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«No estamos formando el pensamiento crítico, clave en la democracia»

ECOS DE FUTURO – EDUCACIÓN

José Antonio Marina | Filósofo, ensayista y pedagogo

«No estamos formando el pensamiento crítico, clave en la democracia»

José Antonio Marina (Toledo, 1939) es catedrático de Filosofía y autor de ensayos en los que investiga sobre inteligencia, creatividad, ética, sexualidad, maldad… Como pedagogo ha creado la Universidad de Padres, una plataforma de formación ‘on-line’. Es un alentador del conocimiento. Con él hablamos de cómo serán las aulas dentro de 20 años

José Antonio Marina (Toledo, 83 años) ser un hombre sabio le ha llevado su tiempo y su esfuerzo. Filósofo, pedagogo, catedrático de instituto y escritor, ha logrado romper los corsés académicos. Pocos podrían imaginar que, de joven, este inteligente crítico social quiso dedicarse al baile, que su vocación ha sido la de detective y que ahora es un maravilloso horticultor. Marina, un hombre que es todo educación, pronostica que el sistema educativo va a sufrir una tremenda sacudida con la irrupción de las grandes compañías tecnológicas. «Están invirtiendo en educación más que los Estados», dice.

– ¿Cómo imagina un aula dentro de 20 años?

– No sé si va a haber aulas. Pero, si lo hiciéramos bien, tendríamos un tipo de aula muy tecnificada para propiciar programas de aprendizaje individual.

– ¿De qué se encargaría el profesor?

– De saber qué programa personalizado debe tener cada alumno. Y de cuidar los objetivos de la educación: desarrollar las facultades intelectuales y afectivas, y prepararlos para ser buenos ciudadanos. Tenemos que estructurar unos fuertes modelos éticos, que se están descuidando. El repunte del machismo y del bullying en las aulas no pasa por casualidad. Estamos abandonando éticamente a nuestros alumnos.

– ¿No tendremos niños más solidarios y empáticos?

– La solidaridad y la empatía se están perdiendo porque las pantallas conectan, pero no comunican. Estamos creando solitarios multiconectados. La conexión a través de las pantallas es muy fría. No estamos cuidando la compasión, que es el sentimiento más fundamental de la humanidad. La sociedad ha vivido un progreso ético continuo, pero muy precario. Ninguna de esas conquistas es estable.

– ¿Qué está fallando?

– Se está resquebrajando la barrera de los sentimientos sociales, la compasión, el altruismo, la generosidad, el respeto a los demás. Son diques muy poderosos contra la agresividad y la violencia. Y ahora estamos en sociedades muy fragmentadas, donde cuidamos muy poco el respeto al otro.

– ¿No cree que los coordinadores de bienestar en los colegios ayudarán a atajar cualquier tipo de violencia en las aulas?

– Corremos el peligro de que problemas como el acoso escolar se cronifiquen. Va para casi 20 años del suicidio de Jokin [un joven de 14 años que se arrojó desde la muralla de Fuenterrabía después de sufrir acoso escolar durante meses]. Entonces, todo el mundo empezó a hablar del acoso, pero luego se olvidó. En Finlandia, por ejemplo, hay establecidos unos protocolos muy estudiados y muy claros para eliminar esta violencia. Y lo han conseguido. Es necesario que los centros educativos tengan una comisión de conflictos y unos protocolos claros para saber cómo actuar, desde el profesor al jefe de estudios y los padres. Y para eso se necesita formación.

«El repunte del machismo y el ‘bullying’ no pasa por casualidad. Estamos abandonando éticamente a nuestros alumnos»

– ¿Tendremos dentro de 20 años una ley educativa consensuada por todos?

– No lo creo. Los sistemas educativos nacionales van a tener cada vez menos importancia porque se van a desarrollar muchas vías paralelas muy rápidas, muy técnicas y que acabarán siendo muy baratas, y van a hacer que las posibilidades educativas varíen mucho. La escuela dirigida por los Estados va a tener cada vez menos poder y deberíamos estar pensando qué va a ser de esa especie de escuela posescuela.

– Pero los Estados seguirán invirtiendo en educación…

– Quien está invirtiendo más en educación no son los Estados, son las grandes compañías de gestión de información, que se han dado cuenta de que el gran negocio de los próximos años va a ser el dominio de la formación. Un estudio publicado en Estados Unidos lo cifra en cuatro billones de dólares, más de tres veces el PIB español. Google, Apple o Microsoft se han dado cuenta de ese negocio colosal y están invirtiendo en el sector formativo dentro de la educación.

– ¿Cómo va a cambiar la educación esa revolución tecnológica?

– Se está investigando sobre los tutores informáticos personalizados, es decir, la posibilidad de que los niños desde que entran en la escuela tengan un programa de ordenador personalizado con el que van a aprender hasta el final de su etapa escolar, porque la interacción entre el niño y su programa será continua. Me indigna que los expertos en educación estén tan sumamente atrasados con respecto a los técnicos que están diseñando nuestro futuro. Dentro de la educación, no tenemos músculo. Estamos desconectados de la sociedad. Necesitamos a los mejores en el mundo de la educación, y no están los mejores.

«Necesitamos a los mejores en el mundo de la educación, y no están los mejores. Estamos desconectados de la sociedad»

– ¿Cuál es entonces el papel que debe desempeñar el Estado en esta tesitura?

