Fanatismo
El mundo se ha conmovido ante la ferocidad de un fanático noruego. En “La inteligencia fracasada” estudié los más comunes fracasos de la inteligencia cognitiva: el prejuicio, la superstición, el dogmatismo y el fanatismo. Tienen en común ser errores blindados contra todo argumento, lo que hace imposible el debate. El fanatismo añade a los otros fracasos de la inteligencia dos factores extremadamente peligrosos. La ebriedad de la verdad y una llamada a la acción. El fanático se cree en posesión de la verdad absoluta y cree que debe imponerla absolutamente. El guerrero que incendió la biblioteca de Alejandría lo tenía claro: “O los libros que hay aquí dicen lo mismo que el Corán, y entonces son inútiles; o dicen otra cosa y entonces son blasfemos, En cualquier caso merecen ser quemados”. Los inquisidores católicos o protestantes defendieron la obligación de quemar a heréticos y blasfemos. John Locke denunció el círculo vicioso del fanático: “Afirman de una doctrina que es una revelación, porque creen firmemente en ella; creen firmemente en ella, porque es una revelación”- El segundo peligro del fanatismo es el paso a la acción. Voltaire lo advirtió: “Es un celo ciego y apasionado que surge de creencias supersticiosas y produce hechos ridículos, injustos y crueles; y no solo sin vergüenza ni remordimientos de conciencia, sino además con algo semejante a la alegría. El fanatismo no es más que la superstición llevada a la práctica.”