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La inteligencia perezosa

Estos HOLOGRAMAS son un ensayo de PERIODISMO EXPANSIVO. Conocer lo que ocurre es fácil, comprenderlo es complejo. Cada lector debe poder elegir el nivel de comprensión en que quiere moverse. Propongo tres niveles: uno, reducido, en formato papel. Otro más amplio, en formato digital, que, a su vez, remite a una RED DE COMPRENSIÓN sistemática, necesaria por la inevitable conexión de los asuntos. Tal vez sea un proyecto megalómano, pero creo que vale la pena intentarlo. El artículo inicial de este holograma se publicó en EL MUNDO el día 19 de julio de 2020.


La inteligencia perezosa.- ¿Recuerdan aquel juego infantil en que al unir una serie de puntos aparecía una figura oculta? Lo utilizo como método de investigación. ¿Qué dibujo emerge al enlazar los siguientes puntos? 153 intelectuales americanos publican una carta denunciando la censura y la tendencia a reducir problemas políticos a certezas morales. Haidt acusa a las Universidades americanas de vetar debates que puedan estresar a sus alumnos. Banerjee y Duflo, premios Nobel de Economía, en Buena economía para tiempos difíciles, se muestran preocupados porque “el espacio de debate se está reduciendo”. El afán soberanista fomenta el pensamiento tribal, y acepta el autoritarismo. Los sociólogos de la red piensan que la sociedad es un sistema de comunicación sin sujetos humanos. La cultura twitter impide la argumentación. Nos cuesta leer textos largos. Se cree que toda opinión es respetable y que la emoción proporciona conocimiento. Aumentan las democracias no liberales. ¿Qué figura ven?


HOLOGRAMA 62


La inteligencia perezosa.- El dibujo que sale al unir esos puntos muestra un “hedonismo de la inteligencia perezosa”, el “confort del pensamiento inerte”. William James, el gran psicólogo americano, identificó el fenómeno de las “vacaciones morales” para explicar algunos comportamientos sociales. Se refería a la fuerte tentación de liberarse de las normas, de las convenciones, de la responsabilidad. Algo así como el “turismo de borrachera” que padecen algunas localidades catalanas o baleares. Mi tesis es que experimentamos también la poderosa tentación de las “vacaciones intelectuales”. Pensar rigurosamente es una actividad costosa ¿por qué no dejarse llevar de las ideas ambientes, de la facilidad? Ya lo dijo Campoamor: “Si quieres ser feliz como me dices, no analices, muchacho, no analices”. En 1984, Susan Fiske y Shelley Taylor elaboraron el concepto “cognitive miser”, tacañería cognitiva. Su tesis era que la gente tiene una capacidad limitada de procesar información, y por ello busca atajos siempre que puede”. Era una nueva manera de expresar una idea muy antigua. Platón, en el Menon, ya habló de “razón perezosa” refiriéndose a aquellos que piensan que no sirve de nada pensar porque todo está ya decidido. Cicerón (De fato), lo llama “razonamiento ocioso” porque lleva a la inacción. Leibniz, en sus “Ensayos de Teodicea llama a la “razón perezosa” “fatum mahometanum”, porque en su época se pensaba que los turcos dejaban todo en manos de Dios. Kant la sitúa en el origen de los prejuicios. En efecto, la “inteligencia perezosa” conduce al fanatismo, los prejuicios, el pensamiento tribal, el dogmatismo, la credulidad, la superstición, la irracionalidad, y otros frutos amargos.

Lo contrario a la “razón perezosa” sería la “razón diligente” (Villalobos), una de cuyas manifestaciones principales es la “razón crítica”. Aquí es donde quería llegar. La “inteligencia perezosa” se manifiesta sobre todo porque aparca su capacidad de evaluar rigurosamente (eso significa “crítica”) las ideas y las acciones. Si he hablado de “hedonismo” es porque esa incapacidad no se debe, como en otras épocas, a la falta de educación, o a lo que Kant denominó “minoría de edad de la inteligencia”, sino a la comodidad. Es posible que las nuevas tecnologías la estén fomentando. Ya en 2011, Betsy Sparrow y sus colegas publicaron un artículo en Science, titulado “Efecto Google sobre la memoria: consecuencias cognitivas de tener la información en la punta de los dedos”. En nuestras escuelas se está extendiendo un mantra: “Para qué lo vas a aprender si lo puedes encontrar”.

