Zoom sobre la posverdad…
La palabra «post-truth» ha adquirido tanta relevancia que el Diccionario Oxford la ha elegido como palabra del año. La define como «situación en que las emociones y creencias personales influyen más en la formación de la opinión pública que los hechos objetivos». Mala definición: ese ha sido un sempiterno mecanismo de manipulación política. Lo nuevo es que una falsedad continúa siendo aceptada a sabiendas de que es una falsedad, porque no se considera importante que lo sea. Trump. Es una devaluación de la verdad y, paralelamente, una devaluación de la falsedad y de la mentira. Contaré telegráficamente la genealogía de esta idea. El siglo XX mostró que todos los regímenes dictatoriales y todos los fanatismos defienden verdades absolutas. Se pensó que el antídoto era el pensamiento débil y un educado relativismo, menos belicoso que la pretensión de verdad. Todas las opiniones se volvieron igualmente respetables. En los medios de comunicación se hizo cada vez más difícil distinguir entre «hechos» y «opinión sobre los hechos». Se piensa que los hechos no existen, solo existen las interpretaciones de los hechos. La palabra «post-factual» es sinónima de «post-truth». Falacias vividas que demuestran la necesidad de la filosofía.