“¿Dónde estaba Dios?” (Benedicto XVI)
El Papa se hizo esta pregunta durante su visita a un campo de concentración nazi. Es una pregunta que todas las personas religiosas se hacen. El dolor de los inocentes plantea una contradicción insoluble entre la bondad y la omnipotencia. Si Dios puede eliminar el mal y no lo hace, no es bueno. Si movido por su bondad desea eliminarlo, pero no puede, no es omnipotente. Los teólogos suelen decir que la intervención de Dios supondría eliminar la libertad humana, pero no parece un argumento convincente. Hans Jonas, un filósofo muy prestigioso, ha escrito un artículo titulado “El concepto de Dios después de Auschwiz. Una voz judía ”, en el que dice: “sostengo que en virtud de nuestra imagen de Dios y toda nuestra relación con lo divino, no podemos ya mantener la doctrina tradicional de un poder divino absoluto e ilimitado”. Esta postura acarrea sus propias dificultades. A sabiendas de mi osadía, voy a dar mi respuesta a la tremenda pregunta del Papa. Dios estaba donde ha estado siempre: en la acción bondadosa, en la generosidad de las personas buenas. Lo que espejea, lo que deslumbra en la bondad, lo que hace que unos pobres seres superen su miedo y su limitación, eso es Dios. Lo importante no es pensar en Dios, lo verdaderamente importante es realizar lo divino. La acción es la gran epifanía. La verdadera fe es creer que el bien es más poderoso que el mal. Contra todas las evidencias.