Es verdad que ha habido otros debilitamientos de la “razón diligente”, pero de características diferentes al actual. En la primera mitad del siglo XX, la “inteligencia crítica” fue descartada porque el mundo sufrió una pandemia de verdades absolutas (religiosas y políticas), de irracionalismo y emocionalidad. En el campo político, el nazismo, el comunismo soviético, chino o camboyano y todos los sistemas autoritarios prohibían el pensamiento crítico. Exigían la fe absoluta en el Jefe, el Partido o la Iglesia. En la segunda mitad del siglo, el colapso crítico vino como reacción a las terribles consecuencias de las certezas absolutas. Se impuso el “pensamiento débil” posmoderno, se exaltaron las opiniones individuales, las narraciones biográficas frente a las grandes narraciones. Fue, en el fondo, una cura de humildad, pero que provocó una ceremonia de la confusión.

En nuestras escuelas se está extendiendo un mantra: “Para qué lo vas a aprender si lo puedes encontrar”.

El colapso crítico actual no obedece, a mi juicio, a ninguna de esas razones, sino tan solo a la comodidad, a una cierta laxitud intelectual. A lo largo de esta sección he ido comentando alguno de los puntos de los que emerge el dibujo que estoy describiendo. Como balance de temporada, ante la proximidad de las vacaciones, voy a recordar alguno de ellos.

1.- La carta de los intelectuales en la revista Harper’s denuncia una situación que se está extendiendo: las sentencias sin motivación de la sentencia. La aplicación de unos criterios “políticamente correctos” de forma automática, considerando cualquier debate como una concesión al “enemigo”. La política de “muerte social” de una persona, (cancel culture) sin posibilidad de defensa.

2.- Incluso en el ámbito científico puede darse una variante de “inteligencia perezosa”, que es la incapacidad para comprender y admitir nuevas ideas. Esto se da en las “ciencias positivas”. Max Planck afirmaba en su autobiografía que una teoría nueva solo es aceptada cuando muere la generación coetánea y aparece una nueva generación capaz de comprender la novedad. Pero sucede con más frecuencia en las “ciencias humanas” (por ejemplo, la imposición del conductismo en las Universidades, durante su momento de gloria). En Economía se ha tendido a implantar un “pensamiento único”, la ausencia de debate que señalan Banerjee y Duflo, premios Nobel de Economía, en Buena economía para tiempos difíciles.

3.- Los objetivos de la Ilustración -la razón diligente- están tan olvidados que Steven Pinker, uno de los firmantes de la carta mencionada ha escrito un voluminoso libro titulado En defensa de la Ilustración. Por cierto, 400 académicos han pedido a la Linguistic Society of America, que retire a Pinker la condición de académico distinguido por unos tuits suyos que consideraban machistas. En su defensa de la Ilustración (El comienzo del infinito), David Deutsch considera que su logro fundamental es “el conocimiento de cómo detectar y eliminar errores”. Esa conquista ha quedado debilitada por la aceptación social de la “posverdad” (“Verificación de argumentos”).

4.- El descrédito de la “razón diligente” ha ido acompañada de una exaltación de la “emoción” como modo certero para tomar decisiones, es decir, de una defensa de la irracionalidad, como hace por ejemplo Malcolm Gladwell, lo que tiene consecuencias políticas (“Más allá del sentimentalismo” y “El poder y las emociones”). Esto se ha unido a un desmesurado y ambiguo interés por la felicidad, que ha dado lugar a una “industria de la felicidad” (“¿Existe una ciencia de la felicidad o es un tipo pseudocientífico” y “Vacaciones y felicidad”).

Se piensa que “todas las opiniones son respetables”, cuando en realidad lo que son respetables son todas las personas que opinan, aunque opinen disparates.

5.- Como una destilación de la desconfianza en las verdades universales, de un equivocado concepto de libertad, y una falsa interpretación de la democracia, se ha implantado un “culto a la opinión personal”, que la declara válida sin necesidad de estar justificada. Se piensa que “todas las opiniones son respetables”, cuando en realidad lo que son respetables son todas las personas que opinan, aunque opinen disparates.

6.- Las nuevas tecnologías favorecen la “pereza intelectual” por su fantástica eficiencia. Barr y Pennycook (‘The brain in your pocket: Evidence that Smartphones are used to supplant thinking’) han mostrado que quienes usan más el móvil como ayuda para resolver problemas suelen ser los que tienen más dificultad o menos interés en el pensamiento analítico, que es costoso ( “El efecto Google”).  Nicholas Carr ha alertado sobre el efecto de Internet en nuestra inteligencia, advirtiendo, entre otras cosas, de la creciente dificultad para entender -o intentar entender- textos largos y complejos.(« ¿Qué está haciendo Internet con nuestra inteligencia?», ¿Los teléfonos ‘inteligentes’ vuelven perezoso al cerebro?«.