– Conectar con la sociedad y diseñar hacia qué tipo de sociedad queremos ir. Porque, si no, las decisiones las va a tomar la tecnología, como las está tomando en este momento. La aparición del móvil es el hecho culturalmente más relevante de los últimos tiempos. Solo hay que mirar a nuestro alrededor. Estamos absolutamente en manos de la tecnología porque nos facilita mucho las cosas. En el momento en que en el ámbito de la educación alguien venga y nos diga «no te preocupes que esto te lo arreglo con una aplicación», se acabó el asunto. ¿Para qué voy a aprender una cosa si tengo una aplicación? Pero, ojo, yo puedo disponer de toda la información, pero la comprensión de la información se hace a través de la memoria personal. Y, si no cultivo la memoria personal, entonces voy a estar en una especie de diálisis informática de la que como me desconecte me muero.

– La tecnología puede ayudar a recortar la brecha educativa.

– Si la utilizamos bien, sí. Pero hasta ahora la está aumentando, como se ha visto con el confinamiento. Los alumnos que estaban en colegios que tenían bien organizada la enseñanza on-line, que vivían en hogares con conexión a Internet y familiarizados con los ordenadores y que tenían profesores acostumbrados a dar clases a través de pantallas no han tenido prácticamente ningún retraso. Lo han tenido los chicos que estaban en casas donde no tenían conexión o sin una habitación donde poder estudiar. Los políticos deben darse cuenta de que tienen las herramientas, pero no las ponen en práctica.

– ¿Tiene la sensación de que la educación no interesa?

– Sí. En las encuestas del CIS, nunca aparece la educación como una de las principales preocupaciones. La educación interesa a los padres que tienen hijos en edad educativa y a la sociedad cuando hay algún trastorno en las aulas. Pero el interés por la educación tiene que ser continuo.

– Quizá no preocupa porque tenemos una buena educación.

– Tenemos una educación media. Nunca hemos tenido mejores colegios que ahora y dedicamos casi un 5 por ciento del PIB a la educación. Con eso podemos tener una gran escuela. Pero hay que saber hacerlo: hay que empezar por la formación del profesorado y por la prolongación de la escuela con los padres, por introducir la escuela en un tejido social más amplio y crear un ambiente de movilización educativa.

«Las grandes compañías han descubierto este negocio colosal. La escuela dirigida por los estados tendrá cada vez menos poder»

– ¿Dentro de 20 años quedará algo de las enseñanzas de los filósofos clásicos o pesarán más las de los tiktokers?

– Dentro de tres generaciones, nadie va a poder imaginar cómo se vivía sin pantallas. Tenemos que ver qué es lo que no podemos olvidar. Esto es una parte de la educación. Por ejemplo, ¿por qué se han conseguido los derechos humanos? La educación es el progreso ético, jurídico y político de la sociedad, y el mundo de la tecnología nos lo puede hacer olvidar. En este momento hay un éxito en la demanda de la educación STEM, que combina las áreas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Eso es el centro de educación porque vivimos en un mundo muy tecnificado. ¿Qué hacemos con lo otro? ¿Lo olvidamos? Necesitamos un humanismo de tercera generación que sea capaz de integrar el humanismo con las ciencias y la tecnología.

– ¿Quién va a formar el pensamiento crítico de los niños?

– Nadie. Ni la familia ni el profesor. En las grandes universidades americanas hay una especie de claudicación del pensamiento crítico que se está imponiendo y es el pensamiento de mi identidad. Si yo soy negro, no me interesa el pensamiento blanco. Si soy mujer, no me interesa el pensamiento masculino. Hay que tomarse el pensamiento crítico muy en serio porque la calidad de una democracia depende de la capacidad de criticar los argumentos propios y ajenos. Y hoy eso se está perdiendo. Estamos metidos en batallitas pequeñas. La filosofía posmoderna es lastimosa.

– ¿Por qué?

– Porque no cree que la verdad se pueda alcanzar. Eso elimina la posibilidad de pensamiento crítico. Cada tribu –identidad, nacional, partido, iglesia– afirmará su verdad, y así acabará imponiéndose la supuesta verdad de la tribu más fuerte. Estamos llamando ‘filosofía’ a cualquier intento de exponer las creencias en estilo conceptual. Debemos reivindicar la filosofía y eso comienza por reivindicar la idea de verdad.

– Dentro de 20 años, España será una sociedad más multirracial. ¿Será más necesaria la educación humanística?

– El quid de la cuestión está en la educación en un sentido amplio, de los niños y de los padres. Las ideas racistas se aprenden en la familia. La polarización que se está viendo en la política es una demostración del gigantesco fracaso educativo. La educación debe enseñar valores comunes, no identitarios. Y me da igual que sean valores identitarios nacionales, religiosos o políticos. Cuando la defensa de la identidad se convierte en el objetivo educativo, la educación fracasa. Porque la educación tiene que transmitir valores universales.

– La mejor escuela es la vida, la familia…

– No, no, la mejor escuela tiene que ser la escuela.

– ¿Cómo podremos motivar a los niños?

– Lo importante es que se den cuenta de que van progresando. Esa es la función de la educación. Tenemos que hacer que nuestros chicos se den cuenta de que aprender es la mayor recompensa.

– ¿Habrá libros de texto dentro de dos décadas?

– No, pero programas de texto en ordenador sí, y ojalá que lleguen cuanto antes. Hasta ahora se lleva al ordenador el contenido del libro de texto, pero en cada curso debería haber cinco variantes distintas de un libro de texto para adaptarlos a cada alumno. Se puede hacer con programas informáticos.

– ¿Cómo se enseñará Historia?

– Enseñando historia de las culturas y de toda la evolución de las culturas. Te vas a encontrar en un mundo globalizado y tienes que saber por qué ciertas cosas en Europa han sido mejor o peor.

– Le da más importancia a la historia universal que a la de cada nación.

– Sin duda. El único sentido de la historia de una nación es fomentar la identidad nacional.

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