que no se dio hasta que la domesticación de los animales proporcionó una fuente nutritiva segura, como es la leche. Hay muchos casos más. En la India, los fuertes prejuicios tradicionales que desaconsejan a los miembros de una casta a relacionarse con los de otras han tenido como consecuencia una diferenciación genética muy apreciable (REICH, D. Et alt. “Reconstructing Indian population history”, Nature,2009, CCCCLIX, 480-494). Los caníbales de Borneo han desarrollado alelos que contrarrestan los priones corrosivos que atacan al cerebro, de lo contrario se volverían locos con solo probar los sesos humanos (Mead, S.. et alt.- “A novel protective prion protein variant that coloclizes with kuru exposure”, New England Journal of Medecin, 2009CCCLXI, 2056-2065). Un gen que se observa con frecuencia entre la tribu guerrera de los yanomami del Amazonas prácticamente no existe entre los pacíficos san del Kalahari, posiblemente porque las dos culturas dan prioridad a tipos diferentes de padres potenciales (Science, 2004, CCIV, 814). Voight y colaboradores señalan también como frutos de una evolución reciente los genes que protegen contra la malaria, los que dirigen la sensitividad a la sal  y los que están implicados en el desarrollo cerebral (Voight, B.E., Kudaravlli, S., Wen, X. Y Pritchards, J.K. A Map of Recent Positive Selection in the Human Genome”, https://doi.org/10.1371/journal.pbio.0040072)

Mark Pagel ha señalado la rapidez con que la cultura puede tener consecuencias genéticas. “Hace unos veinticinco mil años hubo seres humanos que poblaron las regiones situadas a mas de 3500 metros de altitud en la meseta del Tíbet y adquirieron adaptaciones fisiológias que les permitieron hacer frente a la escasez de oxígeno propia de aquellas alturas. Una de ellas resultó tan provechosa que podría haberse extendido al 90% de los tibetanos en solo cuatro mil años. Los dinka del Sudán son altos y delgados, en tanto que los esquimales del extremo septentrional de Norteamérica son bajos, fornidos y del piel más clara.”  “Si puede darse este género de recableado genético y fisiológico en un periodo tan breve cabe pensar que hay otros rasgos de nuestra naturaleza, incluidos nuestra psicología y nuestro comportamiento social, que también han tenido tiempo de sobra para desarrollarse desde que adquirimos la cultura».

La Ciencia de la evolución de las culturas  nos indica que cambiando el entorno podemos facilitar la aparición de un tipo u otro de propensiones humanas, lo que abre el camino para un concepto más profundo de la educación.

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