7.- La eficiencia de las redes ha creado una nueva figura social: el “estado de red”, (Jaron Lanier habla de “estado de rebaño”) en el que se debilita el protagonismo de los nodos (las personas) concediendo la máxima importancia a los enlaces, vértices o aristas. Se está cumpliendo la teoría del sociólogo Niklas Luhmann que sostenía que la sociedad es un “sistema de comunicaciones”, que no necesita del sujeto humano. ( “Redes inteligentes y redes estúpidas”). Esto se une a una precipitada conceptualización de la “inteligencia colectiva” que crea la falsa idea de que con estar conectado a la red se dispone de ese saber. «Podemos y la política en red”, “¿Estamos enredados en la red?” , “¿Por qué la sociedad de la información está a punto de fracasar?”, ”La rebelión de las redes”.

8.- Todos consumimos tecnología digital porque nos facilita la vida y porque absorbe nuestra atención. Es eficiente y divertida. Eso está fomentando tipos de dependencia suave y generalizada (como sucede siempre con la comodidad) y está creando una “economía basada en la atención”, que es el bien más escaso. Todas las compañías informáticas dan continuamente premios para captar la atención. (“En defensa de la libertad de atención”, “Nuestro gran activo: la gestión de la atención”).

9.- Lo anterior está relacionado con lo que he denominado “hiperactividad cognitiva”: la necesidad de estar recibiendo continuamente mensajes nuevos o enviándolos. Esto está relacionado con lo que los filósofos medievales denominaban “evagatio mentis” o “curiositas”, a la que distinguían del afán de conocer. Lo más interesante para nuestro tema es que esta agradable diversión la consideraban parte del vicio de la pereza.(Pequeño tratado de los grandes vicios) “De la memoria al genoma”, en El cultural, 2004)

10.- A cambio de las satisfacciones indudables (y en gran parte gratuitas) que las redes ofrecen, estamos dispuestos a cederles cada vez mas protagonismo en nuestras vidas. Como ha señalado Shosane Zuboff, en su libro The Age of Surveillance Capitalism, estamos asistiendo a la aparición de “esclavos felices sumergidos en la pantalla” (“El capitalismo e-manipulador”).

11.- Esta “pereza intelectual hedónica” transfiere a otras instancias la resolución de los problemas. John Haidt, en La transformación de la mente moderna, denuncia la tendencia de las Universidades americanas a excluir los debates que puedan estresar a sus alumnos. David Runciman en Como mueren las democracias, indica que el hecho de que las democracias exijan capacidad para soportar la frustración y paciencia, está favoreciendo la aparición de movimientos políticos que ofrecen soluciones fáciles, como el populismo y las democracias no liberales. En su reciente libro Nostalgia del soberano, Arias Maldonado indica que el anhelo soberanista responde a la fe en que l soberanía significa omnipotencia política, lo que conduce al ciudadano a pensar que, si el gobierno no satisface los deseos del pueblo, es incompetente o malvado” (p.165) ( Como mueren las democracias). Morozov, en La locura del solucionismo tecnológico, habla del culto al algoritmo como solución. Cualquier problema lo resolverá una aplicación en el móvil.

12.- Todas estas incitaciones a la “pereza intelectual” han provocado como efecto no querido un “desinterés por la libertad” en beneficio de la comodidad. (enlace a holograma “¿Está la libertad sobrevalorada?”).

 

Remitiéndoles a tantos artículos no pretendo abrumarles, sino poner mis cartas sobre la mesa. Mi proyecto es exponer en formato periodístico un sistema filosófico entero. Podríamos decir que cada uno de estos hologramas es una pieza de un “puzzle filosófico”, cuyo dibujo final es un sistema. O, para terminar con la metáfora del principio, cada uno de ellos es un punto y al unirlos aparecerá la forma total.

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Únete 8 Comments

  • antonio dice:

    A veces no se trata de inteligencia perezosa, sino de inteligencia aburrida de ver como se se roba, o se manipulan las ideas en beneficio de los que dicen defenderlas, o argumentarlas.
    Llega la hora del dinero para los social, habrá que ver como trincan los que reparten.
    s2s

  • juan f. dominguez dice:

    Pienso que en general el hombre es perezoso por naturaleza, se guía habitualmente por la ley del mínimo esfuerzo, en el caso de la inteligencia si hay un medio de obtener un conocimiento sin esfuerzo, verbigracia Internet, no va a dudar en utilizarlo. Como con los prejucios, que no son más que atajos mentales para perezosos. Vamos hacia una sociedad idiotizada. Como bien explicaba el gran U. Eco, la televisión hizo mucho bien al pobre ( intelectualmente) y mal al rico , pero Internet es lo contrario, hace mal al de pocas luces y bien al rico de espíritu, que sabe seleccionar inteligentemente lo que ve y analizarlo de forma crítica. También decía algo similar Sartori, en su ensayo » Homo Videns», cuyo resumen puede ser Internet nos hace más estúpidos.
    Leer, leer, leer… la lectura nos salvará, los libros nos hacen libres…

    • jose antonio marina dice:

      El sapiens, en esto como en todo, está sometido a impulsos contradictorios: es perezoso, es decir, elige el camino más fácil y, al mismo tiempo, se empeña en cosas esforzadas y a veces inútiles (p.e. escalar una montaña). Sorprende, por ejemplo, que tres o cuatro mil años antes de nuestra era nuestros ancestros se empeñaran en construir megalitos. Los humanos somos cómodos y también competitivos. Durante el siglo pasado, la competitividad entre naciones provocó dos guerras mundiales, de manera que el hedonismo apareció como una opción más tranquila que la búsqueda de la superación o el esfuerzo. De ahí nació la idea del «pensamiento débil». El «pensamiento fuerte», con su borrachera de certezas, había traido muchas desdichas. Pero la búsqueda de la comodidad como gran objetivo es un tipo de adicción que, como todas, produce gran dependencia y vulnerabilidad. Por eso, la necesidad de alertar sobre sus excesos.

  • Ana Franco dice:

    Con tu claridad, siempre tan certera. Gracias, José Antonio.
    Un abrazo,
    Ana Franco

  • Javier Rambaud dice:

    Muchas gracias, José Antonio.
    Creo que la razón perezosa y el temor al razonamiento complejo tienen también que ver con no querer arriesgar la felicidad, al menos la felicidad simplona, la felicidad del cerdo, que decía Mill. Pues muchas formas de sabiduría entrañan dolor. En un soneto del gran Francisco de Aldana:

    ¡Ay!, que considerar el bajo punto
    del estado mortal al alma hiere,
    mas del tal peso alienta y la requiere
    alta contemplación de su trasunto.

    Pero, con esto, el Gran Rector conjunto
    aquel tributo contrapuesto infiere
    do, no con celo tanto, el bien se quiere
    cuanto a la humana parte el mal va junto.

    No sé si, al sostener la fatigosa
    vida, fuera mejor falso juicio,
    con que el dolor se engaña y no se siente,

    o si sentir en todo toda cosa,
    con tal daño del alma y perjuicio,
    es más alivio a la pasión doliente.

    • jose antonio marina dice:

      Es cierto que la relación del conocimiento o de la reflexión con la felicidad es ambigua. Sin duda, la ignorancia puede ser consoladora y el exceso de reflexión paralizante. La meditatio mortis, la conciencia de nuestra limitación, de que somos un ser para la muerte, la fugacidad de las cosas humanas pueden conducir a una lucidez deprimente. Ya en la onda poetica, citaré a Quevedo: Ayer se fue, mañana no ha llegado; / hoy se esstá yendo sin parar un punto; /soy un fue y un será y un es cansado.
      Para soporta esta triste condición, el sapiens ha inventado muchas cosas, desde el arte a la religión; desde la heroina de novela hasta la heroina inyectable. Este nivel de «felicidad subjetiva» es un asunto fundamentalmente psicológico. Donde entra el compromiso ético es en la búsqueda de la «felicidad objetiva», que es la que limita normativamente los caminos de búsqueda de la felicidad psicológica.

  • Eduardo Parra Moncasi dice:

    Gracias José Antonio.
    Siempre he defendido, supongo que lo habré leído en algún sitio que no recuerdo, que las ideologías también son una suerte de instrumento al servicio de la «comodidad intelectual» (y probablemente también de alguien más). Son como un libro de recetas de cocina, que nos ahorra el esfuerzo de pensar críticamente cada escenario, simplemente, obtenemos la solución al problema de forma automática recurriendo a nuestro manual de recetas. Quizá, la ideología que logra escapar más airosamente de esta dinámica de pensamiento es la liberal, en su sentido filosófico, que anima a pensar individualmente cada uno de los preceptos dictados y a elaborar una verdadera opinión propia.
    Un abrazo. Y gracias otra vez por tu interesante blog.
    Eduardo Parra Moncasi

    • jose antonio marina dice:

      En efecto, las ideologías son simplificaciones empaquetadas. Tambien estoy de acuerdo con usted en la grandeza de la tradición liberal, en lo que tiene de defensa del pensamiento crítico, aunque creo que en España está tomando demasiado auge la facción «Libertaria». Hablé de ello en un artículo que se titulabam creo recordar, Los liberales en su laberinto.

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